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Los paraguas de los europeos

"Cuando un español se pone una cabeza de toro y se envuelve en una bandera, nos recuerda que desaparecerán los países y que el surrealismo vivirá para siempre"

Los paraguas de los europeos

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Barcelona

España es un país extraño donde el pintor que va a llenar de color el cubismo ha decidido cambiarse de nombre para llamarse Juan Gris. Llevamos el gris muy adentro. A la peor policía que tuvimos, se la conocía como los grises. Y el mejor cine que hicimos está filmado en gama de grises. No es por desmerecer todo lo que vino luego, el estallido de Almodóvar, que convirtió Madrid en un torero carmesí. Pero ya lo decía Battiato en su versión del Cucurrucucú paloma: el mundo es gris, es gris y azul. Barcelona, a veces, tiene el cielo gris y continental de los países europeos. Nadie niega que seamos política y culturalmente europeos; pero aquí el clima es mediterráneo. Y Europa es el lugar donde llueve. Esto se ve en un cuadro de Max Ernst que se llama Europa después de la lluvia. Por esta razón el Brexit no tiene ningún sentido. Allá donde haya un paraguas, habrá un europeo. Magritte, que era belga, se dio cuenta de que nuestro signo de identidad es el paraguas, negro a ser posible, y que la lluvia nos representa. De aquí viene que se atreviera a poner en evidencia la representatividad de la pipa, del dibujo de una pipa; pero que callase respecto al paraguas. Nada más silencioso que los paraguas. Incluso los paraguas de Cherburgo, que eran musicales, imponen ese respeto, esa zozobra, que nos transmite el citado y llovido cuadro de Max Ernst. En España, después de la lluvia, se sale a coger caracoles. Somos otra cultura. Muy vieja, muy cansada. Estábamos ya antes de que todo empezara, dando vueltas por Atapuerca. Cuando un surrealista arremete contra el poder de una pipa, nos dice que Freud está acabado. Cuando un español se pone una cabeza de toro y se envuelve en una bandera, nos recuerda que desaparecerán los países y que el surrealismo vivirá para siempre.

 
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