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La extrema derecha en el infierno. El arte reflexiona sobre el blanqueamiento del mal

Termina la edición más política de ARCO contra la extrema derecha. Desde Abascal y Ayuso a Trump, Meloni, Milei o Musk, el arte busca la belleza frente al matonismo y exaltación de la ignorancia. Vulcano es una reflexión en torno al mal y a la necesidad de contarnos, del relato. Laura Chivite debuta en la novela con tías, sobrinas, cabras, telequinesis y mucho humor

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Termina ARCO, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo que ideó Juana de Aizpuru, ya retirada. Ha sido la primera edición sin Helga de Alvear, recientemente fallecida, así que nos queda Concha Jerez, a sus 84 años quizá la más veterana. Jerez expone con la Galería Freijo, feminista y defensora del arte político, Necrológicas censuradas de mujeres olvidadas, un conjunto de fotografías que rescata del olvido a mujeres que no solo son artistas. Mujeres con mucho coraje, explica la galerista a La Hora Extra, que se han dedicado a otros aspectos, no solo de la creación, pero que han luchado por derechos y libertades. Entre ellas, Cheika Rimitti, una cantante argelina, censurada desde los 70 por abrir caminos, por reivindicar la libertad de las mujeres, la sexualidad de los jóvenes. Tiene una historia fascinante.

Necrológicas censuradas de mujeres olvidadas. Concha Jerez

Necrológicas censuradas de mujeres olvidadas. Concha Jerez / Daniel de la Fuente

Necrológicas censuradas de mujeres olvidadas. Concha Jerez

Necrológicas censuradas de mujeres olvidadas. Concha Jerez / Daniel de la Fuente

Más allá de la perspectiva de género, que reivindicamos todos los años en ARCO, ha sido una edición muy política. Marcada, entre otros temas, por la guerra en Gaza. Nos interesó mucho la obra de Álex Reynolds, una videoinstalación realizada con inteligencia artificial, que recoge preguntas dirigidas al Departamento de Estado de Estados Unidos sobre el genocidio en Palestina, durante las ruedas de prensa celebradas desde octubre de 2023. Todas las respuestas han sido eliminadas por las evasivas que daba la Administración norteamericana. La preocupación por lo que está pasando Ucrania también ha estado presente en esta edición, como nos contaba el artista polaco Xawery Wolski, en una de las más de 200 galerías que este año han participado en ARCO. "Estamos muy preocupados, consternados, nosotros estamos al lado, Polonia somos los siguientes, mucha incertidumbre", se lamentaba el artista, que traía obras delicadas que invitaban a la evasión, a lo etéreo.

Obra de la artista Olalla Gómez Valdericeda en Arco 2025

Obra de la artista Olalla Gómez Valdericeda en Arco 2025 / Daniel de la Fuente

Obra de la artista Olalla Gómez Valdericeda en Arco 2025

Obra de la artista Olalla Gómez Valdericeda en Arco 2025 / Daniel de la Fuente

Aquí en España, un tema tan sensible como el de los ancianos fallecidos en las residencias de la Comunidad de Madrid. Cinco años después de que el mismo pabellón de IFEMA acogiera a todos esos pacientes que no podían acudir a los hospitales saturados de enfermos de covid, nos hemos encontrado esta obra de Ramón Mateos, una cortina de aluminio anodizado con la cifra 7.291 y que él mismo, nos explicaba, buscaba hacer memoria y reflexionar sobre determinadas decisiones políticas con consecuencias tan brutales. Saber qué pasó. Y luego está la crítica contra al auge de la extrema derecha, nacional e internacional, desde Santiago Abascal a Elon Musk, Giorgia Meloni, Javier Milei o Donald Trump. Lo ha hecho el conocido artista Eugenio Merino, poniendo las caras de todos esos líderes de la ultraderecha en platos que ha metido en un lavavajillas. Una invitación, nos explicaban en la galería barcelonesa ADN, a reflexionar sobre cómo los medios de comunicación en particular, pero todos en general, hemos blanqueado a la extrema derecha.

