La VentanaLa opinión de Carles Francino
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Palabra de mujer

¿Qué se intentaría demostrar exactamente con ese seguimiento de la chica a posteriori? ¿Por qué interesa tanto cómo es su vida, su día a día? ¿Acaso existe algún patrón de conducta para las mujeres violadas que sirva como certificado de la agresión?

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Madrid

Recuerdo pocas noticias con tanto impacto como la violación masiva de una chica en los sanfermines del año pasado. Ya hacía tiempo que en esa fiesta –y en otras– se habían activado las luces de alarma por continuos episodios de acosos, de abusos, de tocamientos a la vista de todo el mundo. Claro, una violación, y además tan salvaje, esas ya son palabras mayores. Por eso, porque esa noticia marcó de alguna forma un antes y un después, el juicio de estos días en pamplona se está siguiendo con enorme expectación.

La opinión (15/11/2017) - Palabra de mujer

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Les recuerdo que hay cinco hombres acusados de esa violación, integrantes de un grupo autodenominado “la manada”, que incluso grabaron un vídeo, vídeo que según parece puede resultar clave para la decisión judicial; para aclarar si, efectivamente, fue violación o relación consentida, que es lo que dicen ellos. La gran sorpresa ha llegado al saberse que la mujer, la víctima, fue seguida por detectives privados durante varias semanas y que el resultado de ese seguimiento ha sido aceptado por el juez para incorporarlo a la causa.

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El mismo juez, por cierto, que rechazó unos mensajes telefónicos entre los acusados, antes de los sanfermines, donde se decían cosas como: “follarnos a una buena gorda entre los cinco en San Fermín sería apoteósico. Prefiero follarnos a una gorda entre cinco que a un pepino de tía yo solo”. Eso no prejuzga nada, lo digo sólo para que conste.

Vamos a ver, el tema es suficientemente escabroso –y delicado– como para no andarse con pies de plomo. Y ya sé que una estrategia de defensa puede utilizar todos los recursos que considere oportunos y el juez obrar como le parezca más correcto. Pero, dudas, o preguntas: ¿qué se intentaría demostrar exactamente con ese seguimiento de la chica a posteriori? ¿Por qué interesa tanto cómo es su vida, su día a día? ¿Acaso existe algún patrón de conducta para las mujeres violadas que sirva como certificado de la agresión?

Aquí no se trata de poner en solfa una decisión judicial, ya veremos cómo termina todo. Pero lo que emerge, lo que queda meridiana y lamentablemente claro, es que dudar de la palabra de una mujer que dice haber sido agredida sigue funcionando; o por lo menos sigue formando parte del paisaje. Podríamos hacer una lista, no sólo de sentencia judiciales sino de comentarios, artículos y declaraciones que abonan esa realidad. En el antes, por ejemplo que qué hacía a esa hora de la noche; en el durante, que si la estaban violando porque no gritó y luchó a brazo partido; y en el después, que si tan mal lo pasó cómo es que –aparentemente– sigue haciendo vida normal.

Bueno, es tan repugnante todo esto –pero tan real– que no creo que debamos ignorarlo; o mirar hacia otro lado. Los tribunales que hagan lo suyo –que por cierto, llegado el caso tendremos todo el derecho a criticar– pero constatar una vez más que ese cliché de la mujer mentirosa y taimada sigue vigente, me provoca una rabia y un asco tremendos.

 
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