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El Egipto de Sisi arremete contra la cultura

Actores y escritores como Alaa Al Aswany son juzgados y condenados en tribunales militares

Imagen del presidente de Egipto, Abdelfatah Al-Sisi / Getty Images

Imagen del presidente de Egipto, Abdelfatah Al-Sisi

El Cairo

“Es todo una farsa”. Es la conclusión a la que llega Amr Waked, actor egipcio afincado en España tras recibir la noticia de que la Unión de actores de su país acaba de expulsarle del sindicato y le acusa de traición. Pero la noticia tampoco llega como una sorpresa. Sobre Waked, que ha trabajado con George Clooney en Syriana, o Scarlett Johansson en Lucy, pesan dos condenas de tres y cinco años de cárcel dictadas por un sendos tribunales militares. Se enteró a través de su abogado y no tienen la menor intención de responder. “Se hace uso de los tribunales militares para silenciar opiniones y yo me niego a presentarme ante un tribunal militar. Soy un civil y tengo derechos”, explica por teléfono desde Estados Unidos, donde se encuentra estos días. “No me pueden quitar estos derechos porque quieran complacer al que gobierna”.

El actor lo dice, pero es más que consciente de que, en la práctica, eso es exactamente lo que ocurre en Egipto. “La verdad es que no importa qué leyes haya porque ellos no respetan las leyes. No hay nada en la Constitución que diga que se puede juzgar a un civil en un tribunal militar”.

Hay pocos que duden a estas alturas de que el régimen de Sisi no es un entusiasta de la libertad de expresión. Más de 65.000 prisioneros políticos entre los que se cuentan cómicos, periodistas o músicos lo atestiguan. Pero en las últimas semanas el régimen parece estar haciendo un esfuerzo por demostrar que no hay nadie fuera de su alcance. El primero fue Amer Waked que se enteró a través de su abogado de que se le había condenado por difamar a Egipto. Otro de los afectados más recientes es el escritor Alaa Al Aswany que ha pasado los últimos años “yendo y viniendo” de Estados Unidos (“teniendo problemas con las autoridades cada vez en el aeropuerto”) donde está estos días. Sus publicaciones críticas con el gobierno y su último libro le han llevado a ser juzgado en un tribunal militar por insultos contra el presidente, las fuerzas armadas y las instituciones judiciales egipcias.

Ninguno de ellos está dispuesto a aceptar la autoridad de un tribunal militar, pero al final podrían verse forzados a no poder regresar a Egipto. Es el caso de Waked, y pronto podría ser también el de Al-Aswany. Para el escritor es lógico que el régimen quiera a acabar con cualquier voz disidente dentro o fuera del país. “Cualquier dictador se sentirá incómodo con la idea de que haya intelectuales independiente. Porque la dictadura se basa en que exista una opinión única”.

Esta misma semana, Amr Waked y otro actor Khaled Aboulnaga se han reunido en Washington con varios congresistas, y abogado por las libertades y los derechos humanos en Egipto. Critican que el parlamento (dominado por el presidente Sisi) vaya a aprobar unas enmiendas constitucionales que permitirán al presidente y exmilitar consagrarse en poder como ya hizo Mubarak. “Quieren confiscar todo el poder. Quieren consolidar todo en manos de una persona y nosotros somos individuos con una opinión y que no estamos dispuestos a cambiar nuestra opinión y esto es un problema para ellos”

Al-Aswany tiene más de 3 millones de seguidores en Twitter, Amr Waked supera los 6 millones y medio. Un altavoz que puede alcanzar a más gente que la propaganda difundida a través de los medios afines al régimen. Por este motivo se vigilan de cerca las redes sociales y las detenciones y condenas por publicaciones en Twitter Y Facebook son cada vez más habituales. El pasado lunes unas enmiendas a la ley antiterrorista promulgada en 2015 ampliaban las penas y también aquello que se puede considerar enaltecimiento o incitación a cometer actos terroristas. Una medida que según los defensores de derechos humanos en el país está encaminada específicamente a acabar con la libertad de expresión en redes sociales el último reducto que encuentran activistas y opositores para alzar su voz.

 
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