'Lavado de cara', de Eugenio Merino en ARCO 2025

'Lavado de cara', de Eugenio Merino en ARCO 2025 / Marcos del Mazo

'Lavado de cara', de Eugenio Merino en ARCO 2025

'Lavado de cara', de Eugenio Merino en ARCO 2025 / Marcos del Mazo

Hace una semana lamentábamos la tibieza y el silencio de Hollywood frente a Trump. Los artistas que exponen en ARCO no se han callado lo que piensan de la extrema derecha, gracias. También le hemos preguntado al director del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Guillermo Solana, qué aporta la belleza de una exposición como la que han inaugurado sobre Marcel Proust y su relación con el arte, "qué aporta la belleza en estos tiempos de matonismo y exaltación de la ignorancia". Esa era la pregunta, sin nombres ni apellidos. Y esta su respuesta: "No voy a aprovechar a Proust para meterme con Trump, pero por supuesto sensibilidad y exquisitez", respondía Solana. "Era buena persona, que también es algo atractivo", continuaba el comisario de la exposición, Fernando Checa. Modestia, humildad, nada de arrogancia, cortesía, "la antítesis de un bully", se animaba el director del Thyssen. Ahí queda eso.

Proust y el arte es una gran exposición sobre el gran escritor francés y su universo intelectual, social y literario, sobre la importancia que el arte tuvo en sus obras. La muestra es un recorrido por su vida, por los ambientes artísticos, monumentales y paisajísticos que le rodearon y que recrea en sus libros, así como los artistas que le sirvieron de inspiración. Hay esculturas, fotografías, telas, vestidos de la época y, por supuesto, algún manuscrito y una colección de primeras ediciones de En busca del tiempo perdido. Una exposición que nada fetichista y que tiene en cuenta al público, tanto al lector como al que nunca ha leído a Proust.

Dividida en nueve apartados, reúne obras del Greco, Tintoretto, Rembrandt, Vermeer, Van Dyck, Turner, Fantin-Latour, Whistler, Ruskin, Manet, Monet, Degas, Renoir, Watteau, Zuloaga o Madrazo, entre muchos otros. Todos pintores admirados por Proust. La importancia del teatro en la obra del escritor se aprecia en el impresionante retrato que Georges Clairin pintó de la actriz Sarah Bernhardt.

Naked Time de Sakiko Nomura

Naked Time de Sakiko Nomura / Sakiko Nomura cortesía de Akio Nagasawa Gallery

Naked Time de Sakiko Nomura

Naked Time de Sakiko Nomura / Sakiko Nomura cortesía de Akio Nagasawa Gallery

Aprovechando este especial de arte, un par de recomendaciones más. En la Fundación Mapfre nos ha fascinado la obra de Sakiko Nomura, una de las fotógrafas japonesas más destacadas de su generación. Tierna es la noche es como se titula su primera gran retrospectiva, en referencia a la novela de Scott Fitzgerald, porque los protagonistas son también jóvenes atractivos, fotografías de desnudos masculinos en blanco y negro, apenas iluminados. Acostumbrados a ver el cuerpo femenino como espacio artístico a lo largo de toda la historia del arte, resulta más difícil encontrar desnudos masculinos creados desde la intimidad y perspectivas femeninas. Sakiko Nomura plasma a través de su cámara a diferentes hombres que han posado para ella durante décadas. Todo un desafío a los tabúes de la cultura japonesa.

Ambientes solitarios, habitaciones vacías, nocturnidad e imágenes llenas de sombras y granulados conforman la atmósfera en la que se ubican estos personajes. Hombres que miran a cámara desde la soledad de una cama o que posan mostrando un erotismo hasta entonces poco explorado en la fotografía japonesa hecha por mujeres. "Ofrece una interesante y profunda mirada de lo que es todo su universo visual. Explora temas como el deseo, la oscuridad o la fugacidad de la asistencia", explica Carlos Goyonet, de la Fundación Mapfre. Tierna es la noche es un conjunto de fotografías que bien podrían ser los escenarios de una película de Wong Kar-wai. Las imágenes, que evocan melancolía y oscuridad, tienen un halo casi cinematográfico que nos permite quedarnos contemplando la soledad de la noche.

Y terminamos con un último nombre propio en el Museo de El Prado: El Greco. En 1577, recién llegado a España de Italia, El Greco recibe los dos encargos más importantes de su carrera: El Expolio para la catedral de Toledo y los retablos del monasterio de Santo Domingo el Antiguo, obras que podemos ver juntas en El Prado tras convencer a las monjas cistercienses. Son ocho obras originales en total, dispersas por diversas colecciones, y una reproducción de un original que no ha podido salir de Rusia. Destaca La Asunción, la gran tela central del retablo mayor, que desde 1906 forma parte de las colecciones del Art Institute de Chicago, que la ha cedido.

