La pérdida de la inocencia
El president puede evitar que esa arma legal y excepcional, que solo el independentismo ha obligado a desenfundar, no se utilice
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Carles Puigdemont no ha tenido hasta ahora tanta responsabilidad en su manos: evitar a Cataluña la pérdida temporal de su autogobierno y permitir que los catalanes recuperen progresivamente la normalidad dentro del marco legal vigente. No hay encomienda mayor para un político. Y solo depende de él. Este fin de semana ya ha podido ver el borde afilado del 155. El president puede evitar que esa arma legal y excepcional, que solo el independentismo ha obligado a desenfundar, no se utilice. Pero ya debe ser plenamente consciente de qué significa y qué consecuencias tendrá su aplicación. Una aplicación dramática e indeseable pero legítima. Así que mejor elecciones, aunque solo sea para evitar que el incendio siga propagándose.
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Foto de archivo de Antonio Hernández-Rodicio / CADENA SER
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Foto de archivo de Antonio Hernández-Rodicio / CADENA SER
Esta llegada al borde del precipicio final nos deja cuatro cosas en las que ya ha debido reparar hasta el más recalcitrante de los independentistas: que ningún país europeo reconocería a una Cataluña independizada por esa vía, que las empresas sí se marchan, que la sociedad se fragmenta y que declarar la independencia unilateral es imposible. Hasta ahora una mezcla explosiva de falsedad institucionalizada, ingenuidad y ceguera voluntaria había conseguido que muchos creyeran lo contrario. Esta pérdida de la inocencia supone además una catástrofe para el independentismo: ¿con qué argumentos va a volver a pedir el voto a los suyos prometiendo una independencia que ya todos saben que es imposible por este camino?
Y una clave más: al final de cada proceso siempre emerge el factor humano. Si Puigdemont plantea una declaración de independencia está por ver que a la hora de votar en el Parlament todos sus diputados, tanto del Pdcat como de Erc, estén dispuestos a afrontar hasta 15 años de prisión, arriesgar su libertad, su hacienda y su familia. Quizás tenga ahí un tercer y poderoso motivo para convocar elecciones y frenar esta crisis de Estado.