Sociedad

¿Qué puedo hacer si mis hijos me caen mal?

La familia no se elige, por lo que es fácil que la relación paternofilial no fluya como a ambas partes les gustaría

¿Qué hago si mis hijos no me caen bien?

¿Qué hago si mis hijos no me caen bien?

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Lugo

Los amigos son la familia que uno escoge, pero la familia es la que toca. No la has pedido, ni ellos tampoco a ti, pero estáis condenados a tener una relación, como mínimo biológica.

La ilusión con la que se forma una familia suele ser inigualable, el ser humano tiende, por defecto, a romantizar la idea de conformar su propia familia y a veces llega la decepción: Nada es como te lo imaginabas. No soportas a tus hijos o hijas.

La educadora social, Marta Paz, apunta a que este tipo de pensamientos pueden ser más frecuentes de lo que imaginamos. La experta explica que se tiende a "soñar con una familia ideal, de llevarse estupendo, contárselo todo y estar juntos los domingos viendo una serie de televisión... y no siempre es así".

Aceptar que nuestro núcleo familiar no es cómo lo habíamos soñado cuesta, pero la única solución para llegar a buen puerto es comprenderlo. "Hay que quitarse de la cabeza la idea de que ser hijos, madres o padres estamos obligados a llevarnos genial entre nosotros, a veces la clave de una buena relación reside en dar espacio".

Las etapas de desarrollo

No "soportar" a los hijos ha de entenderse dentro del marco de cada etapa de su desarrollo personal. La educadora social separa la infancia, la adolescencia y el mundo adulto.

"En la infancia hay un tema muy interesante a tratar que es qué esperamos de nuestros hijos e hijas, porque cuando decidimos ser madres o padres a veces visualizamos y nos creamos unas expectativas sobre el hijo o hija que queremos tener: que va a ser, que va a estudiar, que deportes practicará, o que instrumento musical tocará, que habilidades tendrá... y cuando veamos que la realidad no encaja en lo que nosotros queríamos como padres llegará la frustración", detalla.

También entra dentro de la normalidad que los hijos "nos saturen" a lo largo del día. Que no se comporten como deberían, que hagan preguntas inoportunas, que griten o estén irascibles... " y ahí llega la queja del 'no puedo más con este crío', pero si lo analizamos, hay que entender que hay algo en concreto que nos está molestando de su conducta en ese instante preciso y que debemos trabajar para corregirlo".

Luego crecen y llega la adolescencia. Esa etapa en la que pasas de querer comerte a los más peques de la casa a dudar por qué no lo hiciste. "En esta etapa te van a caer mal y tú a ellos también, así que no hay problema", bromea la experta.

La adolescencia es una etapa difícil, las hormonas estás en completa ebullición y los choques son frecuentes en casa porque llega la rebeldía propia. Es lógico que durante unos años exista cierto "distanciamiento" entre las partes, pero "lo importante reside en observar la persona en la qué se está convirtiendo nuestro hijo o hija más allá de que nos entendamos mejor o peor".

Marta Paz recomienda "acompañar a nuestro hijo o hija en ese camino fascinante. Nosotros hemos plantado una semilla y ahora ellos ya están construyendo su propio camino y eso debe de ser un motivo de orgullo. Evitemos comparaciones con nuestros 'yos' del pasado o con las personas que nos gustaría que fuesen. Disfrutémosles".

La experta reconoce que habrá "por supuesto momentos en que nos caigan mal, o pensemos que se están equivocando y que no nos escuchan. Aquí debemos respetar y dar el espacio necesario para que encuentren su sitio".

Por último aterriza la etapa de la madurez. Y llega el momento definitivo para asentar, fortalecer o romper la relación paternofilial. El adulto que tenemos delante nada tiene que ver con el niño o niña que correteaba por casa. Toca entenderse.

Evolucionamos, cambiamos, formamos nuestras propias familias, y esto a veces nos distancia de los nuestros. Por múltiples factores, pero pasa. Simplemente no estamos tan a gusto como antes o priorizamos pasar tiempo de calidad con otras personas.

No coincidir en las formas de pensar, no tolerar las conductas del otro o las grescas constantes hacen que las relaciones familiares se enfríen. Marta Paz recuerda que "tan sano es llevarte bien con los tuyos como asumir que no es así y que cada uno necesita su propio espacio".

Asumir que no todos los domingos hay que comer en la misma mesa puede beneficiar la relación. "Es mejor verse poco y verse bien que no forzarnos a tener que seguir unas rutinas de visita estipuladas que solo provoquen crispación y discusiones".

Entonces, ¿Qué hacemos si nuestros hijos no nos caen bien? Primero asumir que puede pasar y que pasa, que si podemos buscar un clima de convivencia y respeto mutuo sería ideal, aunque sea menos del que nos gustaría, que lo aprovechemos. Y que si ni con esas queremos vernos las caras... hay que saber soltar.

 
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