'La Asunción' de El Greco regresa a El Prado casi 120 años después

El humor como arma de resistencia

Terminamos con dos obras que nos han hecho reír a carcajadas. Porque en estos tiempos de matonismo y de exaltación de la ignorancia, que decíamos, el humor es muy necesario. Nos lo recordaba el actor Rulo Pardo, que ha convertido en poesía, ternura y sonrisa una situación personal tan dramática como la de un desahucio. "El humor es una buena manera de curar heridas, básico para sobrevivir en esta sociedad, es saludable", nos advierten Victoria Szpunberg y Andrea Jiménez. "El humor es mi manera de estar en el mundo, es algo protector", nos dice Laura Chivite. Vamos con ellas tres.

La Fragua de Vulcano, de Velázquez.

La Fragua de Vulcano, de Velázquez.

La Fragua de Vulcano, de Velázquez.

La Fragua de Vulcano, de Velázquez.

En el Museo del Prado, donde nos quedamos, se expone La fragua de Vulcano, óleo sobre lienzo, de Diego Velázquez, 1630. Un cuadro con el dios del fuego como protagonista y que ha inspirado Vulcano, una obra escrita por Victoria Szpunberg y dirigida por Andrea Jiménez. En Vulcano tenemos a una familia desestructurada, compuesta por Manuel, el padre (Albert Ribalta); Manu, el hijo (Eneko Sagardoy); e Inés es la hija (Macarena Sanz), que quiere salir de la miseria, prepara una oposiciones para trabajar en el Prado. Todos necesitados de ternura, de ser escuchados, reconocidos, de que alguien los mire y les pinte.

En el edificio donde viven hubo un incendio y una vecina, Alba, murió en él. Esta familia vivía pared con pared con ella. La televisión viene tiempo después a hacer un reportaje sobre lo que ocurrió. Viene a grabarles Eliseo (Iván López-Ortega), becario cámara de televisión; con Adriana (Pilar Bergés), una periodista que quiere dejar atrás la carnaza y hacer un periodismo más ético, un reportaje social. Son todo personajes que buscan un nuevo comienzo y nunca es tarde para empezar de cero, subraya Victoria Szpunberg por teléfono desde Barcelona, donde está ensayando La tercera fuga, otra obra inspirada en el viaje que emprendió su familia de Ucrania a Latinoamérica, de Argentina a España, huyendo de la dictadura. Y de Barcelona capital a Masnou.

"Vulcano surgió primero del deseo de pensar en la maldad, en el mal, en cómo nos relacionamos con la idea del mal. De ahí surgió la idea del infierno y Victoria vivió un incendio en su edificio. A partir de ahí despegó toda la imaginación de de Vulcano", explica Andrea Jiménez. Un relato de culpables, héroes, víctimas y de cómo nos contamos cuando queremos eximirnos, redimirnos o salvarnos en general en la vida y también en nuestras propias familias, añade la directora. "Fue muy curioso porque el incendio en la casa donde vivíamos me lo narró mi hija, me llamó y me lo explicó por teléfono y fíjate tú que me impactó tantísimo, que yo no estaba ahí, pero a veces no me acuerdo si yo estaba ahí o no", cuenta la autora del texto. "Eso tiene que ver con la fragilidad de la memoria y con que cuando te explican algo que te impacta, a veces no recuerdas exactamente dónde estabas y qué hiciste".

En Vulcano hay metateatro, asistimos a una reconstrucción del suceso, como en las true crimes. Dice Szpunberg que es fan y que uno de sus objetivos y obsesiones era hacer género criminal, "que no es tan propio del teatro y es muy jugoso ver cómo se recrea, cómo se filma un crimen". A Jiménez lo que le obsesiona es la metateatralidad, la relación entre los cuerpos y el relato. "En Vulcano los personajes entienden algo exclusivamente en el momento en que se ponen a activarlo con los cuerpos y es el cuerpo el que activa la memoria. En el momento en el que Inés dirige la recreación, es muy parecido a mi rol en Casting Lear de necesitar dirigir una ficción y poder controlar algo de los cuerpos de los actores para que pueda aparecer aquello que no entiendes y aquello que no controlas. Y obviamente aparece la referencia de The Act of Killing, que para mí es una película absolutamente fundacional de la relación entre realidad y ficción y de cómo se cruzan".

