"A partir de 2.000 euros": así trabaja el 'influencer' gastronómico 'Cenando con Pablo'

Si estás comiendo en un restaurante y en la mesa de al lado ves a un tipo hablando solo (frente a un pequeño set de grabación), puede que sea el influencer madrileño Pablo Cabezali o, como le conoce todo el mundo, Cenando con Pablo. «Empecé hace siete años», explica a Gastro SER, minutos después de impartir una charla en la feria Hospitality Innovation Planet (HIP). «Empecé a documentar mis experiencias cuando salía a comer con mi familia, con amigos o con alguna cita. Publicaba fotos, la cuenta y una pequeña crónica... y la acogida fue muy buena desde el principio». Ahora, sumando TikTok, Youtube e Instagram, cuenta con más de 2 millones de seguidores y se ha convertido, para muchos, en uno de los prescriptores más influyentes de la gastronomía española. Mucha gente, de hecho, no solo reserva mesa después de ver alguno de sus vídeos, como antaño pasaba con las columnas de determinados críticos, sino que se pide exactamente los mismos platos que pidió él. Pero los tiempos han cambiado... y los contenidos también. A Cabezali le gusta ir al grano y en sus vídeos no le da mucha importancia al contexto. Después de recordar algunos datos básicos, de hecho, todo suele girar alrededor de lo que se encuentra en el plato y de las sensaciones que experimenta sobre la marcha. Un estilo muy directo que conecta con miles de personas, pero que también, al compararle con la crítica tradicional, puede percibirse como demasiado simple o superficial. «Cuando tienes una gran exposición, es normal que haya detractores. Obviamente, no lo hago todo bien y agradezco a quien me contacta para corregirme, aunque también hay quien se crece a través del teléfono», explica. «Estoy al tanto de cómo —no solo yo, sino muchos de nosotros—estamos considerados por la vieja escuela, pero creo el problema no es nuestro, sino de sus expectativas. Yo soy Pablo, voy asiduamente a restaurantes y comparto mi opinión, como lo haría un amigo tuyo. Procuro formarme, pero no pretendo escribir una columna para El País. Estoy contento con mi estilo y ahí están los números. El mundo está lleno de expertos y no de gente con resultados». Cabezali viaja constantemente (con sus perros) y come o cena fuera de casa una media de 10 veces por semana, solo que, a diferencia de lo que tradicionalmente han hecho los críticos gastronómicos, algunas veces paga la cuenta... y otras cobra por ello («a partir de 2.000 euros»). Al preguntarle por el porcentaje de visitas independientes y de colaboraciones pagadas, además, evita dar cifras: «Es muy irregular. Depende de mis ganas y de dónde esté, pero mi regla número uno es disfrutar». En los vídeos que publica en Instagram tampoco deja claro si ha ido por iniciativa propia o porque el empresario le ha contratado, pero a su público parece no importarle y los hosteleros —salta a la vista— están encantados. «Me llegan muchas propuestas, unas 50 al mes, pero filtro bastante y solo voy a sitios en los que creo que voy a disfrutar. Además, conozco a mi público y sé lo que va a funcionar», asegura. Al preguntarle por alguna experiencia decepcionante habla del donostiarra Arzak: «Tiene tres estrellas Michelin y no me pareció para tanto». Su restaurante preferido (y al que más veces ha ido), en cambio, es el asturiano Casa Marcial, que también acaba de llegar al olimpo de la guía francesa. Pero también frecuenta lugares deliberadamente casposos. como Casa Gelu (Avilés) o sitios de moda, como el multipremiado Simpar (Santiago de Compostela), donde no ocultó su decepción al ver que solo le ponían una croqueta. El influencer madrileño, que también acaba de montar su propio foodtruck en el certamen The Champions Burger, insiste en que no deja que los hosteleros le digan de qué tiene que hablar bien («si miento, cavo mi propia tumba»), y señala que, cuando un restaurante no le gusta nada, si ha ido por libre lo comenta «con tacto» y, si le habían contratado, declina la oferta y se dan la mano. «Albert Rivera dijo una vez que la rentabilidad te da libertad», asegura. «Si me llaman de un restaurante que tiene una media de 3,6 en Google, es sospechoso. Pero la verdad es que he ido a algunos agujeros en los que se come de maravilla». Su método —que algunos tachan de publicidad encubierta— no pasaría la prueba del algodón de la ética periodística, pero la cuestión es que ni él lo pretende, ni su público lo espera. Antes de convertirse en influencer, de hecho, Cabezali fue promotor de eventos en el sector del ocio nocturno. Una experiencia que, según dice, le sirvió para desarrollar su don de gentes y sus dotes de comunicación. Sea como sea, su éxito es incuestionable. Su visita al obrador Cheesecakes Alcázar Iván (Rivas-Vaciamadrid), por ejemplo, tuvo tanto impacto (más de 40.000 megustas) que el dueño le pidió que espaciara las publicaciones de TikTok e Instagram para poder hacer frente a la «avalancha» de pedidos. «No hay nada seguro, pero yo me implico y sé cuál es mi repercusión. Obviamente, no voy a pedir 2.000 euros si luego no va ni Perry... Pero ahora la gente se desvía de la A-3 para probar sus tartas de queso y yo me siento culpable y también muy orgulloso». En la charla que ofreció en la feria HIP, por cierto, alguien del público le preguntó cómo consigue mantenerse en buena forma comiendo tanto y, más allá de machacarse en el gimnasio, Cabezali desveló cuál es su secreto: cada mañana camina durante 45 minutos en ayunas.

"A partir de 2.000 euros": así trabaja el 'influencer' gastronómico 'Cenando con Pablo'

Cabezali come fuera 10 veces por semana... y muchas veces cobra por ello

Carlos G. Cano

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