La interpretación de los dueños

Barcelona

“Me hice freudiano por culpa de mi inconsciente. Lo llevo grabado en los apuntes que tomé a toda castaña siguiendo la voz de la profe de Filosofía. La palabra dicha es más rápida que la palabra escrita y, por eso, siempre ganan los bulos. Mientras Mercedes, la profesora, nos explicaba el yo y el ello, el superyó clamaba tras la puerta de clase para avisarnos de que la verdad está ahí afuera. La verdad es, ya, un caso paranormal. Pero el superyó no era el agente Mulder, ni tampoco era la agente Skully, el superyó era el hombre que fuma, siempre con el reproche en los labios. Ahora ya nadie fuma en las series de televisión, mejor así. Quizás, hayamos estado equivocados todo el rato, y para transformar la realidad sea necesario cambiar antes su reflejo. Crear nuevas imágenes y encontrar nuevas palabras. A saber. Al salir de clase, me volvía todavía más freudiano, pues iba a las librerías de Barcelona, en San Adrián nunca ha habido librerías, esta es la verdadera guerra cultural, y me plantaba ante la sección de psicología, aunque para mí todo es literatura, en busca de los libros de Freud. Entonces, no había código de barras, éramos más de Código del hampa, la película de Don Siegel (el director de Harry el Sucio y también de La invasión de los ladrones de cuerpos), y muchos libros llevaban el precio escrito con lápiz en la primera página. Digo libros, y veo los de Alianza Editorial. En aquella época, los libros de bolsillo tenían precios de bolsillo, pues la guerra cultural es, también, una cuestión de tener y no tener. Freud decía que nuestro carácter se forma durante los cuatro primeros años de vida. A lo mejor, en política pasa lo mismo. ¿Recuerdan la Transición democrática? No se olviden, la extrema derecha campaba a sus anchas y la gente tenía miedo de hablar”.