Con las dos hemos conversado sobre feminismo y los conflictos intergeneracionales. También sobre clasismo y racismo. Cómo escapar de la precariedad ante la ausencia de tejido social y de una red estatal que se haga cargo de los más desfavorecidos. De personajes grotescos como Javier Milei, el presidente argentino que se burla de las personas con discapacidad. Alba, la que muere en el incendio de Vulcano, lo es. De la necesidad de escucharnos como una de las grandes asignaturas de nuestra sociedad, al fin y al cabo. De las casas y los cuerpos, de las familias y los traumas. Toda la charla en nuestras plataformas de audio:

Victoria Szpunberg: "Tanta información y tanta educación, ¿para acabar con alguien tan grotesco como Milei en Argentina?"

Victoria Szpunberg: "Tanta información y tanta educación, ¿para acabar con alguien tan grotesco como Milei en Argentina?"

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Vulcano es divertidísima, a pesar del trasfondo. También lo es la novela de nuestra última invitada, es una historia de iniciación, del paso de la adolescencia a la edad adulta, que hace una joven que se va a vivir con su tía. Una relación que se rompe, se reconcilia y así a lo largo de la historia. Y una historia con elementos fantásticos. El ataque de las cabras, de Laura Chivite (Pamplona, 1995). Dice Random House, su nueva editorial, que es su debut en la novela, aunque Chivite estuvo hace tres años en La Hora Extra presentando Gente que ríe, un libro que anunciamos como una novela fragmentada, puede serlo, también un libro de cuentos. En aquel, los relatos se podían leer de forma independiente, en este hay una historia lineal, una historia de inciación, de crecimiento, del paso de la adolescencia a la edad adulta.

Cubierta de 'El ataque de las cabras', de Laura Chivite

Cubierta de 'El ataque de las cabras', de Laura Chivite / Random House

Cubierta de 'El ataque de las cabras', de Laura Chivite

Cubierta de 'El ataque de las cabras', de Laura Chivite / Random House

La narradora de El ataque de las cabras es una joven sin nombre que, como la autora, nació en Pamplona, estudia Literatura Comparada en Granada y comparte su pasión por el cine y por determinadas películas. Pero no es una novela de autoficción, nos aclara, aunque "una siempre pone de una misma en lo que escribe".

Una noche en la que no había nada interesante en la televisión, tía Lidia me propuso un juego. Dijo que iba a contarme un cuento: la fábula de Juana, la cabra insolente. Cada vez que no supiéramos qué hacer, añadiría algún nuevo episodio a la vida de esa cabra. Al final de cada uno de ellos, te ofreceré tres giros diferentes y tú tendrás que escoger uno. De ese modo podrás moldearla a tu gusto, hacerla tuya, me dijo.

Así empieza El ataque de las cabras, que nos cuenta la relación de la narradora con su tía y, a través de ella, con el resto de la familia. Tía Lidia es una mujer divorciada de otra mujer, un dato que sería irrelevante, pero que para la narradora no lo es. Tampoco para Chivite, interesada por los nuevos modelos familiares y de crianza. "Todos tenemos en el imaginario a la típica tía soltera o al tío que vive con un amigo y que en realidad son queer. Personajes que han estado siempre en los márgenes, poco representados", afirma. Tía Lidia es una mujer sola, con mucho humor, pero también triste. Sufre ataques de telequinesis melancólica, levanta, mueve y estampa objetos en las habitaciones. Es solo una de las genialidades y fantasías que atraviesan la novela.

Laura Chivite: "Nuestras tías y tíos queer siempre han estado en los márgenes, poco representados"

Laura Chivite: "Nuestras tías y tíos queer siempre han estado en los márgenes, poco representados"

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Con Laura, a punto de cumplir los 30, hemos hablado ampliamente del paso del tiempo, de dejar atrás la infancia, aunque nunca la inocencia ni alegría genuina, para entrar en la edad adulta. "No es algo que se pierda cuando una se hace mayor, pero sí que hay que ir a ese lugar, buscar la alegría e inocencia", dice. El aburrimiento es otro de los asuntos, una defensa de saber estar triste, no pasa nada, y aburrirse, no sentirse esclavo de las redes sociales. "Puedo pasarme horas mirando a una pared y es precisamente cuando me viene la inspiración", cuenta. Toda la conversación en SER Pódcast y en nuestras plataformas de audio.

Laura Chivite: "Internet me genera ansiedad, me pesan más sus cosas malas que las buenas"
 

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