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Entrevista:

Sor Lucía Caram: "El flan de leche condensada puede ser mi perdición"

Canal Cocina estrena este martes el programa de recetas 'Sor Lucía' y, si Arguiñano cuenta chistes, ella habla de los pecados del capitalismo

Lucía Caram (Tucumán, Argentina, 1966) se define como "una monja contemplativa, que no de clausura, implicada desde la vida de oración en la causa de la humanidad". Después de varios años recluida en un convento descubrió que "el espacio de las grandes contemplaciones no es solo el claustro y el silencio". Vio que "para descubrir el paso de Dios por la historia y su proyecto, todo el mundo es una manifestación". Un cambio de chip que le ha convertido en una monja hiperactiva y casi omnipresente, siempre dispuesta a "despertar conciencias para generar el cambio". Y lo mismo te escribe un libro crítico con el sistema que le echa espinacas a las lentejas. Este martes se estrena con Sor Lucía en el Canal Cocina.

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Eres argentina pero te viniste a España porque habías oído hablar de elBulli y porque aquí se come muy bien, ¿no?

[Risas] Lo de elBulli lo conocí hace poco... ¡No! Me vine a un monasterio de Valencia a hacer mi formación, donde estuve cinco años en absoluta clausura, dedicada al silencio, a la oración y al estudio. Luego me vine a Manresa, donde llevo 20 años, y aquí volví a hacer algunas incursiones en la cocina, como ya había pasado en Argentina. No he estado en elBulli pero a Ferran Adrià lo he conocido por la Fundación Alicia, que la tenemos en el Monasterio de Sant Benet, muy cerquita del convento. De todas formas, su cocina no es la que me seduce, ni la que me enamora ni a la que me dedicaría nunca...

Es curioso que la Fundación Alicia también esté en un monasterio...

En los monasterios se cuidaba mucho la huerta y en el de Sant Benet lo siguen haciendo. Trabajan mucho el producto ecológico y, así, aúnan dos cosas: lo más sano y natural, tal y como nos lo da la Tierra, con lo más sofisticado, para que resulte más agradable al paladar. Pero bueno, lo mío es lo tradicional. De la huerta al plato... Yo creo que Ferran Adrià es un genio, una persona sumamente interesante, pero no me apuntaría en su escuela.

¿Cuándo empezaste a cocinar?

¡A mí siempre me ha gustado mucho! Ya en casa, de pequeña, tuve buenos maestros: mi madre; María, la señora que nos cuidaba de pequeños y de la que aprendí las recetas más criollas; y mi abuela paterna, que era del Líbano. En mi casa era una especie de ritual: dos veces a la semana había comida libanesa. Al entrar en el convento dejé de cocinar y en Valencia creo que ni siquiera llegué a entrar en la cocina pero en Manresa había dos hermanas mayores que llevaban mucho tiempo en la cocina y, un poco de la mano de ellas, volví a aprender algunos secretos y recetas y, desde hace 10 años, soy la cocinera del monasterio.

¿Cuál es tu plato estrella?

¡La paella! Creo que es con lo que más disfrutan y yo también disfruto haciéndolo. La barbacoa, el asado argentino, estaría en primer lugar, en realidad, pero ya no lo hago tanto porque, como el animal no es argentino, no es tan bueno [risas].

¿Hay algún plato que sea pecado o que esté muy cerca de serlo?

Todos aquellos que nos seduzcan y nos hagan perder la libertad absoluta. Para mí, por ejemplo, el flan de leche condensada puede ser mi perdición...

¿Qué tienes de especial?

En Argentina se hace mucho. Me lo enseñó mi madre. Se hace con la misma cantidad de leche que de leche condensada, luego se bate... y al baño María. El resultado es dulce pero no empalagoso y, si eso lo acompañas con un plato de fresas, ya es ¡casi celestial!

¿Por qué te ha dado por presentar un programa de cocina?

Bueno, me lo propuso Canal Cocina y, aunque al principio les dije que no por falta de tiempo, al final ya no puede echar marcha atrás... La verdad es que fue una experiencia muy buena porque me ha servido para recuperar recetas y porque la cocina, como me pasa en el convento, significa dejar la actividad frenética de muchas cosas y poder pensar. ¡Es un momento privilegiado! Muchos de los proyectos que tengo entre manos se han cocinado junto a los platos de las monjas pero, además, la cocina es también un vehículo para manifestar cuánto quieres a alguien. Yo, con mis recetas, estoy cuidando y expresando agradecimiento a las monjas que, a su vez, tanto me cuidan y tanto me quieren...

Una vez dijiste que a Rajoy igual le costaba entrar en el cielo...

Lo dije un poco en broma porque Dios es grande y misericordioso y yo creo que en el cielo entraremos todos, pero si ignoramos los derechos fundamentales de las personas y privamos a mucha gente de poder vivir con dignidad, creo que no puede quedar impune. Cuando un Gobierno se dedica a rescatar entidades financieras, a recolocar a gente de su partido y a velar por intereses capitalistas, es muy grave. El presidente y su Gobierno están borrachos de seducción ante las figuras de Obama y Angela Merkel. Parece que sean ellos quienes marcan la agenda del país mientras mucha gente se ve privada de lo esencial y la situación empieza a cronificarse. Los pobre son cada vez más pobres y los pobres más pobres son cada vez más miserables. ¡Eso clama al cielo, a la Tierra y al infierno! A mí no me gusta hablar de pecados pero creo que ahora se está cometiendo uno gravísimo: el capitalismo sin entrañas...

