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ENTREVISTA | 'DEL PLATÓ AL ESCENARIO'

Antonio Molero: "En la televisión hay más mierda porque ahora hay demasiados ejecutivos"

Célebre por su trabajo en 'Médico de familia' y 'Los serrano', Antonio Molero protagoniza ahora la obra 'El nombre' mientras graba su nueva serie de televisión

Antonio Molero, actor (46 años). Protagonista de la comedia 'El nombre'(PROMOCIONAL)

Termina de masticar una patata frita antes de estrechar la mano. Sale del camerino como un tío normal. Eso dicen que es Antonio Molero, un tío normal. "Hacemos la entrevista donde quieras", dice. Atravesando el escenario, ahora sin la magia de las luces encendidas, la entrevista se lleva a cabo finalmente en un par de butacas. Hay cierto encanto en bajar a un actor del escenario, aunque muchos no sepan diferenciar cuándo están arriba o abajo.

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Antonio se recuesta cómodamente en una de las butacas del teatro Maravillas donde protagoniza -junto a Jordi Bosch, Amparo Larrañaga, Kira Miró y César Camino- 'El nombre', una recomendable comedia que provoca la carcajada del espectador sin recurrir a chistes ni situaciones grotescas. La obra funciona como la pequeña ficha de dominó que cae por un soplo de nada y se termina desencadenando una caída masiva. En la discordia está la risa.

La entrevista, prevista para 15 minutos, se extiende durante casi tres cuartos de hora y supone un recorrido por la trayectoria de este toledano de 46 años y el poso que la profesión de actor y la vida han dejado en él. Muy reconocido por sus trabajos en televisión, Antonio se siente más caliente al abrigo de un escenario. Al fin y al cabo, con el teatro y desde bien abajo se fue enamorando de una profesión que ama aun conociendo muy bien sus vicios, peligros y trampas.

Charla con naturalidad. Si piensa no es para dar la respuesta académica y debida, sino para expresar lo que realmente le sale de dentro, por sorprendente que parezca o malsonante que resulte. En esa butaca del Maravillas, con barba blanquecina de dos días, responde sosegado y firme. Como el que opina del tiempo en un bar con sus amigos. Es un tipo muy normal este Antonio Molero. Lo que él no comprende es que otros colegas de profesión no lo sean...

En 'El nombre', un comentario absurdo y medio en broma, precipita una serie de acontecimientos que dinamitará una, hasta ese momento, cena familiar tranquila...

Sí, es una chispita que prende una llama que está por debajo. En la vida de las personas (amigos, familia...) hay muchos materiales en combustión que siempre tapamos y, como animales sociales que somos, vamos aplazando discusiones, enfrentamientos... Y un buen día salta esa chispa y todo el mundo dice lo que tiene dentro y lo que quiere decir desde hace muchos años. Y en 'El Nombre', esa es la noche.

¿Por qué nos guardamos esas cosas, por qué no le decimos a nuestro cuñado, abiertamente, lo gilipollas que nos parece?

Una de las cosas que ocurren aquí [en la obra] son insultos directos entre los personajes, como nunca se habían dicho. Esa noche sale todo y hay que encajarlos porque probablemente sean verdades y las verdades duelen mucho.

Es tiempo de comedia... por lo menos en cine y teatro

En televisión, curiosamente, están funcionando más como una cosa más de romance, historia, romance... Así parece que soplan los vientos ahora, aunque esto siempre puede cambiar. En teatro se nota en el ambiente de que hay ganas de reírse... o necesidad.

¿Tú eres consciente de que la gente, a lo largo de tu carrera, contigo se ha reído mucho?

Uno no es muy consciente de lo que puede llegar a generar en la tele. En el teatro sí porque lo notas. Notas el cariño.

También notas que el haber provocado tantas risas en televisión en un arma de doble filo porque sales aquí [sobre el escenario] y la gente está esperando lo mismo. Y cada noche aquí, es un examen, macho.

Es verdad que mucha gente viene a favor, ya les "caes" bien... Yo me siento a gusto y querido, aunque también examinado. Cada vez más.

En esta obra, 'El nombre', las gracias se producen no por chistecitos sino por la propia situación que se genera entre los personajes. ¿Parecido a 'Los Serrano'?

Sí, [vacila]. Comedia de situación es la definición perfecta. La gente se ríe con lo que está pasando, sufre con los giros absolutamente inesperados... Aquí no hay chistes, hay situaciones.

