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Los puertos de montaña y la gente con bigote

"Cuando empezaba a apretar el frío, llegaba diciembre, y en el Telediario salían los puertos de montaña con el reportero abrigado, y su bigote lleno de témpanos"

Los puertos de montaña y la gente con bigote

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Barcelona

¿Y qué me dicen ustedes de los puertos de montaña? De chaval era más de los puertos de montaña de navidad que de los puertos de montaña de la vuelta ciclista a España. Vivía encadenado al mundo por las cadenas de la tele. Y al colegio me unían las cadenas montañosas de las clases de geografía. Así me di cuenta de que después del puerto de Pajares no venía el de Fernando Esteso. Por encima de la cadena de la bicicleta, iban a impresionarme mucho más las cadenas de los coches para pasar por las carreteras heladas. Visto desde el balcón, clima mediterráneo, aquello era puro exotismo. No me refiero a circular entre la nieve, sino a tener coche. Cuando empezaba a apretar el frío, llegaba diciembre, y en el Telediario salían los puertos de montaña con el reportero abrigado, y su bigote lleno de témpanos. Un periodista era una persona que llevaba un micro en la mano, y un micro era el hisopo que bendecía la actualidad. La nieve era importante porque las cosas normales son lo que importa. Los gorros de lana con su borla. Las bufandas como anacondas que van a morder al Félix Rodríguez de la Fuente que todos llevamos dentro. Los guantes, el micro agarrado por los guantes. No se les veían las manos a aquellos periodistas, ni sus dedos de escribir a máquina. El periodista sólo daba la cara. Corrían tiempos en que la gente normal tenía que dar la cara. Y todavía mejor que los guantes, eran las manoplas. Otro tipo de exotismo. Alguien que llevaba manoplas seguro que había conocido a los esquimales. También existen las palabras. La única diferencia entre las palabras y los fantasmas es que las palabras existen. Un día alguien dijo cellisca en la tele. Para hablar bien, bastaba con ser normal.

 
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