Queridos enemigos
Se pueden tener discusiones muy vehementes pero no hay enemigos, yo no los veo. Porque no se trataría de vencer, ni tan siquiera de convencer. Se trata, simplemente, de respetar
Madrid
Hace días que me esfuerzo por salir del monotema; e imagino que más de uno lo habrá notado. Me prometí a mí mismo –y creo además que lo compartí con ustedes– no estar anclado permanentemente a la crisis política, que algunos llaman de Catalunya, pero que yo prefiero extender al conjunto de España.Hay más cosas en la vida, y muy interesantes.
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Pero eso no significa ignorar lo que ocurre; y lo que ocurre –en ocasiones– creo que es muy preocupante. Lo que voy a contarles igual a alguien le parece una minucia o que nos miramos el ombligo; les aseguro que para nada es mi intención.
El pasado sábado, tras la masiva manifestación de Barcelona donde se reclamó la libertad de los exconsellers de la Generalitat y los activistas culturales que están en prisión preventiva, una imagen y una dolorida reflexión se colaron en el siempre agitado universo de Twitter. “No os podéis imaginar –decía el texto– lo doloroso que resulta que la mayoría de los manifestantes a quienes intento entrevistar con este micrófono se nieguen a hablar conmigo. Me dicen cosas como: “eres el enemigo”, o “yo sólo hablo con medios catalanes”. Es muy triste” –concluía– este era el texto, el micrófono era de la SER, pero eso no es lo relevante. Lo relevante es que el autor del tuit es un pedazo de periodista, de sólo 26 años, que por ejemplo trabajó como un jabato cuando los atentados de Barcelona y Cambrils, y que lleva meses y meses informando de la actualidad política catalana, o de lo que se le ponga por delante; porque es un todoterreno –como muchos– y un gran profesional. Lo relevante –y preocupante, a mi juicio– es que un periodista de la SER, o una compañera de TV3, o de La Sexta, o del medio que sea, sean vistos como enemigos.
Un ciudadano puede –y debe– tener sus ideas sobre lo que hace la SER, o TV3, o La Sexta, o tal o cual periódico, faltaría más. Pero dos cosas: primera, dejen trabajar a los periodistas; luego decidan a quién escuchan, a quién ven o quién leen. Y segunda: por favor, ¿por qué no paramos con esta dialéctica del amigo/enemigo, del conmigo/contra mí? Que cada uno defendamos nuestras ideas, pero no a costa de pisotear las de los otros.
¿Por qué una bandera merece más respeto que otra? ¿Por qué una patria es más digna que la contraria? y sobre todo, ¿por qué diantres tenemos que andar todo el día con la patria y la bandera? Enemigos los hay en la guerra y que yo sepa aquí no ha estallado ninguna. Puede haber rivales políticos, adversarios ideológicos dentro de la familia o del grupo de amigos, o en el trabajo. Se pueden tener discusiones muy vehementes pero no hay enemigos, yo no los veo. Porque no se trataría de vencer, ni tan siquiera de convencer. Se trata, simplemente, de respetar.
Y a los que crean que toda esta parrafada es fruto del ensimismamiento y de alguien blando, pues yo les respeto. Pero les digo también que prefiero ser blando y ensimismado antes que andar todo el día a mordiscos. Eso tiene que ser muy cansado.