Cuando uno interpreta un personaje como Poli en una serie como 'Médico de Familia' lo más normal es que esa etiqueta le acompañe toda la vida... Y, sin embargo, seguro que por la calle te paran más llamándote "Fiti", ¿no?

Dímelo a mí... Yo tenía clarísimo que me iba a morir siendo "el Poli". Además, 'Médico de Familia' fue una cosa muy bestia. Después ocurrió lo de 'Los Serrano' y mira, un clavo quita otro clavo. Ahora tengo dos... [bromea] La cruz de muchos actores es tener simplemente un personaje con el que se le identifica; al menos yo tengo dos.

Ese es el éxito de la tele. El fracaso, si te cancelan una serie, se va rápido. No así en el teatro... ¿El fracaso en el teatro te persigue cada día que te subes al escenario? ¿Cómo se lidia el representar día tras día una obra que la crítica y el público no respalda?

[Risas] Yo creo que he tenido suerte. Yo empecé en el teatro independiente donde haciamos cosas muy locas, pero generaban mucho interés en salas alternativas... y nos daba igual que vinieran 5 ó 10 ó 20 personas porque eran incondicionales.

Luego, cuando te pasas al gran público, a lo comercial... por suerte, no he tenido esa sensación de saber que tienes que estar un mes aguantando un fracaso.

Muchos actores dicen que, con la crisis, han pasado de poder elegir y rechazar proyectos a aferrarse con uñas y dientes los que les ofrecen. ¿Es también tu caso?

En teatro tengo la sensación de que puedo elegir, sigo descartando cosas. Supongo que va por etapas... No así en televisión y cine, donde no están las cosas como para decir que no.

Tengo que decir que muchas veces me he equivocado y he rechazado cosas que han sido grandes éxitos... pero bueno, es lo que hay.

Y cuando te ha ocurrido eso, ¿te miras al espejo y te dices "aún no sé cómo va este negocio"?

[Risas] Es que nadie lo sabe. En teatro todavía tengo un poquito más de intuición, pero en televisión... [se encoge de hombros] Ahí es un misterio tremendo. Uno está seguro de que aquello no va a funcionar y funciona... y al revés. Y le pasa también a los especialistas de programación. Nadie sabe de esto.

¿Cómo recuerdas esos comienzos en aquellas salas alternativas de teatro de las que hablas? ¿Qué edad tenías por aquel entonces?

Entre 20 y 25 años. Yo era feliz... perdiendo mucho dinero, pero era feliz. Tengo muchísimos buenos recuerdos. Lo que más me gusta de aquello es que pude saborear la profesión desde todos los ángulos, participaba en todo el proceso: colgábamos las luces, conducía la furgoneta, dirigíamos la obra. Así es como se aprende la profesión y no yendo una escuela...

Eso te hace sentir mucho cariño y mucho respeto a todos los gremios con los que trabajamos en equipo en el teatro.

En la película 'El viaje a ninguna parte', al personaje de José Sacristán que fabula con haber sido un gran actor le dicen para devolverlo a la realidad "nunca has tenido una crítica: ni buena, ni mala". ¿Piensas que has tenido suerte por haber tenido críticas, ya sean buenas o malas?

[Sonríe] Sí, por supuesto. Cada mañana le doy gracias a... lo que sea [sonríe por su escepticismo], a la vida. Con la cantidad de chavales que se han quedado por el camino y se siguen quedando... mejores que yo. Te lo juro.

Si te das una vuelta por una escuela de arte dramático, te das cuenta el porcentaje de actores que salen a flote. Es verdad que influye mucho trabajar bien y ser bueno en esto, pero también influye mucho el azar y la suerte... Y eso es duro.

Tú si has saboreado la gloria, pertenecer a proyectos con audiencias superiores a los 7 millones de espectadores. En la obra 'Misántropo', versionada por Miguel del Arco y representada en el Español, un personaje le dice a otro "no te confundas: no te admiran, te adulan". ¿Estando en esa cima del éxito has notado esa diferencia entre adulación y admiración?

Sí, claro. Sobre todo esa es la lucha de un artista que sale en la tele. La tele es un monstruo que engulle todo. El reto es pasar de la adulación a la admiración... y la admiración no se consigue de la noche a la mañana.

Los premios honoríficos se dan cuando ya te estás muriendo. Cómicos maravillosos que nunca fueron premiados y se los dan en la vejez. Es súper injusto.

Adulación mucha... admiración poca.

