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Análisis:

No me chilles, que no te veo

La política sigue viva pese a que a muchos la daban por muerta. La participación superó el voto de 2006, cuando la crisis solo era una pesadilla. La desafección no fue tanta en Catalunya, a pesar de los esfuerzos de tantos actores políticos y mediáticos por dar la razón a Paul Valery, cuando decía que la política es el arte de hacer que nos preocupemos de las cosas que no nos importan, mientras otros deciden las que realmente nos afectan.

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La lectura de los resultados ha de hacerse con cuidado. Nada nunca es tan fácil o sencillo como parece. Mas aún en un país que lleva dos años en campaña para las Generales. Conviene huir de las lecturas simples, para no acabar como los protagonistas de la película, chillando aunque no te vean. CIU puede conformarse con pensar que vuelve a su posición dominante porque la mayoría progresista fue una excepción y recoge el resultado de la demoledora ecuación de crisis mas un gobierno dividido. Pero también puede ser que le haya costado diez años acabar de pagar la factura de su pacto con Aznar. Un dilema que deberá resolver antes de elegir pareja en el baile estatal.

Los socialistas pueden confortarse pensando que su retroceso es equiparable al que sufren en sus propias elecciones regionales otros gobiernos europeos baqueteados por la crisis. También pueden solazarse pensando cuánto amplía su margen de maniobra en el escenario estatal la cómoda mayoría convergente. Pero si mira las cifras con atención, verá que la derrota ha sido aún más dolorosa en sus fortines electorales, que el voto urbano y progresista le abandona porque no le votó para hace estas políticas, que ya las hace la derecha mejor y con menos problemas de conciencia. Un abandono que no se arregla sólo esperando a que escampe la recesión o mejorando las ruedas de prensa en Moncloa.

Los Populares pueden alegrase celebrando cuánto se parece este resultado al que anticipó en 1995 el cambio en España. Más si repasan con atención la noche electoral, recordaran que entonces quiénes estaban solos eran los socialistas de González y ahora quién no tienen alguien que les escriba son ellos. Una cuestión crítica porque si el paralelismo con el 95 es algo mas que una coincidencia, que lo es, las generales serán una carrera muy ajustada.

A La izquierda nacionalista y ecoverde le queda fustigares con la cruel ironía de que sea el centro derecha quien recoja los frutos de sus apasionados esfuerzos por condenar a las infiernos progresistas a Zapatero. A Laporta, aprender que la política parlamentaria no es precisamente una fiesta que nunca acaba.

 
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