Magalí Etchebarne: "La verdadera revolución está en la ternura frente a la crueldad que gobierna el mundo"
La escritora argentina nos presenta 'La vida por delante', Premio Ribera del Duero de Narrativa Breve. Cuatro relatos protagonizados por mujeres y atravesados por la madre, la muerte, el trabajo y el amor
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Cuando eres joven y adolescente te queda toda la vida por delante. Es lo que destacaba la semana pasada el actor Álex Roza durante la presentación de El fin, una comedia sobre el apocalipsis en el Teatro Español. Esa misma frase, "tranquila, tienes toda la vida por delante", es la que le repetía de pequeña su madre a Magalí Etchebarne. ¿En qué momento deja una de tener la vida por delante? O ¿qué vida es esa que tenemos por delante? Magalí nació en 1983, estudió Letras en la Universidad de Buenos Aires y es editora y escritora. Acaba de ganar el Premio Riberta del Duero de Narrativa Breve con La vida por delante, cuatro relatos atravesados por la muerte, la madre, el trabajo y el amor, publicado con Páginas de Espuma.
¿Qué ha supuesto el Premio Ribera del Duero para ti?
Fue una sorpresa total cuando me avisaron, primero que era finalista. Es un poco una frase hecha, pero ya era un premio ser finalista, sobre todo esa pequeña lista que llegamos ahí a la final, que eran cuatro autoras increíbles, que admiro.
Récord de participación en el certamen, más de mil personas han mandado sus manuscritos. En tu libro leo esta frase: "Hay demasiada información en el mundo como para no dudar de un hombre". Y como editora te pregunto: ¿Hay demasiados manuscritos, libros, publicaciones en el mundo? ¿No damos abasto, editoriales, lectores, prescriptores culturales? ¿Podemos dudar de que el jurado, presidido por Mariana Enríquez, se haya leído esos más de mil textos hasta seleccionar el tuyo?
Es verdad lo que decís y se escribe mucho, mucho. En Argentina, por ejemplo, hay buena cantidad de talleres literarios y después de dos años de hacer un taller, todo el mundo tiene una novela o un libro de cuentos que quiere que le publiquen. Nosotros contamos con lectores que son figuras externas a los editores, que calculo que es lo que debe haber pasado acá, que operan de jurado y hacen un filtro al principio. Yo como editora trabajo con mis lectores externos, que son personas en quienes confío y que a veces leen antes que yo, a veces a la par, y que también me acompañan cuando hay que decidir algo. En mi caso, por ejemplo, cuando me gusta algo que leo, me interesa estar segura de que no estoy obnubilada, que no sea algo personal. Son muy útiles esas figuras de ayudantes de lectura.
¿Cómo ha sido ese salto de la edición a la publicación de libros?
Yo siempre escribí y en realidad escribí antes de trabajar como editora. Escribo desde chica y escribía en la universidad. Cuando empecé a estudiar, estaban de moda los blogs. Teníamos esas cosas ahí, con amigos, para escribir y luego empecé a trabajar en Penguin Random House, en 2014. De hecho, estoy pudiendo tomar este mes para presentar el libro acá en España, porque cumplía diez años y tenía un mes sabático. Así que en realidad lo que ocupa la mayor parte de mi día y de mi vida es mi trabajo. La escritura queda lamentablemente relegada a los horarios en los que no estoy trabajando, la noche y el fin de semana.
"Que sabés vos de revolucionarios", leo en uno de los relatos. ¿Dónde está la revolución hoy en la literatura?
¡Qué difícil! Supongo que hay algo que está pasando, me parece, sobre todo con las autoras y autores que más están leyendo y que más viajan. Están haciendo algo con la realidad, a veces solo moviendo la perilla del volumen para mostrar el espacio cruel en el que vivimos, las cosas extrañas que nos rodean y con las que habitamos desde siempre. Cosas en general muy violentas y muy oscuras. Desde ahí se está dando como una suerte, no sé si de revolución, pero sí está pasando algo con la escritura de género, por ejemplo, que es muy novedosa, mucho más que mostrar la realidad. Poner luces y la lupa en una realidad que es muy cruel.
Además de la inteligencia y el humor con el que escribes, el jurado destacó tu oído. Para escribir bien, ¿hay que saber escuchar? En el último de los relatos, Ana no escucha a Ramiro por la música en sus auriculares. ¿Hemos dejado de escucharnos pegados a una pantalla y con unos auriculares, con suerte, puestos?
