El espía Flórez estuvo infiltrado en ETA
El ex agente del CNI cometía errores y asumía riesgos innecesarios
El ex espía Flórez, detenido el pasado lunes por vender información confidencial a la inteligencia rusa, estuvo infiltrado en la banda terrorista ETA. Según informa hoy el diario El País, las prácticas del ex agente fueron tan poco discretas que tuvo que ser enviado a Perú; pero de allí también hubo que sacarle a tiempo.
Más información
- Documentos desclasificados por el CNI revelan la identidad del diplomático ruso que espió a España
- Imputado en Francia el supuesto jefe del aparato logístico de ETA
- El Congreso revisa la comparecencia del director del CNI por el caso del ex espía
- El Gobierno de Aznar ni expulsó ni investigó al espía que vendía información reservada a Rusia
- El CNI empezó a pensar en un topo al detectar que Rusia se adelantaba a los movimientos de los espías españoles
- El ex espía Flórez guardaba en su casa copia de los documentos que vendió a Rusia
- Prísión sin fianza para el ex agente del CNI
- El fiscal acusa de traición al ex agente del CNI que espiaba para Rusia
Roberto Flórez ingresó en la Guardia Civil con 19 años. Un general del cuerpo recuerda sus cualidades, su don de gentes y su capacidad para entablar buenas relaciones incluso con miembros de alto nivel de la banda terrorista ETA. Sin embargo, también cometía errores, que provocaban riesgos innecesarios. Por ejemplo, tras estar con un miembro de Batasuna, acudía a saludar al comandante de la Guardia Civil.
Según un general que lo trató, "Flórez tenía don de gentes y logró hacer relaciones de un nivel bastante alto, en el entorno de ETA. Pero también es verdad que corría demasiados riesgos. Se iba de chatos con un 'batasuno' y luego acudía a saludar al comandante de la Guardia Civil".
Por todo ello, en 1997, el CNI decidió sacarlo del País Vasco y destinarlo a Perú, ante los crecientes temores de que fuera descubierto. De esta manera, fue enviado a la embajada española en Lima, como ayudante del agregado de información.
Allí, las cosas no mejoraron. En la capital peruana, logró infiltrarse en el grupo opositor Perú Posible. En poco tiempo, consiguió establecer una estrecha relación con Alejandro Toledo, el que fuera presidente del país más tarde. Un reportaje en el diario La República, en el que se descubría su condición de espía provocó su inmediato regreso.
De vuelta a Madrid, fue destinado a una dependencia de la sede del CNI. Allí conoció a fondo los procedimientos operativos del servicio secreto y se relacionó con agentes destinados en la División de Contrainteligencia. Así fue como logró ser destinado a Rusia en enero de 2004.