Liverpool-Milán, final de la Champions tras ganar los italianos al Manchester 3-0
Con una lección de inteligencia, de madurez y de fútbol, el Milán barrió del mapa a un Manchester desconocido, en un San Siro entregado. Controlando el partido desde el pitido inicial, un contundente 3-0 coloca al equipo de Ancelotti ante la revancha soñada. Dos años después, esta vez en Atenas, el próximo 23 de mayo, la final de la Champions volverá a enfrentar al Milán con el Liverpool.
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Dicen que la venganza se sirve en plato frío. Dos años después, cambiando el escenario de Estambul por el de Atenas, la Champions le da una segunda oportunidad a un Milan colosal, que se impuso con una autoridad impactante ante una versión liliputiense del Manchester. Porque hay un técnico, Ancelotti, cuestionado hasta el extremo hasta hace dos meses, que dirige a un bloque veterano y que en todo momento supo qué hacer para frenar en seco a su rival.
Ante un equipo que te destroza con la pelota, la mejor forma de anularlo es quitársela. Eso hizo el Milan desde el principio, sin dar descanso, con movilidad y buena circulación de balón, con inteligencia y sentido común. Resulta que se arremangaron Pirlo, Seedorf y Kaká, y a los cinco minutos el partido ya tenía claro color italiano. Y, transcurridos sólo diez, llegó el primer gol. A una velocidad de vértigo, Kaká -que volvió a estar en plan estrella, ya lleva diez goles en esta Champions-, soltó un fenomenal latigazo con la pierna izquierda que ya ponía al Milán en ventaja en la eliminatoria.
No hubo noticias del Manchester, que buscaba sin éxito el balón, hasta el minuto 19, cuando un tiro de Giggs fue blocado por Dida. El galés era una de las mayores amenazas, pero Oddo y Gattuso se encargaron de anularle. Tampoco hubo rastro de Rooney, al que Nesta controló muy bien, pero, sobre todo, nada sobre Cristiano Ronaldo, que hizo uno de los partidos más decepcionantes que se le recuerdan.
Así, con las armas del rival anuladas, el Milán se lanzó a por el segundo, que llegó a la media hora de encuentro. Nació por un error de Vidic, que midió mal y se resbaló en un terreno de juego que recibió una intensa lluvia durante todo el día. Pirlo estuvo listo y apareció por el costado derecho para centrar a Seedorf, que tras un pequeño rebote, enganchó con virulencia la pelota para hacer el 2-0.
Ferguson sólo pudo salir del banquillo y quedarse de pie, casi sin creer lo que estaba pasando. Su equipo sufría muchísimo, y la película no tenía pinta de cambiar. Entretanto, el Milan se puso el traje del United por un día, moviendo el balón de un lado a otro y pensando muy rápido. Así se llegó al descanso.
En la reanudación se esperaba que los ingleses tiraran la camiseta rota y se volvieran a poner el frac. Pero una vez más, los pronósticos fallaron. Aquella semifinal contra el Deportivo y, sobre todo, la final de Estambul, fueron un castigo muy grande y, al mismo tiempo, una lección muy rotunda. Es decir, el Milán no debía cambiar el discurso, y no lo hizo. Inzaghi, el hombre que nació en fuera de juego según Álex Ferguson, se encargó de fijar a una defensa desesperada, que echó en falta la ausencia de Ferdinand, su máximo referente.
Parecía mentira que el máximo favorito al título hasta hoy no dejara ver ni siquiera un ápice de la personalidad que había demostrado durante todo el año. Eso ocurrió demasiado tarde, y a ráfagas. A la hora de partido, el Milán se dio un respiro, y el Manchester empezó a tener la pelota. La primera jugada trenzada -ocho pases, algo habitual en otras noches, en esta inaudito-, llegó en el minuto 57, y la siguiente fue en el 62, con un tiro de Fletcher, desviado, que resultó ser el único argumento ofensivo de peso del equipo inglés.
El Milán se rehizo y siguió lanzando golpes, que el Manchester repelía a duras penas. A veinte minutos para el final del partido, Cristiano Ronaldo chutó desviado, y ahí se terminó su equipo. Ferguson intentó el revulsivo metiendo a Saha en el 76, pero el francés no pudo ni oler el balón. Tres minutos después, con el United volcado, Gilardino asestó la puñalada de muerte. Un 3-0 que desquició a su rival, que no había perdido nunca por más de un gol en esta temporada.
Hasta tal punto cambió su imagen el Manchester que no fue ni el equipo señor de otras veces, cuando en el minuto 82 no quiso tirar un balón fuera que le regaló el Milan por una lesión leve de Kaká. Ese fue también el turno del adiós del guerrero, Gattuso, un futbolista, una vez más, imprescindible. Los minutos se fueron consumiendo entre los cánticos de San Siro, y llegó el final, que escribe en las etiquetas de los últimos aspirantes al título los mismos nombres que hace dos años.
Quedan apenas veinte días, un tiempo interminable para sacar las cintas de vídeo de hace dos años, recordar la remontada, la épica, los penaltis y la imagen de un Milan destrozado. Pero el fútbol, y sobre todo, la Champions, es una competición tan genuina que nos deparará un guión totalmente diferente. Sólo falta saber si el vencedor será el mismo o no. Pero para eso -es la gracia del asunto-, no habrá más remedio que esperar.