Declaración de intenciones
Un gobierno de PSOE y Unidas Podemos solo tenía sentido si era ambicioso; todo lo ambicioso que quería ser Unidas Podemos y hasta donde le ha dejado llegar el PSOE
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Madrid
La política siempre es primero una declaración de intenciones, y la que ayer presentaron PSOE y Unidas Podemos, pese a todas sus imprecisiones, pese a la vaguedad de algunas de las promesas, puede tener un intenso poder transformador de un país que es hoy menos justo, menos igualitario y menos social. Y lo es por culpa, en buena medida, de los mismos que hoy se revuelven contra ese programa de Gobierno.
Una reforma laboral lesiva, una ley educativa fracasada, un mercado del alquiler desbocado, el trato privilegiado a la iglesia católica, una fiscalidad mejorable, sobre todo para quienes más ganan en una sociedad que ha aumentado la base de los que menos ingresan, un país con nuevos brotes machistas, machistas con x de Vox, un territorio tan expuesto como los demás al desastre climático.
Un gobierno de PSOE y Unidas Podemos solo tenía sentido si era ambicioso; todo lo ambicioso que quería ser Unidas Podemos y hasta donde le ha dejado llegar el PSOE.
Luego vendrán los incumplimientos, que los habrá, las dificultades para gobernar en franca minoría parlamentaria, los imponderables, el contexto, los amagos de nuevas crisis, las presiones externas. Pero en esta fase, PSOE y Unidas Podemos han hecho lo que debían hacer: demostrar a quienes les votaron que aspiran a cambiar las cosas, justo lo que molesta a quienes prefieren que no cambie nada porque en este tiempo a ellos, precisamente a ellos, apenas les ha cambiado la vida.
Eso sí, hay algo de lo que nunca deberían dejar de arrepentirse Sánchez e Iglesias: haber desperdiciado estos seis meses, haber sucumbido al poder embriagador del ego. En este camino del recelo al amor, los que más han perdido son los que más les necesitaban.
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Pedro Blanco
Llegué a la SER en 1996 y desde entonces he trabajado como editor en diferentes programas. He sido director...