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Grupos Salvajes

Estoy esperando que algún experto defina este síndrome que mezcla miedo, egoísmo, intolerancia y estupidez

Madrid

Igual es que me voy haciendo mayor; es verdad que uno cuando va cumpliendo años puede tener tendencia a idealizar el pasado; a pensar que algunas cosas, que ahora te atropellan, antes no ocurrían. Es posible, no digo que no.

La opinión de Francino (05/09/2017) - Grupos salvajes

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Pero la cantidad de tontería, de ñoñería y, también de mala leche, que pueden destilar los grupos de WhatsApp que reúnen a padres y madres del colegio... Ese, no me negarán, que es un fenómeno nuevo.

Y hoy me gustaría contarles una historia que ha ocurrido en Argentina, y que se ha conocido precisamente por las conversaciones a través del chat. La historia de un chaval con síndrome de Asperger, que es algo parecido al autismo, o sea que genera problemas de comunicación y comportamientos anómalos. Bueno, a este chico han conseguido echarle de clase los padres de los otros alumnos ¡y además lo han celebrado en su grupo de WhatsApp! Sí, sí, lo han celebrado, con muestras de jolgorio, “¡lo hemos conseguido!”, como si hubieran ganado un campeonato de algo.

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Vamos a ver, aquí no se trata de hacer un discurso buenista sin más, porque un aula, una clase de cualquier colegio es un mundo en miniatura, una pequeña sociedad, que necesita normas y andamiaje para tener equilibrio. Por eso los alumnos con necesidades especiales requieren un trato especial, con recursos desde luego. Da igual que hablemos de un niño –o una niña- con este tipo de trastorno, o con hiperactividad, o con problemas, yo qué sé, de audición, de movilidad, o de idiomas porque no se puede gestionar una clase si tres, cuatro, o siete de tus alumnos no te entienden.

Pero la escuela, el sistema educativo, con todo sus déficits, ya tiene respuesta para eso. Y los pedagogos, y los psicólogos, y los profesores, por descontado, están ahí para intentar resolverlo.

No, a mí lo que me llama la atención de esta historia es lo de los padres, que llegaron incluso a hacer una huelga de niños, no les llevaron un día al cole como medida de presión para que echaran al diferente; y lo han conseguido; y lo han celebrado.

No sé a ustedes, pero a mí esto me da mucho miedo, porque veo que estamos instalados en un contexto donde cualquier cosa que nos moleste, cualquier cosa o persona, decidimos automáticamente que la cargue otro. ¡Ah!, y además a los niños pocas dificultades, incomodidades las justas, sobreprotegerles de todo; como si después la vida no les vaya dar –como nos ha dado a todos– hondonadas de hostias.

Estoy esperando que algún experto defina este síndrome que mezcla miedo, egoísmo, intolerancia y estupidez. Yo, sinceramente, no tengo más palabras para hacerlo.

 
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