Economía colaborativa: ahorro y experiencias

El auge de las redes sociales junto con las necesidades de la crisis han impulsado un nuevo tipo de economía basada en el consumo compartido. Gracias a plataformas como 'Blablacar', 'Airbnb' o los 'Bancos del tiempo' es posible ahorrar costes, optimizar recursos e intercambiar experiencias.

Si el dinero es un inconveniente para que hagas cualquier actividad, el ingenio y las posibilidades que han surgido gracias las redes sociales puede resolver tus problemas. Internet acoge plataformas donde los usuarios ofrecen bienes y servicios para compartirlos.

Existen múltiples ofertas. Desde ir a diario al trabajo en el coche de un vecino de oficina desconocido, hasta hospedarse en la habitación para invitados de un matrimonio con hijos que vive lejos de tu ciudad. El objetivo es siempre aprovechar al máximo los bienes y, de paso, tener una vivencia original. Pero para poner en práctica este tipo de economía hay un aspecto esencial, la confianza.

"Viajar con coche compartido es cool"

Un billete de Madrid a Sevilla cuesta en AVE (en clase turista) 52 euros, con Blablacar puedes compartir los gatos del trayecto en carretera a partir de 14 euros. El mánager de la página en España, Vicent Rosso, asegura que además del ahorro -según un estudio de la empresa todos los usuarios de Blablacar en un año se han dejado de gastar 255 millones de euros- viajar de forma compartida es toda una experiencia: "se está creando una nueva mentalidad, compartir trayecto es cool".

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Según cuenta Rosso la base de su proyecto es la confianza, "si no te sientes a gusto con un conductor lo mejor es buscar otra alternativa" e incide "nosotros acercamos a dos personas con la misma necesidad pero no podemos conducir por ellos".

"Es difícil de creer: su casa se convierte tu casa"

Tres días de turismo en Lyon pueden ser entrañables. Sin embargo, la visita es más completa si, además de conocer la ciudad, compruebas cómo es el día a día de sus vecinos. La web Airbnb pone en contacto a futuros huéspedes con propietarios que ofrecen sus viviendas como lugar de acogida. Jose Luís Mirón, un estudiante de 24 años, experimentó en la ciudad francesa esta forma de compartir residencia y lo recuerda con satisfacción: "sorprende cómo unas personas que no conoces de nada te ofrecen las llaves de su casa con total confianza; hasta se esperaban a que me duchara para entrar en su propio cuarto de baño".

En su caso, le llamó especialmente la atención que los propietarios de la vivienda aceptaran acoger a un grupo de extranjeros "con las reticencias que hay en ese tema". No obstante, resalta que en este tipo de prácticas hay un ambiente especial y prima el respeto. Según José Luis "las dos partes, tanto casero como inquilino, tienen que tener una cultura inquieta".

"Intercambiamos nuestros servicios y conocimientos"

Celi García fundó el 'banco del tiempo' de Vitoria en 2004: "hace 9 años empezamos a funcionar entre amigos y familiares y, ahora somos una gran comunidad"

Ella es peluquera y, al igual que los demás socios, ofrece un servicio a cambio de otro. El dinero se sustituye por las horas y el funcionamiento es muy sencillo "cada persona tiene una cartilla con un debe y un haber, intercambiamos nuestro trabajo en función del tiempo que tardemos en realizar las tareas".

Según cuenta Celi, además de labores domésticas -que son las más usuales- se proporcionan conferencias, apoyo psicológico para momentos luctuosos, clases de idiomas, etc. Aunque incide en que "si alguien necesita pintar su casa entera debe contratar a un pintor" porque el objetivo del banco del tiempo "no es quitarle el trabajo a los profesionales". Aclara: "una cosa es arreglar el bajo de un pantalón y otra hacer un traje a medida".