Los nueve cuadros más sabrosos del Museo Thyssen-Bornemisza
La visita temática que el museo madrileño organiza con motivo del Gastrofestival 2015 mezcla la cocina con el sexo, el misticismo o la coquetería alemana del siglo XVI
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Nedick's, 1970 (Richard Estes). / MTB
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Madrid
La sexta edición del Gastrofestival inundará Madrid de propuestas que relacionan la cocina con disciplinas como la pintura, el cine, la literatura o la fotografía, y el Museo Thyssen-Bornemisza vuelve a sumarse al programa de actividades con un recorrido por los rincones más sabrosos de su colección.
Las visitas temáticas (16 euros) tendrán lugar los sábados 31 de enero y 7 y 14 de febrero a mediodía, pero para quien no pueda acercarse hemos recopilado algunas de las obras seleccionadas, acompañándolas de algunas de las interesantes reflexiones facilitadas por la pinacoteca.
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Retrato de una joven, 1543-1550 (Paris Bordone). / MTB
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Retrato de una joven, 1543-1550 (Paris Bordone). / MTB
La dama de Paris Bordone sujeta con una cadena a un mono, animal que se asoció tradicionalmente al sentido del gusto y se convirtió en emblema de la gula. La opulenta belleza de la modelo sugiere el juego metafórico entre la comida y el erotismo, pues como sentenció Terencio: "Sine Cerere et Baco friget Venus" (sin Ceres y Baco, Venus se enfría).
El binomio secular entre sensualidad y gastronomía halló eco en las creencias populares. Así, se decía que los orígenes de ciertos tipos de pasta eran antropomórficos: los tagliatelle habrían sido inventados por un cocinero a imagen de la rubia cabellera de Lucrezia Borgia, mientras que los primeros tortellini fueron modelados a partir del ombligo de una dama complaciente.
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La Última Cena, 1485 (seguidor del Maestro de la Virgo Inter Vírgenes). / MTB
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La Última Cena, 1485 (seguidor del Maestro de la Virgo Inter Vírgenes). / MTB
Aunque la Biblia no nos proporciona detalles sobre el menú, pues los Evangelios mencionan sólo el pan y el vino, convertidos en alimento espiritual que señala el camino hacia la vida eterna, podemos suponer que la fuente vacía en el centro de la mesa contendría un cordero, uno de los alimentos consumidos durante la Pascua.
En algunas obras del Renacimiento, sin embargo, se opta por alternativas curiosas: Duccio di Buonin-Segna, en una tabla destinada a la Maestà de la catedral de Siena, representa un cochinillo, criatura impura de acuerdo con la ley mosaica; Zanino di Pietro, en un fresco de San Giorgio en San Polo di Piave, pinta cangrejos de río; y Leonardo da Vinci, en La Última Cena más famosa de toda la Historia, un plato con lo que parece ser una anguila, animales igualmente proscritos por los preceptos judíos.
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Retrato de Matthaus Schwarz, 1542 (Christoph Amberger). / MTB
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Retrato de Matthaus Schwarz, 1542 (Christoph Amberger). / MTB
A Matthaüs Schwarz, quien escribió varios tratados sobre contabilidad y estuvo al servicio de los Fugger, poderosa familia de banqueros, se debe un fascinante libro conocido con el nombre de Trachtenbuch. El manuscrito, de perfil biográfico, tiene 137 ilustraciones en las que se describen los trajes más importantes que lució a lo largo de su vida.
Una de estas ilustraciones le retrata desnudo, a los 29 años, junto a una anotación que reza: "He engordado y ensanchado". La preocupación por su imagen llegaría a su culminación con motivo de la celebración de la Dieta Imperial en Augsburgo en 1530. Schwarz encargó tres costosos modelos para la ocasión y procuró perder peso. En suma, hizo dieta para la Dieta.
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Adan y Eva, 1507-1508 (Jan Gossaert). / MTB
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Adan y Eva, 1507-1508 (Jan Gossaert). / MTB
Desde el momento en que Adán y Eva probaron el fruto prohibido en el Jardín del Edén, la comida ha desempeñado un papel significativo en las Sagradas Escrituras. Cabe señalar que el texto bíblico no especifica que se tratara de una manzana, por lo que en ocasiones los artistas prefirieron representarlo como un albaricoque, un melocotón o un higo. Sí se mencionan en el Génesis las hojas de higuera en conexión con la caída, como símbolo de vergüenza por el pecado cometido. Finalmente se optó por la manzana a causa de una deriva semántica (de malum, manzana en latín, por semejanza con "mal") y por su identificación en el mundo clásico con la belleza y el placer.
