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Los retos del "nuevo Iraq"

Un país que lleva siete años sumido en el caos y la inestabilidad, orquestado por dirigentes incapaces de plantear una visión de Estado

¿Qué es el Nuevo Iraq? Un país que lleva siete años sumido en el caos y la inestabilidad, orquestado por dirigentes incapaces de plantear una visión de Estado, demasiado preocupados por la pérdida de poder. La antigua Mesopotamia no logra revivir de sus cenizas, sus ruinas legendarias nutridas por parte de la historia de la humanidad, parecen abandonadas, inevitablemente deterioradas en un panorama donde la vida de un ser humano ha pasado a no valer nada.

La dignidad del pueblo iraquí está maltrecha, pisoteada por injusticias cotidianas con las que esta orgullosa nación ha tenido que tragar para sobrevivir.

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El Nuevo Iraq es un país destruido, sin servicios básicos, como el acceso a la electricidad, al agua potable, a una alimentación equilibrada, a la sanidad o la educación en condiciones apropiadas. Una situación incomprensible para una población que incluso en los momentos más duros del embargo al que le sometió la comunidad internacional cuando su presidente, Saddam Hussein, decidió invadir Kuwait (Guerra del Golfo de 1991), fue capaz de mantener ciertos estándares de vida.

Hoy los iraquíes dejan pasar los días convencidos de que "no hay futuro en Iraq", no en este "nuevo Iraq" que les han impuesto. En cambio, muchos de ellos hoy se han levantado y están acudiendo a sus colegios electorales para depositar su voto.

¿Mantienen la esperanza en el cambio? La mayoría no, pero sí que están convencidos de que sin depositar su voto dejan de existir definitivamente, de esta forma, son al menos por un día importantes de nuevo porque la atención se concentra en su decisión, a quién depositan su confianza para que gobierne el Iraq que quieren recuperar.

Atentos a las amenazas de los radicales de Al Qaeda, que si no logran bañar de sangre esta jornada electoral, sin duda lo intentarán en los días posteriores a la votación, los iraquíes se preparan para lo peor.

"Cada persona en Iraq debe votar, tenemos que dar una oportunidad al grupo suní para que compartan el nuevo gobierno. No queremos que se excluya a los suníes del nuevo gobierno. Queremos que suníes y chiíes estén juntos para formar el nuevo Gobierno de Iraq", nos explicaba Bousra, que en 2004, después de que secuestraran a su padre y de que desapareciera su hermano mayor, cogió a su hijo y abandonó su casa en Bagdad por miedo a ser la siguiente en la lista de la milicias chiíes.

Entusiasmo entre los refugiados

En el exterior de Iraq, los dos millones de refugiados han vivido con entusiasmo la campaña electoral, muchos de ellos apuestan por el cambio porque son conscientes de que si se produce la continuidad, si los partidos chíies siguen gobernando, no podrán regresar a su país.

Todas las opciones están abiertas en panorama post-electoral iraquí, los pactos y coaliciones pueden variar durante semanas aunque se espera que en esta ocasión, al contrario de lo que ocurrió en 2005 (tardaron cinco meses en formar Gobierno), se conozcan los resultados antes de finales de marzo. Algo que en lo que fuentes oficiales de la Administración estadounidense discrepan porque consideran que será necesario al menos el mismo tiempo que hace 5 años para conocer a los partidos que deberán alcanzar una coalición gubernamental.

La Constitución de 2005 impide que una fuerza política, aunque sea la más votada, forme gobierno y dirija el país sin haber alcanzado antes una coalición con otros partidos o tendencias.

Los analistas señalan tres posibles resultados de las elecciones que se celebran hoy en Iraq. El primero son cuatro años más de las listas chíies, lideradas por la Coalición del Estado de la Ley, la Alianza Nacional Iraquí, pactando con los partidos tradicionales kurdos, Partido Democrático del Kurdistan y la Unión Patriótica del Kurdistán, lo que llevaría a la recuperación del discurso federalista de la división de Iraq.

Un segundo escenario es que gane la lista no sectaria de Al Iraqiya o Movimiento Nacional Iraquí, que dirige el ex primer ministro Iyad Alawi, con apoyos de la lista Unidad Iraquí del actual ministro de Interior, Jawad Bolani, los kurdos del Bloque del Cambio (que en las elecciones locales de enero de 2009 lograron el 22% de los votos) y el jeque Ayal Jamal Eldin, un clérigo chíi a favor de un estado laico.

Y la tercera opción, es un empate técnico que lleve a un gobierno de unidad nacional como el actual, lo que supondrá que seguirá creciendo la corrupción, la división de Iraq y la inestabilidad.

Cambio de estrategia

Ante este panorama, la resistencia se plantea un cambio de estrategia si se produce la primera opción que les llevaría a considerar al Ejército iraquí como fuerza ocupante vinculada a Irán, y por lo tanto empezarían a atacarles igual que combaten a las tropas estadounidenses desde 2003.

Y si el resultado de las elecciones fuera la victoria del cambio, de la coalición de listas no seculares, y Estado Unidos cumpliera su plan de retirada para finales de 2011, podrían incluso volver a entrar en el proceso político y participar en la reconstrucción del país ayudando en la creación de un Ejército profesional (con la vuelta de los antiguos oficiales) que controlara de nuevo Iraq.

Será una labor ardua la formación del nuevo Gobierno iraquí, como también lo será la forma en la que aborden los principales retos por cumplir del país. Solucionar la disputa por la producción y explotación de petróleo en Kirkuk (que los kurdos consideran patre de su territorio, del Kurdistán, al norte de Iraq), superar el enfrentamiento artificial sectario entre suníes y chíies creado por la ocupación estadounidense, el restablecimiento de los servicios básicos (la red eléctrica sólo está activa unas horas al día, no hay recogida de basura, muchas carreteras están inservibles, no hay un sistema básico de salud y el paro no deja de crecer), la seguridad, los problemas internos y con los países limítrofes por la escasez de agua que ha dañado el cauce de los ríos Tigris y Eúfrates, la reforma constitucional tras la retirada de las tropas estadounidenses (con la separación de la religión de las leyes estatales y un claro reparto del poder entre la Administración central y las provincias), y por último la delimitación de las fronteras aún en disputa (que afecta a Irán y a Kuwait).

Para enfrentarse a todos estos desafíos es necesario que de las urnas salga un gobierno fuerte y una oposición consecuente, algo que tiene muy pocas posibilidades de que ocurra en las condiciones en las que los iraquíes acuden hoy a las urnas. Por el momento Iraq sigue el ritmo impuesto desde el exterior, por la ocupación o por los países que influyen directamente en lo que ocurre en el interior, sería interesante ver cuál es el ritmo que se podrían los propios iraquíes si pudieran tomar las riendas de su futuro.

 
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