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Sancho I el Craso, Rey de León

A mediados del siglo X fue monarca del reino de León (en dos etapas) un hijo de Ramiro II, llamado Sancho, quien pronto recibió el apodo de 'el Craso' o 'el Gordo', como clara referencia a su obesidad mórbida ya que su peso superaba en los mejores de los momentos los 240 kilos

Ser Historia: León (26/05/2019)

Ser Historia: León (26/05/2019)

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Madrid

El hecho de que reinase en dos etapas (entre los años 956 y 958 en la primera y entre el 960 y 966 en la segunda) fue debido a ciertas conjuras políticas y a su sobrepeso, lo que suponía un impedimento para mantener relaciones sexuales con su esposa, la reina consorte Teresa Ansúrez, y proporcionar un heredero al reino. Los investigadores actuales señalan que la más que posible causa de ese considerable aumento de peso se debiese a que padecería ataques de ansiedad, lo que le provocaría la necesidad de estar comiendo compulsivamente, muchas de las veces en la comarca de Babia, donde iba a cazar. Sus problemas físicos le impedían hacer cosas tan rutinarias como caminar o montar a caballo.

Le angustiaba el control que trataban de ejercer sobre él algunos de los nobles asturleoneses que le habían ayudado a llegar al trono y, sobre todo, la desmesurada ansia de poder del conde de Castilla Fernán González. Había sido suegro de Ordoño III, tras la muerte de éste había colaborado en la coronación de Sancho ‘el Craso’ y finalmente estaba tratando de echar del trono a éste para nombrar como nuevo rey al primo hermano de Sancho (también llamado Ordoño, apodado ‘El Malo’) y con quien había casado a su hija Urraca en segundas nupcias tras enviudar.

Al final Sancho I fue depuesto sin más miramientos por las tropas del conde, y tuvo que abandonar León rumbo a Navarra, en donde reinaba su abuela la reina Toda. La soberana decidió tomar cartas en el asunto para que su nieto recuperase el trono a la mayor celeridad. Había que dar un golpe de efecto, y lo primero era que su nieto perdiera unos cuantos kilos. Y entonces recurrió a la Córdoba califal de Abderramán III, el cual no dudó en mandarle a su médico personal, el judío Hasday Ibn Shaprut. Y aquí empieza un régimen de adelgazamiento espartano que duró 40 largos días, fruto del cual pierde unos 120 kilos, suficientes para que su aspecto y su energía mejoraran. El método utilizado no tiene desperdicio.

Tras un tratado con el califa, se pone al frente de huestes musulmanas y navarras y así puso rumbo a su querido León. Ordoño IV ’El Malo’ huye a Asturias y las ciudades se fueron rindiendo a su paso hasta llegar a la capital, en donde no encontró la más mínima resistencia, recuperando su trono. Se cuenta que tras su regreso a León no volvió a abusar de la caza y comía de manera más saludable, lo que no le impidió que siguiera habiendo conjuras contra él, al más puro estilo de “Juego de tronos”.

 
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