Hasta el infinito y más allá
Madrid
¡Qué curioso! Ayer a esta hora abríamos “La Ventana” con la petición desgarrada de alguien que quiere morir en paz; que ya no encuentra sentido a la vida por el sufrimiento de una enfermedad; por eso reclama una ley de eutanasia. Y hoy en cambio vamos a contarles el caso de un hombre que quiere vivir -atención- ¡hasta los 180 años! Se llama Dave Asprey, es un millonario norteamericano y se está haciendo lo que no está escrito: chutarse células madre cada seis meses por todo el cuerpo, dormir en una cámara de crioterapia, atizarse baños de luz, colocarse electrodos en la cabeza… ¡cuidado con el cerebro!
Vamos a ver, esto suena a lo que suena; de hecho, el artículo que he leído hoy en “La Vanguardia” y por el que me he enterado de la historia lleva un título cargado de ironía: “desesperanza de vida”; y su autora, Isabel Gómez Melenchón, escribe con mucha gracia sobre el reto matusalénico -dice- de este señor. Pero, abandonemos la broma por un momento: esto, técnicamente, ¿sería posible? Quiero decir, la medicina regenerativa avanza a velocidad de vértigo y lo que hace es eso: restaurar, resucitar, partes de nuestro organismo que habían dejado de funcionar. O sea, ¿es tan loco el planteamiento o no?
Luego están otras consideraciones, como quién se puede pagar un tratamiento de ese tipo, si tiene sentido hacerlo, cuáles son límites éticos, las células madre… ¿Pueden llegar a ser como un zoco, como un gran mercado? ¿O mejor que sigan bajo regulación?
No sé, me parece que es una buena historia, que de ahí sale una buena conversación con algún experto. De todas formas, 180 años, sobre todo si nadie más te acompaña… Qué pereza, ¿no?
Hasta el infinito y más allá
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