La VentanaLa opinión de Carles Francino
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Gritos y silencios

Ahora mismo siento una pena tremenda y un cabreo que se me llevan los demonios. Tengo ganas de gritar, pero voy a optar por el silencio

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Madrid

El ejercicio de autocitarse, de ponerse uno mismo como referencia, me ha parecido siempre poco recomendable. De hecho lo he criticado en más de una ocasión, pero hoy voy a hacerlo; voy a pecar y espero que me perdonen, pero enseguida entenderán el motivo.

La opinión (18/10/2017) - 'Gritos y silencios'

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Hace un año y medio, cuando todo este asunto de Catalunya y España que ahora parece a punto de explotar ya mostraba una pinta preocupante, escribí un artículo en “el Periódico de Catalunya”, titulado “¿una mierda de país?”, así entre interrogantes donde ya mostraba mi inquietud por una posible quiebra de la convivencia y proponía una especie de jornada nacional de reflexión, un día entero de silencio que sirviera para pensar un poquito más las cosas antes de decirlas. No sabía entonces –y me acabo de enterar– que esa práctica del silencio, de hacer no haciendo, en este caso de decir no diciendo, es un concepto central del budismo. O sea, que si no tienes claro que lo que vas a decir pueda mejorar un problema, un conflicto, mejor calladito que estás más guapo.

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Bueno, pues resulta que esta es la decisión que hoy ha anunciado el escritor y académico, Antonio Muñoz Molina: ha cerrado su blog; temporalmente, dice. Y lo ha hecho sólo unos días después de haber publicado en “El País”, un artículo titulado “En Francoland”, donde narraba su frustración –y sus peripecias– por tener que explicar aún en muchos lugares que España es una democracia. Y donde lamentaba que el discurso del independentismo catalán haya alimentado esa falsa imagen de país todavía franquista, en el extranjero.

Bueno, no hace falta que les diga la lluvia de improperios que le cayeron a muñoz molina y que supongo que le habrán acabado de convencer para cerrar temporalmente la barraca. Y yo ante esta noticia me quedo pensando: entre el silencio y el grito, ¿qué prefiero? el silencio, seguramente, sin duda.

Pero entre el silencio y el grito también existen estaciones intermedias, ¿verdad? el diálogo, por ejemplo, el diálogo, no el bla-bla-bla, no el hablar por hablar; no, digo la conversación civilizada, inteligente, generosa, empática, los argumentos en lugar de los improperios… a todo eso me refiero. Y sin embargo, en ese tema no hay manera. Y no ha habido manera durante mucho tiempo hasta que ya casi –o sin casi- es demasiado tarde.

Ahora mismo siento una pena tremenda y un cabreo que se me llevan los demonios. Tengo ganas de gritar, pero voy a optar por el silencio. Y que conste que no soy budista.

 
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