La VentanaLa opinión de Carles Francino
Opinión
LA OPINIÓN DE FRANCINO

Pero... ¡a dónde iremos a parar!

Parece que se está recuperando, como un símbolo para proteger el ominoso universo de lo políticamente correcto

Madrid

Hubo un tiempo, hace años, para situarnos, pues yo qué sé... en las generaciones del siglo pasado, mis padres, mis abuelos… Se acuñó una expresión que más o menos decía: “¿Hasta dónde llegaremos, a dónde iremos a parar?”. Esa frase aparecía de forma automática, casi como un reflejo, ante cualquier avance o innovación. En las costumbres, en los comportamientos, en el lenguaje.

La opinión de Francino (21/06/2017) - Pero... ¡a dónde iremos a parar!

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Por ejemplo, tutear a un profesor, las primeras chicas con minifalda, un homosexual que saliera del armario, meterse a hippie en Ibiza… Cualquier cambio que oliera a romper con el orden establecido era saludado con este “¡a dónde iremos a parar!”

Bueno, pues resulta que esta misma frase –y el concepto retrógrado que encierra– parece que se está recuperando, como un símbolo para proteger el ominoso universo de lo políticamente correcto. Y es que el último ejemplo no tiene desperdicio: la policía ha investigado una representación escolar de la obra “mar i cel” (“mar y cielo”), una obra legendaria del grupo Dagoll Dagom, porque en una de las canciones, en el himno de los piratas moriscos, estos dicen: “y llegará el día de gloria, cuando ya no queden cristianos, que cantaremos la gran victoria de los fieles valientes hijos de alá”. Esta frase, a la madre de un alumno le pareció que podía incitar al odio y por eso lo denunció.

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Hombre, esto, por fortuna, no ha sido como lo de los titiriteros; la policía ya lo ha archivado, el caso no tiene más. Pero a mí me ha puesto los pelos de punta porque es la enésima demostración de que vamos hacia un mundo parcelado por filias y fobias. Y por una epidemia de susceptibilidad.

El día que no es una broma que ofende a no sé quién, es un refrán que tal o cual colectivo considera insultante y exige directamente que se suprima. Alguien dice “yo creo que a, le saltan los “b”, ¡pero le saltan a degüello!

Resumiendo: que van a tener razón los padres y los abuelos: ¡a dónde iremos a parar!

 
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