Arguiñano cuenta chistes... ¿De todo esto vas a hablar tú entre plato y plato?

He intentado que el programa sea amable pero, entre col y col, patata, como dicen aquí. He aprovechado para hacer algunas reflexiones relacionadas con los platos y también para explicar algunos proyectos que tengo entre manos. ¡Pero no solo políticos! También relacionados con la institución en la que estoy. Cuando estoy con las manos en la masa, por ejemplo, no puedo dejar de hacer referencia al evangelio porque muchas veces buscamos el poder y la dominación y la Biblia nos dice que tenemos que ser como la levadura: humildes, discretos y desaparecer. La cocina nos da muchas imágenes y yo aprovecho para hacer reflexiones humanas, que no religiosas.

Calle 13 canta que "somos la levadura que levanta la masa"...

¡Esa es una frase del evangelio! Por ahí va el camino, la transformación... Los cambios no los van a impulsar los planes macroeconómicos diseñados por los que mandan.

¿No crees que en la Conferencia Episcopal Española comen demasiado limón?

¡Yo creo que sí! El Papa Francisco habla de los que están amargados o tienen cara de vinagre... Es muy sintomático que el Papa haya arrancado su pontificado con un documento que se llama 'La alegría del evangelio'. Hace mucho tiempo que en la Iglesia no se vivía oficialmente el gozo y la alegría. Nos hemos dedicado a controlar conciencias, a vender ideología y a promover una moral determinada, matando al espíritu que todo lo hace nuevo. Por eso se nos ha quedado cara de limón y por eso se ha alejado el personal... Dicen que la gente se alejó de la Iglesia. ¡Yo creo que la Iglesia se alegró de la gente!

¿Sabías que una bodega de Mendoza le ha dedicado un vino al Papa?

¡No! Pero ya me parece bien... Francisco nos va a hacer beber vino nuevo y va a conseguir que los hombres sean nuevos porque, como dice el evangelio, cuando metes vino nuevo en barricas viejas, estas revientan y se pierde todo.

¿Y sabías que Jordi Cruz, el de MasterChef, es de Manresa?

¡Sí! Hace dos años nos dieron un premio juntos. A él por su habilidad culinaria y por haber llevado el nombre de Manresa al mundo, y a nosotros por un banco de alimentos que tenemos.

Impulsas un proyecto parecido al de la cooperativa 2.147mans: agricultura ecológica con fines sociales...

Tenemos unos huertos ecológicos, sí. Hemos creado una empresa para dar trabajo a personas en riesgo de exclusión social y nuestra idea es ir luchando en contra de los transgénicos y la alimentación prefabricada, recuperando el producto de proximidad. El proyecto incorpora a niños con problemas de aprendizaje, un grupo de personas con enfermedades mentales y también internos de una cárcel cercana. El contacto con la naturaleza es sanador...

Lo que dices suena a Slow Food...

La gente con la que trabajo es muy partidaria de la agricultura ecológica y del hecho de promover otro tipo de consumo, relacionándonos con la Tierra y entre nosotros de otra manera. La empresa, de hecho, se llama Flor de harina, un concepto sacado de la Biblia. Se trata de recuperar la consciencia de que la Tierra nos da lo que necesitamos para vivir y de que no podemos alterar su frutos. Yo me he hecho militante de toda esta corriente y apostamos por ello para salir de la situación en la que estamos.

No eres la primera monja de Canal Cocina...

Había dos más de un convento de Segovia, sí. Yo no las he visto pero una monja del convento sí las conocía.

¿Cuál crees que será tu plato estrella?

Bueno, mi paella gusta mucho, como te decía, pero a los del Canal Cocina les ha sorprendido cómo hago las lentejas porque incorporo espinacas y porque el chorizo, antes de echarlo a la olla, lo hiervo en vino blanco para quitarle la grasa. Así el potaje es más saludable...

Vivimos en una sociedad de grandes contrastes. Por un lado, restaurantes con estrellas Michelin y, por el otro, familias que recurren al Banco de Alimentos. ¿Cómo llevas tú eso?

¡Es una de las grandes contradicciones de este mundo loco que tenemos! Yo me muevo a diario en un banco de alimentos que atiende a 1.300 personas y procuramos que las familias se lleven productos variados para garantizar una alimentación equilibrada, con cierto margen de creatividad. Nos parece muy importante que la gente pueda cocinar en casa comer en familia. Pero claro, por una parte te encuentras platos sofisticados, precios desorbitados y grandes listas de espera para poder hacer una reserva en según que restaurante, y por el otro ves que hay hambre y que se desperdician toneladas de alimentos. ¡Es una gran contradicción! Eso genera impotencia y me hace pensar que hemos perdido un poco el rumbo pero yo he decidido que todas estas cosas no me van hacer perder la serenidad. Intentaré que la gente que está en mi camino pueda alimentarse bien y, al mismo, explicaré lo que estamos haciendo para poder despertar conciencias. Que los sibaritas sepan que hay gente privada de lo más esencial... y que no es una cuestión de asistencialismo sino de esencialismo: ¡somos lo que comemos! Cundo al Papa Francisco le preguntaron cuál es el mayor problema de la Iglesia no habló de la falta de vocaciones ni de la nueva evangelización. El problema más grave, para la Iglesia, es el hambre. Es un tema que nos moviliza y que nos hace daño. A mí personalmente, mucho daño. Pero no seré yo quien se dedique a predicar en contra de todo esto. La cuestión es generar alternativas para promover un cambio.

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Carlos G. Cano

Carlos G. Cano

Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...

 
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