¡Qué chorizos tan caros!
"Es un momento donde la exigencia cívica debe imponerse sí o sí al tacticismo político"
![](https://cadenaser.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fcadenaser.com%2Festaticos%2Frecursosgraficos%2Fresponsive%2Fimg%2Fplayer-permanente%2FSER-generico-recorte-16x9.png?auth=6a95b0408ef281e103361fe482ffad165cfe858adc6699774922b4bc69b186ad&quality=70&width=736&height=414&smart=true)
00:00
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
Madrid
Como pueden imaginarse a esta hora seguimos metidos en el bucle, imagino que ustedes también. Dando vueltas y más vueltas a lo mismo: pensando y repensando, como aquel Zavalita de la novela de Vargas Llosa, no cuándo se jodió el Perú sino en este caso cuándo se jodió España con esta carcoma de la corrupción.
No es exagerado, ni mucho menos, decir que ahora mismo somos un país en estado de shock y por eso hay que rebuscar en el baúl de las ideas a ver qué se nos ocurre para salir. Pero cuidado que éste no es sólo un debate de principios, de modelo político, de modelo social, incluso de autoestima….sino también un gravísimo problema económico porque existe un estudio de la Universidad de Las Palmas que cifra en 40.000 millones de euros anuales –es decir, dos Bankias- el coste de la corrupción. Y en cambio tenemos a más de dos millones de niños –más de dos millones en España, datos de hoy de Unicef- en situación de pobreza.
O sea que si damos por buena la ecuación de: prosperidad económica más dignidad moral igual a éxito, ahora mismo vamos de cabeza al fracaso porque tanto la economía como la moral pública van en dirección contraria. Con un agravante: que hay gente que hace ya más de quince años que venía alertando de la perversión en nuestro sistema de contratos públicos, donde con demasiada frecuencia el premio no se lo llevan los más preparados sino los que tienen más capacidad de….digamos, influir a través del dinero; o sea, de corromper. La única buena noticia- y no es pequeña- es que efectivamente, con todas sus carencias, con todas sus limitaciones, el estado de derecho funciona.
Así que agarrémonos a eso aunque tampoco nos conformemos, porque es un momento donde la exigencia cívica debe imponerse sí o sí al tacticismo político. Sobre todo para que esas cosas que han pasado y que no nos gustaría que hubieran pasado, en palabras del presidente, dejen de pasar de una puñetera vez.