Joe Marmota, el vago de Minnesota
"El americano era yo. Sin haberlos visto nunca, me identificaba más con las marmotas, los tejones y los mapaches, que con las mulas y las perdices"
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Joe Marmota, el vago de Minnesota
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Barcelona
La televisión es un peligro. La radio, menos, porque nos habla al oído, y uno siempre se queda pensando lo que le han dicho al oído. Las palabras son sentimientos que nos hacen pensar. Sin embargo, la televisión nos mete las cosas por los ojos. Lo que vemos va a un sitio extraño que no está hecho de palabras. Es fácil creerse ciegamente lo que uno ve. Lo dice la gente: ¡Ver para creer! El otro día, me llamó mi madre y me habló en serio de una marmota que salía por la tele. La marmota decía que va a hacer frío este febrero. Entonces creí ver una renuncia en la curiosidad de mi madre por la marmota de las noticias. Una renuncia a una cultura suya a la que yo llegué solo de oídas. Pero todo lo que oímos se nos pega a la piel de las manos como una calcamonía eterna. Mucho tiempo antes de hablarme de marmotas que predecían el tiempo, mi madre me hablaba de las cabañuelas. Cosas del pueblo. En su pueblo, las calculaban en agosto. La gente observaba las nubes, también lo llamaban la atmósfera, y deducían qué tiempo iba a hacer el resto del año. Contando las cabañuelas, se hacían una idea de cómo irían la siembra o la siega. Pero en los días en que mi madre me hablaba de las cabañuelas, yo solo pensaba en comprarme un chicle, y soñaba con tener unos tejanos, y leía en el Mortadelo las historietas de Joe Marmota, el vago de Minnesota. El americano era yo. Sin haberlos visto nunca, me identificaba más con las marmotas, los tejones y los mapaches, que con las mulas y las perdices. Mi padre hablaba de palomas torcaces y de palomas zuritas, y una vez me dijo los nombres de la mula cuando es hija de caballo y de burra, y cuando es hija de burro y de yegua. Pero ya no me acuerdo. Ni tampoco aprendí a mirar las cabañuelas. Y jamás he visto una marmota. La desculturización es esto.