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Las conferencias-maleta de Ramón Gómez de la Serna

“Nací o me nacieron el día 3 de julio de 1888, en Madrid”, escribió Ramón Gómez de la Serna en su autobiografía. Es una simple muestra del humor que cultivó durante toda su vida. Conocía bien la sociedad de la época que le tocó vivir y utilizó todos los recursos a su alcance para sorprenderla y, si llegaba el caso, escandalizarla

Ramón Gómez de la Serna, El primer monologuista español

Ramón Gómez de la Serna, El primer monologuista español

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Terminó su carrera de Derecho a los 17 años, pero para lo único que le sirvió el título fue para hacerse una fotografía vestido con la toga. Fue indiscutible animador de la tertulia del café Pombo, en la calle Carretas, cuyos miembros se reunían las noches del sábado hasta cerca de las tres de la madrugada. Bajo el rótulo “Diálogos Triviales” organizaba sus tertulias en distintos cafés madrileños y durante algún tiempo colaboró en la radio teniendo en su estudio madrileño un micrófono desde el que enviaba sus mensajes a los radioescuchas. Organizó un programa semanal en Unión Radio en el que actuaban López Rubio, Edgar Neville o Jardiel Poncela.

Ramón viajaba continuamente por España y varios países de Europa y Sudamérica dictando conferencias humorísticas, pero las hacía a su manera, o sea, ramonianas, a cuál más original. Daba sus conferencias en las más extrañas circunstancias, extrayendo objetos de lo más variopinto de una maleta que solía llevar siempre consigo. Disertó en el Circo de Invierno de París a lomos de un elefante. Da un banquete en un quirófano donde sólo se permite consumir medicamentos. Inventó las conferencias-maletas que consistía en ir a dar una charla con un maletín relleno de vaya usted a saber qué. Se sentaba en su silla, abría la maleta y empezaba a sacar objetos relacionados con la charla que iba a dar. O no.

Una vez sacó globo de colores que arrojó sobre el público o palomas que liberaba en ese momento echando a volar entre los asistentes. Otras veces sacaba unas figuras de barro las colocaba sobre la mesa y luego rompía con un martillo ante unos atónitos espectadores que reaccionaban de desigual manera: con regocijo o con indignación. Una vez apareció con un cascabel en la solapa de la chaqueta y arrojaba otros al auditorio mientras explicaba que “el cascabel es el garbanzo del optimismo”. Solía llevar un monóculo sin cristal y siempre iba acompañado de su inseparable cachimba o pipa de agua. Dijo una vez: “He fumado tantas pipas que cuando me voy a acostar creo que tengo la pica en la boca”.

En diversas conferencias habla de El Greco, Napoleón o sobre Goya y se caracteriza como esos personajes históricos, consiguiendo ropas de época que ya era todo un mérito y adoptando sus posturas. Pero, sin duda, lo que le ha dado fama universal son sus greguerías que el propio Ramón las definió como “metáfora + humor”. Entre las clásicas están: “En verano no se debiera fumar. Es echar leña al fuego” o “El poeta miraba tanto al cielo que le salió una nube en el ojo”.

 
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