Hacer las paces
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undefinedVÍDEO: Pablo Palacios
Madrid
Algunos compañeros, algún amigo, incluso alguno con galones de jefe, me han comentado esta mañana: “no te líes mucho con la sentencia del ‘procés’; la gente está muy harta. Y tampoco hace falta que transmitas tus emociones en antena”. Tienen razón. La gran mayoría de personas que conozco -en Catalunya, pero sobre todo en el resto de España- está cansada del tema, se le ha hecho bola, está durando mucho todo este lío. Y nada más lejos de mi intención que contribuir a la fatiga.
Pero yo comparto cada tarde cuatro horas de mi vida con ustedes y sería un impostor si no confesara abiertamente que hoy estoy bastante jodido. Y esto que digo -lógicamente- no forma parte de ningún análisis político ni mucho menos jurídico: es de piel; y como hoy no es un día cualquiera pues por eso lo comparto. Y lo explico. Si me siento mal, es porque creo que nunca deberíamos haber llegado aquí, pero porque tampoco veo cómo podemos salir.
Meter en la cárcel a alguien que se ha saltado la ley puede entenderse como un triunfo del estado de derecho -y lo es, y así se ha dicho hasta la saciedad- pero también en este caso -que es un caso político clarísimo - puede leerse como un fracaso rotundo. No creo que sean cosas incompatibles.
De cualquier manera, la sentencia dictada hoy por el Supremo, con la que se puede estar más o menos de acuerdo pero que hay que acatar -no queda otra- lo que hace es confirmar que nos hemos asomado al abismo -unos más que otros- y ahora falta ver si se imponen los que quieren seguir empujando hasta que alguien se rompa la crisma o quienes quieran explorar otras vías.
Y después de escuchar todo lo que he escuchado esta mañana, pues como no sé quién va a ganar, pero me lo temo, por eso estoy jodido. Y triste, también. Y preocupado.
Mi resumen, o mi conclusión, es muy sencilla: no estamos en guerra, pero ya va tocando que hagamos las paces. Todos.