En televisión estás grabando el piloto de una serie para Telecinco que lleva dando vueltas más de un año y no terminan de darle el OK. 'He visto un ángel', con Antonio Resines...

No tengo ni idea de si puedo hablar de esto [ríe]. No sé si la cosa va a cuajar. Ahora en televisión haces piloto, repiloto y contrapiloto. Todo el mundo opina, todo pasa por 200.000 tribunales...

Vuelves con Resines... ¿Va a existir entre vuestros personajes esa complicidad que ya existió en 'Los Serrano'?

Eso es lo que persiguen... y es lo que intentaremos.

¿Existe fuera?

¡Claro! [Ríe] En una serie es muy difícil que exista complicidad si fuera no hay una buena relación.

Dos compañeros tuyos, de distintos proyectos, me han comentado que fuera de pantalla eres tan normal como la gente puede intuir viéndote en la televisión o en entrevistas. Dicen que tú no eres de los que ofreces una fachada nada más... ¿es verdad o es que te quieren demasiado?

¡Hostia! No te han engañado [ríe] Es que yo no sé por qué hay que ser especial, no sé por qué se te tiene que notar que eres actor. Nunca he entendido que a alguien se le note que es actor o actriz. ¿Se le nota a un tío que es fontanero? Nunca he entendido eso del glamur...

Sí, algunos los ves por la calle vestidos con sombrero, fular...

O esa manera de hablar, esa manera de querer llamar la atención continuamente... ¡pero por qué! Ya tienes el escenario, cuando te bajes: tranquilízate. Yo no veo ningún mérito en ser normal.

Lo que sí creo que es un mérito es ser normal interpretando. Eso es muy difícil. La gente admira mucho mis personajes porque les parece fácil... Y creo que lo difícil es que parezca fácil.

¿Cuál es tu filosofía de vida cuando sales de un plató, de un ensayo? ¿Cómo entiendes la vida?

Ciertos protocolos forman parte del trabajo. Yo he tenido la suerte de no tener que prodigarme mucho por fiestas, estrenos y demás. No me gustan mucho los saraos. A veces hay que hacerlos (por compromisos de amigos y gente querida), pero muy contadas.

Ese no es mi mundo. Mi mundo es mi familia, mis amigos, la bici, darme paseos por ahí y tomar tapitas.

Pues hay mucha gente que dice "¡qué suerte ser actor, vaya fiestas se meten entre pecho y espalda!". Tú lo dices como si ir a un sarao fuera picar en una mina...

[sonríe] Mira, llevo 25 años en esto y me he hecho no sé cuántas giras. En las giras tienes miles de ocasiones para emborracharte, para hacer el cabra... y eso ya lo he hecho. Me lo he pasado muy bien, pero ya está hecho [risas]. Yo no estoy en esto para eso.

En esta obra, todo gira en torno a la problemática que surge con el nombre del bebé. ¿Uno de los problemas de hoy en día es que no se le llama a las cosas por su nombre?

[Piensa] Como te decía antes, vivimos en sociedad y para muchas cosas utilizamos eufemismos o nos las callamos o vamos aplazando verdades que queremos decir a la gente... Hay poca tendencia a la sinceridad, y mucha más a la falsedad.

La sincera amistad que tenían entre Fiti, Diego y Santi era, posiblemente, lo que más valoraba la gente de ese trío con el que tanto se reían viendo 'Los Serrano'. ¿Amistades así son reales?

Había varias cosas que enganchaban al público, una de ellas es que ellos representaban tres tipos de payasos: el descerebrado, Fiti; el cromañón, Santi; y el payaso listo, Diego. Una mezcla de los tres, muy torpes, con las mujeres, mucho más listas.

Luego funcionaba porque eran muy buenas personas y muy buenos amigos. Son valores que la gente los tiene en muy alta estima.

Antonio Molero, Jesús Bonilla y Antonio Resines en 'Los Serrano'

Antonio Molero, Jesús Bonilla y Antonio Resines en 'Los Serrano'

Juan Solo, compañero tuyo en 'Una boda feliz' y autor de la novela 'El hombre sin brazos', dibujaba en este libro el mundo de la tele como un mundo muy duro cuando te da la espalda, cuando te apartan el foco que te iluminaba. ¿Es un mundo tan cruel?

Sí [resopla]. En general la profesión, pero la tele es especialmente cruel. De la misma manera en que te aman, te olvidan y deja de sonar el teléfono. Haces muy pocos amigos en la tele. No hablo de compañeros de profesión, sino de gente que maneja los hilos. Funciona la rentabilidad. En el momento que dejas de ser rentable ya te meten en un cajón y te olvidan. Y te olvidan para siempre, te llames como te llames.

