Maldita la gracia
Madrid
Las anécdotas pueden tener el recorrido que cada uno quiera darle. Y no hace falta elevarlas siempre al nivel de categoría, pero a veces emiten señales muy interesantes. Y a mí me han llamado la atención estas últimas horas dos episodios que no me invitan precisamente al optimismo: por un lado los insultos que ayer profirió un ciudadano contra Pedro Sánchez en Santander, y por otro los lazos amarillos que han aparecido pintados en el Peine de los Vientos, en San Sebastián.
El hombre que ayer llamó “hijo puta” al presidente del gobierno en plena calle, que recibió a su vez la bronca del presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, le echaba en cara a Sánchez que no quiera a España lo suficiente; que no sé cómo se mide eso. Lo sabrá el señor que insultaba, supongo. Que después se ha disculpado, por cierto.
En cuanto a los grafiteros espontáneos que han pintado lazos en una de las tres esculturas de Chillida se supone que reivindican la libertad de los políticos catalanes que están en la cárcel; pero lo hacen ignorando que el Peine de los Vientos en un símbolo identitario de Donosti y además una obra que transmite un mensaje universal de respeto que ellos se han pasado completamente por el forro.
¿A qué conclusión me lleva esto? Gente incívica y maleducada la ha habido siempre, siempre. Pero me da en la nariz que hay ahora mismo una epidemia de mala baba flotando por ahí, por el ambiente, muy extendida; que hay cada vez más gente convencida de que su verdad es innegociable, que lo suyo es lo que vale y a los demás que les vayan dando; y que hay muchos partidarios del: ¿para qué vamos a perder el tiempo hablando si esto lo podemos arreglar a hostias? O a insultos, o a gritos. Hubo una época en que ese chiste me hacía reír. Hoy cuando veo cómo está el patio y cómo actúa la política –algunos políticos- de turbopropulsor… Pues, sinceramente, maldita la gracia.