Sí es difícil escucharse. Es cierto y pasa en la vida cotidiana, muchas veces no nos escuchamos. A mí me gusta escuchar porque me gusta robarme cosas, palabras. Por ejemplo, ahora en Sevilla al cafecito le decían cafelito, eso es hermoso, ¿no? Esas perlitas que van apareciendo en el lenguaje, es muy difícil no conmoverse cuando te gusta. Hay algo en el lenguaje que siempre es muy seductor. Viajar, los acentos y diferentes palabras para nombrar a una cosa es una fuente inagotable de material para la escritura.
La vida por delante son cuatro relatos atravesados por personajes femeninos y elementos comunes, aunque se pueden leer de forma independiente. Varios temas como hilo conductor: la madre, la muerte, el trabajo y el amor. ¿A esto se reduce nuestra vida al final?
Al menos las de estos personajes, jajaja. Son los temas que aparecen en todos los relatos, cada uno con más preponderancia en cada relato, pero todos de alguna manera viajando subterráneamente. Y cuando presenté el manuscrito, de hecho lo titulé así, con un tono solemne, pero que me divertía, porque es el contraste de los cuentos, que no son tan solemnes e incluso aparecen como unos desvíos medio tragicómicos. Ese contraste me divertía. Son temas que a mí me obsesionan en general, como la muerte, el trabajo, la memoria, el pasado como una cosa que va creciendo mientras más vivís y se vuelve cada vez más grande, a veces más monstruoso, gasta, acecha más.
Los relatos tienen mucho humor hasta para tratar temas serios como el de la muerte o el suicidio, que aparece mucho en la obra. ¿Estamos acabando con los eufemismos para no decir muerte? ¿Hay que saber reírse de todo en esta vida, lo primero de la muerte?
Sobre la enfermedad y sus metáforas ya habló Susan Sontag, la incapacidad de nombrar la enfermedad como si fuese una maldición. Al menos en Argentina, cuesta muchísimo decir cáncer, decir la palabra y que no espante. Hablar de cáncer de mama, ese tipo de cosas costó como un montón. Muchas campañas de concientización, pero es como si la palabra se evitase. Hacé tus controles, pero se evita muchas veces la palabra. Y eso, bueno, aparece un poco como exagerado en este primer relato, en el que la niña está un poco fanatizada con las palabras, le atrae esa palabra y la usa, la usa. Pero a los adultos les espanta.
La vida por delante, el título que no corresponde con ninguno de los relatos, tengo entendido que es por una frase que te decía tu madre: tranquila, tienes toda la vida por delante. Pero claro, "la vida es oscura, oscura y sin un final claro", leo. La vida por delante también es inquietante, más en estos días. ¿Cómo te ayuda la escritura ante la incertidumbre o como puerta de escape a la resignación, que también puedo leer?
Estás citando muy bien, jajaja. Es una puerta de escape a la resignación. Sí, yo creo que con la escritura inventás otra ficción, vas hacia un lugar que no está del todo claro. Sí me doy cuenta de que tiene algo la escritura, para mí, de venganza, de venganza en todos los sentidos, en el bueno y en el mal sentido, como de vengarme de la vida, del dolor. Estos la pasan mal, están sufriendo y el dolor los tiene ahí como rasguñados y atorados en un tiempo, casi siempre en el pasado. Hay muchas cosas que me hacen doler y muchas veces la escritura es una manera de ir contra eso, incluso aunque lo trate con humor, porque es una manera de faltarle el respeto a lo que te duele y quizás intentar suavizarlo.
El primero de los relatos, 'Piedras que usan las mujeres', empieza así: "ellas decían que estaba de moda, que salir con mujeres mucho más jóvenes era lo que ellos hacían para reciclarse. Aunque si uno mira atrás, al fondo total de la historia, se podría decir que el mundo empezó así. Unos hombres raptan a unas niñas y las hacen suyas y después viene el resto, todas esas guerras lloronas". ¿Es el conflicto lo único perenne?, ¿no se pueden ganar esas guerras lloronas y seguimos atrapados en el fondo de la historia, una historia de violencia machista?
