Ola de calor y despropósitos
Será por el calor que la ultraderecha se despertó una noche creyendo que lo patriótico era, en pleno rebrote de contagios, pelear por unos cuantos metros del espacio electoral
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Madrid
Seguro que es el calor; debe ser el calor el que les está provocando una tendencia irremediable al despropósito, a comportarse como si este momento no requiriese mayor tiento, una mayor finura política, una mayor altura.
Debe ser que en el despacho de Díaz Ayuso no hay aire acondicionado y en el de Aguado sí. La primera, arrebatada por un sofocón, se presenta una mañana de martes y anuncia una cartilla segregadora e ineficaz, para que horas después su número dos intente refrescar el desvarío para convertir la cartilla en un mero historial clínico. Por no hablar de los rastreadores voluntarios que andan buscando a 30 de julio. Cuesta creer que saben lo que hacen.
Será por el calor que la ultraderecha se despertó una noche creyendo que lo patriótico era, en pleno rebrote de contagios, pelear por unos cuantos metros del espacio electoral. La presión de censura con temporizador que ayer anunció el lider de Vox en el congreso es en realidad una maniobra que demuestra su ensimismamiento.
Esto es Vox. Un partido de discurso inflamado, un puñado de mentiras, unos cuantos prejuicios y un afán de protagonismo que choca con su absentismo parlamentario. Se aparta de los debates sobre políticas que pueden ayudar a los españoles al tiempo que, en nombre de los españoles plantea una moción de censura condenada al fracaso que busca el calor de los focos y achicar el espacio del PP para expandir el propio.
Pero ese no es el problema, porque eso es la política, otros lo han hecho antes. Lo peor es el momento en el que se plantea, cuando la política no debería ser un factor de distorsión mayor de lo que ya lo ha sido. La ultraderecha es así, se pasa el día agitando árboles. Así que en septiembre, dice Abascal, moción de censura, que agosto no es un buen mes para salvar la patria, que el calor arrecia, suda el bigotillo y la bandera de la mascarilla destiñe.
Y seguro que fue el insoportable calor madrileño de una mañana de miércoles el que empujó, de forma irreflexiva, a todos los diputados del PSOE a entrar al Congreso, a buscar el fresco y a sentarse en su escaño, bien cerquita unos de otros, en un comportamiento muy ejemplar. Ya saben, eso de los aforos limitados, de la distancia de seguridad, del evitar el contacto estrecho con personas que no son parte del nucleo familiar.
Ya sabemos que el calor no mata el virus, pero hay dudas de que no mate otras cosas.
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Pedro Blanco
Llegué a la SER en 1996 y desde entonces he trabajado como editor en diferentes programas. He sido director...