Cuando llevas 25 años en la profesión de actor, como llevas tú, ¿aprendes a no agobiarte, a que hay momentos en los que el teléfono suena mucho y otros en los que no suena?

Cuanto antes aprendas eso y lo asumas, mejor. Y si te puedes buscar un plan B, mejor. Yo no sé hacer otra cosa, pero podría trabajar en otra cosa. Tengo manos para hacerlo.

Cuando te das cuenta de que pasa eso, te acostumbras. Te acostumbras a la inseguridad. Es más, cuando tienes seguridad estás nervioso: "¡Coño! Si me han hecho un contrato de 5 años... ¿Y si me salen más proyectos?"... Es una locura esto.

Con esas manos... ¿tú has trabajado en otra cosa además de como actor?

Antes de meterme de lleno, claro que sí... como todos los chavales, para pagarte tus gastos. Trabajé de camarero, hice de dependiente en una tienda de deportes, aprendí el oficio de cerrajero... En un año de fracaso escolar me tuve que ir a trabajar...

Luego me enganché a estudiar de nuevo y luego estudié magisterio. En la universidad empecé con el teatro universitario y en casa vieron que, de alguna manera, había encontrado mi camino.

¿Sabes cuál es el destino de ese camino o transitas por él sin pensar a dónde te lleva?

Siempre digo que no tengo un objetivo claro. Mi objetivo es disfrutar del recorrido. No sé... últimamente me ronda en la cabeza irme fuera, aprender cosas, idiomas... Nunca me había pasado y ahora, con 46 años, me está pasando.

Me ronda trabajar como actor o como director en otros idiomas. No me quita el sueño, pero lo tengo por ahí. Es la primera vez que me pasa.

En esta sección en la que hablamos de teatro y de televisión, tú que estás viendo el escenario con las luces apagadas y vacío... ¿qué es más bonito: ver el escenario así o ver un plató de una serie cuando se apagan las luces?

No lo sé... Estoy demasiado acostumbrado a ver lo que hay detrás, los paneles de contrachapado... Pero yo prefiero la fantasía, cuando se encienden las luces y, de repente, te encuentras en una casa y te sientes como en tu casa. No te puedes imaginar hasta qué punto uno se cree que está en su casa. Es lo maravilloso de esta profesión: durante hora y media experimentas un viaje total. Como el peyote o la ayahuasca... es un viaje [ríe]

Y por detrás del escenario, ¿dónde hay cajas que esconden más mierda: en el escenario de un teatro o en el de un plató, de una productora?

Creo, sinceramente, que en la televisión hay más mierda porque ahora hay demasiados ejecutivos. Antes no había tanto ejecutivo. Hay más pasta y más gente que busca la rentabilidad.

Aquí, en el teatro, tampoco se quiere perder dinero, pero es como que puedes abarcar con los brazos lo que está pasando. Si tienes un problema, vas a hablar con el productor y cara a cara lo solucionas. El mundo de la tele, por el contrario, es tan grande que muchas veces te diriges a gente que no debes... Lo de la tele es como muy kafkiano.

¿Dónde preferirías ver a tus hijos dentro de muchos años: encima de un escenario o sentados en una butaca?

Me gustaría que les gustase el teatro, porque la tele y el cine les va a gustar. Me gustaría que tuvieran esa cosa activa de levantarse y meterse en un teatro. Es una cosa muy antigua y algo tan antiguo no puede ser malo ni para el espíritu ni para la inteligencia humana. Eso les iba a venir bien seguro.

Yo les llevo mucho al teatro y creo que disfrutan. La niña tiene 4 años y esta es la tercera función mía que ve.

¿En qué cree Antonio Molero?

¡Joder, macho! [sonríe mientras piensa y resopla]. Te lo responderé por eliminación. No soporto a la gente amargada. Cuando me subo a un taxi y veo al taxista escuchando ciertas emisoras que prenden fuego y a ese taxista echando humo, pienso "qué ganas de amargarse la vida". Y no es que tengan ganas de amargarse la vida, es que son amargados.

No hace falta ser actor para amar tu trabajo. Me encanta la gente que disfruta haciendo lo que hace. Es una de las cosas que más admiro de la gente.

¿Tú disfrutas haciendo lo que haces?

Sí, sí: yo disfruto haciendo lo que hago y espero que mis hijos elijan algo en lo que disfruten

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