El cabreo y la soberbia

Madrid

Faltan 10 días para el 1 de octubre. Ya sé que en esa fecha, pase lo que pase, no va a terminar nada. Pero yo pienso repetir hasta entonces cada día, cada tarde, que aún hay tiempo para el diálogo y que hay que intentarlo. Entre otras cosas, –como dice rajoy– para evitar males mayores; creo que podemos –y debemos– exigir ese diálogo a nuestros representantes políticos, a todos. Y no son palabras huecas, no es una frase de compromiso: es la única salida que nos queda.

Pero además de reclamar eso, creo que también debemos perfilar con mucha precisión cuál es la foto en cada momento. Hoy, 21 de septiembre, esa foto nos muestra a un gobierno español envalentonado por la operación de ayer, pero insistiendo en que se trata de una operación quirúrgica; o sea, no contra Catalunya, no contra la Generalitat, sino contra una consulta que ha sido declarada ilegal por la justicia.

Sin embargo, esa explicación que pretende contrarrestar el discurso apocalíptico del gobierno catalán, no ha frenado, de ninguna manera, una reacción en Catalunya, en la calle, que es multitudinaria, que tiene pinta de ir a más, y que posiblemente ya incluya a bastantes personas –no sé cuántas, pero bastantes– que no están –o no estaban– por la independencia, pero se sienten agredidas, humilladas; que han interpretado esa operación judicial y policial de ayer como una afrenta; una más.

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Tendrán más razón o menos, pero ese dato es incuestionable; y ese aspecto me gustaría subrayarlo porque creo que es fundamental para lo que vaya a venir después; si desde Madrid, o desde donde sea, quien tiene que leerlo no lo lee bien estará cometiendo un error de bulto. O igual es que le interesa que la cosa siga enfollonada, no lo sé.

Pero creo que despachar ese clima de protesta y de cabreo que hay en Catalunya, en buena parte de la sociedad catalana –no sólo la independentista– como una pataleta del soberanismo se queda muy corto. Creo que no hace falta repetir que en caso de duda la ley y el estado de derecho son el camino a seguir; y que ilegalidad e incompetencia política no son magnitudes comparables.

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Pero la soberbia y el afán de ganar al contrario por diez a cero han hecho perder muchos partidos a equipos que se consideraban invencibles. En el fútbol y en la política.