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Esau vendiendo su primogenitura, 1627 (Hendrick ter Brugghen). / MTB
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Esau vendiendo su primogenitura, 1627 (Hendrick ter Brugghen). / MTB
Según la tradición, Jacob fue el segundo en nacer de los mellizos concebidos por Isaac y Rebeca. Durante el embarazo, los niños "luchaban" dentro del vientre de la madre, que recibió el mensaje divino de que dos naciones estaban formándose en su vientre, y que la representada por el hijo mayor serviría al menor. Rebeca siempre favoreció a Jacob, mientras que Isaac mostró su predilección por Esaú.
Un día Esaú llegó hambriento de la caza y le pidió a su hermano Jacob un guiso de lentejas que estaba comiendo. Éste, por consejo de su madre, le exigió el derecho de primogenitura a cambio del alimento, a lo que accedió Esaú, despreciando así los bienes espirituales que tal primogenitura implicaba por un beneficio material momentáneo y efímero. De ahí que en el habla popular se diga que alguien ha vendido su honor "por un plato de lentejas".
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La cocinera, 1657-1662 (Gabriel Metsu). / MTB
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La cocinera, 1657-1662 (Gabriel Metsu). / MTB
La cocinera, retratada en su entorno habitual de trabajo, muestra con orgullo el fruto del mismo y, a través del asado, parece ofrecerse a sí misma con ademán pícaro a la mirada del espectador. Al pintor de este cuadro, Gabriel Metsu, especialista también en escenas domésticas y costumbristas de mercados y tabernas, le debió de gustar la cocina, o quizás la cocinera, pues al menos en otras dos ocasiones repitió el tema.
Hay quien ha percibido en este ambiguo gesto una alusión erótica, reforzada por las perdices colgadas al fondo, tradicional símbolo de lascivia que aparece igualmente en dos obras que el visitante podrá admirar en la Sala 9 del Museo: La ninfa de la fuente, de Lucas Cranach el Viejo, y Hércules en la corte de Onfalia, de Hans Cranach.
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Retrato del cocinero de George Washington, 1795-1797 (Gilbert Stuart). / MTB
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Retrato del cocinero de George Washington, 1795-1797 (Gilbert Stuart). / MTB
El protagonista de esta obra es, según todos los indicios, Hércules, uno de los dos cocineros mencionados en el censo de esclavos al servicio de George Washington. Si bien el primer retrato identificable de un cocinero es un dibujo de Marco Ballarini realizado por Pier Leone Ghezzi en la primera mitad del siglo XVIII, el hecho de que se retratara a un cocinero de condición servil con la pose habitualmente reservada a la alta burguesía y la aristocracia es una muestra de un cambio en las mentalidades y de la definitiva consideración de la gastronomía como hecho cultural relevante.
Un testimonio contemporáneo describe a Hércules como "un verdadero artista que llegó a las más altas cotas del arte culinario", un talento que le reportó algún privilegio, como el de vender las sobras de los banquetes presidenciales. No obstante, esto no impidió que un buen día se fugara, quizás porque poco antes, durante el frío invierno de 1796-1797, había sido destinado a duros trabajos a la intemperie.
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Manifestacion patriotica, 1915 (Giacomo Balla). / MTB
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Manifestacion patriotica, 1915 (Giacomo Balla). / MTB
Los provocadores futuristas agitaron la bandera de la revolución en todos los ámbitos de la vida. En 1930 se publicó el Manifiesto de la cocina futurista, con el que declaraban su hostilidad a la pasta, a la que acusaron de embrutecer al pueblo italiano. Inauguraron en Turín un restaurante experimental, La Taberna del Santopaladar, donde proponían platos como el antipasto intuitivo, el pollofiat —cocinado sobre cojinetes de bolas que trasmitían el sabor del aluminio a la carne—, el salmón de Alaska al rayo de sol con salsa Marte, los meteoritos alimenticios o el carneplastico.
Todos los sentidos intervenían en la celebración del aerobanquete: diversos perfumes llegaban a la mesa por medio de un ventilador para anunciar cada plato, cuya degustación se favorecía mediante la poesía y la música. En cuanto al tacto, era preciso tocar retales de seda y terciopelo o trozos de lija para participar en una experiencia estética multisensorial.
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Nedick's, 1970 (Richard Estes). / MTB
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Nedick's, 1970 (Richard Estes). / MTB
La cadena Nedick ́s nació en Nueva York en la década de 1920 y en poco tiempo se convirtió en uno de los iconos de la ciudad. En aquella época se estaba produciendo un cambio radical en los hábitos culinarios, motivados a su vez por la industrialización, la incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo, la obsesión por la higiene, la voracidad consumista y la falta de tiempo para interrumpir el proceso productivo.
¿Y quién era capaz de servir un menú completo —hamburguesa, Coca-Cola y patatas fritas— en segundos? Nedick’s, pionera de la comida rápida hasta ser desbancada por su rival McDonald’s, cuyo primer autoservicio se abrió en Pasadena, California, en 1937.
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Carlos G. Cano
Periodista de Barcelona especializado en gastronomía y música. Responsable de 'Gastro SER' y parte del...