Takamori: El último verdadero samurái
Al entrar en el Parque Ueno, en la ciudad de Tokio, nos encontramos con una llamativa estatua de un hombre en atuendo de caza acompañado de su perro, inmortalizados en bronce. Representa al legendario samurái Saigo Takamori, uno de los guerreros más influyentes del Japón del siglo XIX.
Saigo Takamori, el último samurái
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Takamori fue la inspiración indirecta para la película de éxito de Hollywood 'El último samurái' (2003) y de su principal protagonista Matsumoto. En realidad, Takamori fue un hombre de variados talentos, ocupando cargos muy importantes en la época de la Restauración Meiji y además dirigió a los combatientes japoneses durante la Rebelión de Satsuma de 1877 que significó un cambio en las costumbres niponas. También escribió poesía bajo el nombre de Saigo Nanshu.
En 1873, Saigo ideó un plan para entrar en conflicto contra Corea para castigar así su actitud insultante contra el emperador y además ampliar territorios. Incluso propuso un plan extraordinario para provocar su propio asesinato en Corea con el fin de justificar la declaración de guerra. Cuando se canceló el plan, Saigo dimitió de todos sus cargos en señal de protesta. De regreso a su pueblo, Takamori abrió una escuela privada de entrenamiento militar, la cual atrajo a miles de antiguos samuráis descontentos con el rumbo que estaba tomando Japón. La creciente influencia de sus partidarios en la administración local preocupó profundamente al gobierno Meiji y pronto comenzaron las hostilidades.
El 24 de septiembre de 1877, en las faldas de las colinas de Shiroyama, él y 40 samuráis sabían que ese día iban a morir. El ejército imperial les superaba en número y en armas. Al final de la rebelión, cuando se agotaron las municiones y las armas modernas, los últimos samurais atacaron con espadas, arcos y flechas y Takamori quedó gravemente herido. Al no querer ser capturado o muerto por el enemigo, se hizo el harakiri. Su muerte derivó en el fin de la rebelión y la supresión definitiva de la clase samurái en Japón, que había dominado el país desde el siglo XII.
Su aniquilación terminó simbolizando el triunfo definitivo de la modernidad sobre el Japón más conservador anclado a las tradiciones. Fue el triunfo de las armas industriales frente a los códigos de honor del Bushido.
Este último combate consiguió remover conciencias, de tal modo que en 1889 Saigo Takamori recibió el indulto de manera póstuma y varias estatuas recuerdan su leyenda en el país del crisantemo y del sol naciente.
Lo más interesante de la historia de Takamori es que sus méritos durante la Restauración Meiji fueron intachables y tanto su honor como su valentía fueron valoradas pocos años después de su muerte. Su personaje se ha coinvertido ya en mito y aparece en numerosas películas, series y videojuegos.