Memorias del cocinero que alimentaba a los presidentes del Gobierno
Julio González de Buitrago ha cocinado para los Suárez, los Calvo-Sotelo, los González, los Aznar y los Rodríguez Zapatero, en La Moncloa
"Había una regla sagrada que debía cumplirse a rajatabla: el presidente tomaría todos los días del año helado de café de la marca Häagen-Dazs, en el almuerzo y en la cena". Julio González de Buitrago (Sotillo de la Palomas, Toledo, 1944), jefe de cocina de La Moncloa entre 1979 y 2011, se quedó muy sorprendido cuando, minutos después de haberla conocido, Ana Botella le dejó claro cuál era el mayor capricho gourmet de José María Aznar. Y según cuenta en La Cocina de la Moncloa (Espasa, 2014) no siempre fue sencillo satisfacerle: "Recuerdo que, estando un fin de semana en Jaén [...], nos quedamos sin helado. Al conductor se le encargó la misión de encontrar el dichoso postre, costara lo que costara, pero por desgracia, después de recorrer Jaén y sus alrededores, no dio con un solo establecimiento que lo tuviera [...]. Cuando se le comunicó al presidente la noticia, dijo: "¡Joder, vaya desastre!".
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El asunto del helado favorito de Aznar, según relata González de Buitrago, se convirtió en asunto de Estado. Tanto que, en alguna ocasión, "el helado llegó a enviarse desde Madrid por avión para evitar sobresaltos". Pero aunque esta es, seguramente, la anécdota más golosa de sus memorias profesionales, el cocinero manchego desvela mucho más que recetas y menús, en este libro. Se ha pasado más de 30 años cocinando para los Suárez, los Calvo-Sotelo, los González, los Aznar y los Rodríguez Zapatero, y eso da para mucho.
Hijo de un hombre de campo y de una excelente guisandera empeñada en que la cocina era "territorio de mujeres", González de Buitrago dejó su casa a los 18 años y, tras pasar por varios restaurantes de la capital, llegó a La Moncloa casi por casualidad. "La cocina propiamente dicha es una estancia de unos 40 metros cuadrados con una sola ventana", detalla el chef. Y "en los años 70, como el resto de las instalaciones de palacio, presentaba muchas carencias".
Durante sus primeros años en La Moncloa, si había un almuerzo oficial importante, se recurría al Hotel Ritz o al restaurante Jockey. Pero González de Buitrago se encargaba también de las comidas personales de los mandatarios y sus familias. Los Suárez, por ejemplo, solían pedir patatas con carne o bacalao, lentejas, cocido madrileño: "Los garbanzos sobrantes del cocidos le freían al presidente por la noche. Eran una de sus comidas favoritas".
Fue durante el Gobierno de Suárez cuando La Moncloa adquirió una churrera ("a toda la familia le encantaban los churros para los desayunos de los fines de semana") y cuando González de Buitrago vio de cerca, por primera vez, a figuras internacionales de la talla de Jimmy Carter o Yasir Arafat. Pero la anécdota más graciosa de esa época la portagoniza el rey Juan Carlos, quien "se dejaba ver mucho por Moncloa, a título personal y privado, de la misma manera que un vecino visita a otro con el que se lleva especialmente bien".
El cocinero relata en el libro que un día Adolfo Suárez le mandó llamar porque "su Majestad el Rey quería comer un par de huevos fritos con patatas y vino peleón", y González de Buitrago regresó a la cocina "espantado" porque no sabía si en las bodegas del palacio iba a encontrar alguna botella de ese tipo.
El chef no entra en detalles acerca de cómo se vivió el 23-F en las cocina de Moncloa pero sí explica que un camarero "joven e inexperto" manchaba con relativa frecuencia a don Leopoldo Calvo Sotelo: "Parecía que tenía fijación por bautizarle el traje al presidente y solo a él".
El inquilino que más tiempo ha pasado en La Monclao ha sido Felipe González, "un gran aficionado a los fogones" que se dejaba caer por la cocina con relativa frecuencia y que, de vez en cuando, cuando le llegaba un dentón del Mediterráneo andaluz, "se bajaba con el pescado en brazos para prepararlo a la sal".
El presidente socialista se hizo forrar una bodeguilla con azulejos andaluces y, en ocasiones, compartía mantel allí con invitados especiales. A García Márquez, por ejemplo, le ofreció patatas guisadas con bacalao. Y al canciller alemán Helmut Kohl, en 1984, le ofreció abundantes aperitivos, angulas, almejas, cocochas, paletillas de cordero y leche frita. "En un primer momento, el canciller no parecía convencido", explica el chef. Pero luego el canciller pidió la bandeja entera "y no dejó de ella ni el recuerdo".
Además de sus preferencias en la sección de heladería, de José María Aznar sabemos que "nunca tomaba patatas fritas" pero que, tanto a él como a Ana Botella, "les gustaban mucho los mariscos, en especial los percebes y las centollas". González de Buitrago explica que los dos mandatos de Aznar coinciden con "la época de mayor esplendor cortesano" en la presidencia del Gobierno. Por ello "los gastos correspondientes al capítulo de cocina fueron, en consecuencia, muy elevados y la justificación de aquellas facturas interminables suponía una lucha constante".
El exjefe de cocina de Moncloa, ya jubilado, dice además que Ana Botella era "muy machacona con sus observaciones" y que, al principio, desconfiaba de todo y de todos: "Por norma, todo lo que oliera a los González era razón suficiente para que dejara de hacerse o se hiciera lo contrario". Aznar, por su parte, "nunca bajó a la cocina" y, en ocho años, solo habló con González de Buitrago en una ocasión, durante unas vacaciones de verano en Menorca.
Tras la victoria del PSOE en las elecciones generales de 2004, la nueva primera dama, Sonsoles Espinosa, dejó claro que no quería en su dieta "ni natas, ni dulces, ni fritos", y sí verduras, o ensaladas, mucho pescado y poca carne: "Esto valía para toda la familia porque su marido también debía cuidar su alimentación y sus hijas siempre estaban a dieta".
El chef de La Moncloa explica que Zapatero optó por "no presentar batalla" ante los designios dietéticos de su esposa, sin embargo, "no desaprovechaba cualquier oportunidad para saltarse las normas". Y su fetiche gastronómico eran las almendras fritas: "A toda hora, en cualquier lugar. Estaban por todas partes, en despachos y salones [...]. Siempre estábamos friendo almendras".
Julio González de Buitrago se jubiló días antes de que Rajoy llegase al palacio y, aunque en su currículum no cuenta con ninguna estrella Michelin, sí ha recibido la Cruz de Caballero de la Orden del Mérito Civil o las felicitaciones de gourmets de la talla de François Mitterrand.
González de Buitrago afirma en su libro que, a pesar de contar con orígenes y discursos políticos muy distintos, entre las familias que han habitado La Moncloa "hay más similitudes que diferencias" porque "todas comían como cualquier familia española".
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Carlos G. Cano
Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...