Coger el toro por los cuernos

Madrid

Mañana a esta hora estoy seguro de que todas las televisiones habrán mostrado ya por activa y por pasiva las imágenes del toro de la Vega; espectáculo tradicional para unos, crueldad intolerable para otros muchos, y foco de una intensa polémica de unos años para acá. Aunque estén ocurriendo otras cosas mucho más graves, más trascendentes, tanto aquí como en el resto de Europa, no tengan ninguna duda de que esas imágenes de un toro alanceado hasta la muerte darán la vuelta al mundo y por unas horas formarán parte de eso que ampulosamente llamamos “marca España”. Así que cabe preguntarse: ¿nos sentimos cómodos con esa identificación? Yo, personalmente, no; para nada. Creo que invocar la tradición en un ejercicio de maltrato animal tan flagrante no sirve como argumento y tampoco cuadra con la evolución social de este país. Además es que hay precedentes: aquí por ejemplo ya no se tiran cabras del campanario ni se descabezan gansos a lo bestia, por citar sólo dos casos de “tradiciones” –entre comillas- ya abolidas; o sea que se puede cambiar y yo, igual que mucha gente, creo que en esto del toro de Tordesillas resultaría imprescindible.

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Aunque dicho esto, también me asalta otra pregunta, o una duda: la de si es patológico, si también es marca España, eso de dejar que los conflictos se pudran hasta el paroxismo de las partes. Porque desde luego en este asunto las posturas están tan enconadas que sólo falta acabar a mamporros. Bueno, pues para que eso no ocurra, una vez más hay que mirar a la política: son las autoridades quienes deben tomar decisiones. Si creen que hay que prohibirlo, aunque cueste votos en Tordesillas, que lo hagan. Si les parece legal y adecuado, adelante también. Pero en este tema, como en muchos otros, escaquearse no es una opción. Lo que toca –y nunca mejor dicho- es coger el toro por los cuernos.