Tres incógnitas catalanas
La primera será despejar si se confirma la alta abstención prevista y a quién perjudicará más. Si se concentra especialmente en los votantes del PSC como auguran las encuestas, o si se reparte de una manera más equilibrada entre todos, también entre los convergentes, como teme y ha avisado toda la campaña su candidato. Cuánto más baja sea la participación, mayores serán las posibilidades para que los partidos pequeños refuercen sus posiciones, o incluso alguna fuerza consiga sentarse en el Parlament por primera vez. El dato de alta o baja participación también podrá darnos un indicador relevante y fiable sobre la tan cacareada desafección política, acelerada por la crisis económica segun sostienen muchos.
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La segunda afecta a la suerte que pueda repartir el voto independentista. Todas las encuestas conceden a Esquerra Republicana el papel de víctima propiciatoria de una hipotética holgada mayoría convergente. Si los republicanos sufren el castigo ejemplar que se les pronostica, emergerían nuevas ofertas en ese espacio electoral y Mas podría sumar una mayoría cómoda. Si por el contrario, aguantan o sufren un desgaste similar al de sus socios del Tripartito, la noche electoral puede deparar aún mas de una sorpresa, mucha cábala y algún que otro disgusto
La tercera se refiere a la proyección sobre la política estatal de los resultados obtenidos por populares y socialistas. El PP afronta el desafío de acreditar su capacidad real de sumar en Catalunya los votos que necesita para gobernar en España. Repetir los resultados de hace cuatro años, seria una mala noticia para un Rajoy que sabe que necesita crecer en Catalunya para llegar a la Moncloa. Zapatero y su partido van a poder medir, sin atenuantes ni anestesia, el destrozo que la crisis y su gestión hayan infligido entre su base electoral. La gravedad o levedad de los daños les dará una proyección bastante precisa de hasta qué punto la famosa remontada es posible, o solo fue el sueño de un cambio de gobierno.