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LA BUENA NOTICIA

Diez meses, 16 países, una mochila

La historia de alguien que dejó su vida en Madrid y emprendió un viaje apasionante por Latinoamérica

Pablo Olivares, en las cataratas de Iguazú durante su viaje(PABLO OLIVARES)

Pablo Olivares, en las cataratas de Iguazú durante su viaje

Pablo Olivares tenía 34 años cuando decidió dejar las comodidades de su casa en Madrid y su contrato indefinido por una mochila con la que recorrió 16 países en diez meses. Durante todo su periplo fue contando sus experiencias en un blog que continua teniendo vida después del viaje. Ahora, con un objetivo claro: eliminar estereotipos a un lado y otro del Atlántico.

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No era la primera vez que Pablo hacía un parón en su vida. Hace tiempo cumplió uno de sus sueños y se fue a vivir durante un año a Nueva York. Pero en esta ocasión, el reto era mayor: recorrerse Latinoamérica como el Che pero sin motocicleta. Su única compañía era una mochila con la que iba de un lugar a otro en autobús o haciendo autostop y donde, al llegar, se buscaba la vida para ver dónde dormía esa noche. Tampoco tenía guía ni direcciones de hostales. Las personas que iba encontrando por el camino eran su faro y, muchas veces, amables anfitriones improvisados.

El plan partía con esas dos premisas, poco dinero y mezclarse entre la gente de los países que visitaba. Calcula que se gastó unos 6.000 euros en todo el viaje, billetes incluidos: "¿Vivir en Madrid un año cuánto puede costar? ¿el triple?" - se pregunta- "desde luego fue más rentable viajar esos meses por Latinoamérica que haberme quedado en Madrid, necesitaba un cambio", asegura. El único capricho que se dio "después de meses comiendo latas de atún y tirado en el suelo" fue pasar unos días en la Isla de Pascua.

Pablo Olivares, en la Isla de Pascua durante el viaje que relata en Silencio, se viaja

Pablo Olivares, en la Isla de Pascua durante el viaje que relata en Silencio, se viaja

Pablo Olivares, en la Isla de Pascua durante el viaje que relata en Silencio, se viaja

Pablo Olivares, en la Isla de Pascua durante el viaje que relata en Silencio, se viaja

Reconoce que no tenía muy claras las distancias en Latinoamérica y que esa fue una de las dificultades a la hora de organizar el viaje: "En la mitad del tiempo hice un tercio y, en la otra mitad, los otros dos tercios". En una ocasión, pasó 28 horas en un autobús en la Patagonia: "Vi el atardecer dos veces desde ese sitio. Cuando te bajas no sabes ni qué día es, estaba temblando. Y al día siguiente hice otras 12 horas en autobús porque quería llegar a Chile", recuerda.

Durante esos interminables viajes, pasó mucho tiempo solo pero iba encontrando a gente fascinante por el camino. Gente como Tom y Jamie, dos ingleses que iban en una única moto haciendo un recorrido parecido al de Pablo: "Les conocí en Lima al principio de su viaje y me los volví a encontrar en Paraguay y ya estaban destrozados, contaban mil historias... se habían quedado sin gasolina por Paraguay y, mientras uno se fue a por gasolina, el otro se quedó dos días en el campo".

Cuando llegó a Bolivia, Pablo decidió darse un descanso y aparcar la mochila durante un tiempo. "Fue la parte que me reconcilió con el viaje. En algo así, te comes mucho tiempo solo y hay veces que necesitas parar y hacer vida normal". Y eso fue lo que hizo durante el mes y medio que pasó en casa de un amigo. Además de volver a tener la llave de un hogar, llegó a formar parte de una asociación clown llamada Los doctores de la alegría, que hace complementos terapéuticos en hospitales con niños y en residencias de ancianos. Recuerda que fue una experiencia muy dura pero muy gratificante: "Los niños tenían las visitas muy restringidas y nos convertíamos en su familia". Por experiencias como esa y por lugares tan impresionantes como el Salar de Uyuni o las minas de Potosí, guarda Bolivia en rincón especial de su recorrido.

Pablo Olivares, en el Salar de Uyuni durante el viaje que relata en Silencio, se viaja

Pablo Olivares, en el Salar de Uyuni durante el viaje que relata en Silencio, se viaja

Pablo Olivares, en el Salar de Uyuni durante el viaje que relata en Silencio, se viaja

Pablo Olivares, en el Salar de Uyuni durante el viaje que relata en Silencio, se viaja

Pero no todo fue maravilloso en este viaje. Una de las experiencias más duras la vivió en Managua, la capital de Nicaragua, donde le asaltaron: "Estaba en un parque cuando llegaron cuatro tíos de cada esquina. Me tiraron al suelo, me dieron patadas, me rompieron la camiseta, rebuscaban en los bolsillos... y en diez segundos me quedé semidesnudo, sin la cartera y sin la cámara", rememora.

Por suerte, Pablo no llevaba en ese momento ni el pasaporte ni la tarjeta de crédito, "los dos objetos vitales para poder viajar", como él mismo destaca. Eso, y "paciencia, mucha paciencia". No se necesita una mochila muy pesada para hacer un viaje así pero había una serie de artículos de los que procuraba proveerse: "Siempre llevaba conmigo una lata de atún, una manzana y una lata de verduras como de ensaladilla rusa, por si algún día llegaba a un sitio de madrugada y no había nada. También llevaba un botiquín y un amigo me pidió un juego de todas las monedas de todos los países por los que pasé y eso al final pesaba...", sonríe al recordar una entrada a su blog donde especificaba al detalle todo lo que le acompañó en su camino.

La nueva etapa de Silencio, se viaja

Durante todo el viaje, Pablo iba escribiendo -y dibujando- en su inseparable libreta todo lo que vivía pero además compartía en un blog fotos, consejos y anécdotas de su aventura. Aquel blog se llamaba Silencio, se viaja y, aunque el viaje terminó, sigue activo con una nueva perspectiva: "El blog de 2011 era mi punto de vista, era mi voz. Ahora, en esta segunda parte es al revés, se trata de darle voz a Latinoamérica aquí", explica. El objetivo no es otro que eliminar estereotipos porque, aunque Pablo reconoce que, "muchas veces sirven para conectar con la gente", también marcan cierta distancia entre iguales.

Así, cada semana Pablo dedica cada semana a un país y entrevista a alguien de allí que viva en España y, la semana pasada, con motivo del centenario del nacimiento de Julio Cortázar, le dedicó una rayuela muy especial en la que se va desgranando su figura.

Al recordar ahora su viaje, las imágenes se amontonan en su cabeza pero hay un sentimiento que prevalece sobre el resto: "Pienso en la gente que me ayudó sin conocerme, que me metió en su casa, que me ha dado de comer". Por eso, la última entrada al blog no podía ser otra ni en otro sitio: desde una cafetería en su tierra, en Murcia, y haciendo mención a todas las personas que conoció durante su peregrinaje. Todas. Los títulos de crédito de una película que acababa con un consejo: "Viajad. Ya sea por dentro, o por fuera, pero viajad".

Elisa Muñoz

Elisa Muñoz

Periodista en Cadena SER desde 2008. Primero en programas como 'La Ventana', 'Hoy por Hoy Madrid' o...

 
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