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Se eleva a 87 el número de muertos en el atentado de Nayaf

El ataque podría alimentar los enfrentamientos entre suníes y chiiíes

El atentado en el que ayer murió el ayatolá Mohamed Baqr al Hakim se ha cobrado ya 87 vidas, según fuentes médicas de Nayaf. Otras fuentes citadas por CNN señalan que el número de víctimas mortales podría ser mucho mayor, de hasta 125 personas.

Se trata del mayor ataque contra la estabilización de Irak desde la caída del régimen de Sadam Husein. Al Haquim, un clérigo chií moderado, se había convertido en una pieza clave para el éxito de los planes estadounidenses, pues había aceptado la participación de su grupo -la Asamblea Suprema para la Revolución Islámica en Irak- en el Consejo de Gobierno.

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El clérigo acababa de cumplir con la oración del mediodía del viernes, y se disponía a abandonar la mezquita, que estaba abarrotada -como sus alrededores-, cuando un coche bomba le costó la muerte. Sus seguidores enseguida acusaron a los simpatizantes de Sadam. Y hay motivos para ello. Aunque los chiíes están enfrentados por cómo enfrentarse a las fuentes de ocupación, resulta impensable que un miembro de esta comunidad profane el santuario del imán Alí, donde se produjo el atentado.

No sólo se trata de la acción más violenta desde que el pasado 1 de mayo se diera por concluida la guerra, sino que con el asesinato de Al Hakin los grupos de resistencia a la ocupación han dado un salto cualitativo importante. Lo sucedido no puede sino agravar la agonía de este país, incita a los chiíes a radicalizarse, y abre una peligrosa brecha entre éstos y la minoría suní, que dominaba el régimen depuesto.

Anoche, en los alrededores de la mezquita de Alí habían desaparecido los marines estadounidenses que acudieron tras el atentado y milicianos chiíes vigilaban el lugar. La semilla de la guerra civil está plantada.

 
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