Yo creo que sí, el conflicto sigue existiendo, la violencia sigue existiendo. Y estas mujeres que aparecen ahí se sienten odiosas porque se ven envejecer. Eso es algo que a mí me genera mucha rabia, esta idea de que la vejez de las mujeres es una humillación, es algo vergonzoso. La mujer vieja, desnuda, es obscena. El cuerpo de una mujer vieja desnuda es algo horrible, incluso en las películas. Todas las representaciones que tenemos de la vejez de las mujeres es horrorosa. Y no pasa con la vejez del hombre, ¿no? Hay un ensayo espectacular de Susan Sontag, van dos veces que la cito, sobre los cánones de la belleza. Y ella dice que un día el hombre llega a viejo, tiene canas y le queda muy bien, qué bien le queda ahora este semblante, etcétera. Y la mujer rápidamente empieza a envejecer, que es diferente, a hacerse vieja. Un día rápidamente empiezas a ver tu metamorfosis. Eso estas mujeres lo viven con mucho patetismo, como que están ahí, odiosas, un poco resentidas y también como compasivas. Me parece que es una violencia contra la mujer constante, muy sutil, muy aceptada, incluso aceptada por nosotras, que aceptamos ponernos agujas en la cara todo el tiempo. ¿Para qué? Para frenar el tiempo. De eso no se habla, incluso entre las muchísimas mujeres representantes del feminismo. Parecemos sometidas a no envejecer o a ser siempre una niña. Eso me parece un espanto.
Con el paso de los años, ¿hay nostalgia de esa "adolescencia sin talento, pero que al menos pasamos en la calle"?
Sí, hay nostalgia. Yo recuerdo mucho la adolescencia con nostalgia. No quisiera volver para nada, porque sufrí muchísimo, pero sí me parece que había algo bueno. El tiempo de la infancia y el de la adolescencia es un tiempo espectacular, aunque la pases un poco mal. Pero queda muy grabado el primer amor, las primeras vacaciones, tus amigos, la noche. No sé en Madrid, pero en Buenos Aires la noche era muy rica. Ahora lo veo todo muchísimo más mediatizado y transmitido, como hacer las cosas para mostrarlas. Yo creo que no hacíamos las cosas para mostrarlas, las hacíamos porque nos divertía, pero nunca se me hubiera ocurrido ir a un lugar para sacarme la foto. Eso es extraño. Al menos a mí me llama la atención.
La vida es eso que pasa mientras estamos ocupados haciendo planes, cantaban los Beatles. ¡El cansancio!", exclama un personaje del primer relato. 'Casi siempre desesperados', se titula el último. ¿Es la gran pandemia de nuestro tiempo, ese cansancio, desesperación y frustración que sentimos todos en nuestra vida?
Sí, y el estrés. Estoy hablando como una señora que habla de los jóvenes. Es rarísimo esto. Noto mucha incapacidad para la frustración, algo no sale como como esperaban o las cosas no están dadas y como mucha parálisis frente a eso. Entonces, más que cansancio, como un estrés que también me parece que nos lo dejó la pandemia, que hizo bastantes estragos en la psiquis.
Del estrés y de esa frustración enquistada a la rabia y el odio. Hace un par de semanas nos visitaba Nacho Duato, un bailarín y coreógrafo español. Nos decía que solo importa el amor, que lo demás es liviandad. Leo en un relato: "a la gente le gusta leer, que el amor salva. Al menos es una buena frase". En otro: "la ternura es cara, pero es lo único que puede salvarte. No es el amor. El amor sin ternura te deja sola. Es un presente que alguien te envía a la distancia". ¿Qué poder tiene hoy la poesía, la belleza, el amor, en estos tiempos tan polarizados y de odio? ¿Puede salvarnos el amor o es solo una buena frase para consolarnos?
La ternura, lo que de verdad puede salvarnos es la ternura. Esto que decías antes de la revolución. Yo creo que una revolución que nos puede llegar a salvar a todos es la ternura. Conmoverse, el te voy a ayudar, está muy bien, pero si no hay ternura, no hay una mirada del otro real, hay algo como más utilitario. En Argentina, por ejemplo, hay una suerte ahora de gobierno que es su propaganda es la crueldad. La ternura es como algo que brilla por su ausencia. Totalmente. La ternura entendida como esto, como mirar al otro desde un lugar compasivo, comprensivo y con un interés real. Y aunque no haya un interés real, por lo menos con la capacidad de prestar atención y ponerte en el lugar del otro. Eso es revolucionario para mí.
¿Te preocupa la situación de la cultura y en general en Argentina? Al menos la mitad de la población, según las encuestas, apoya esa crueldad.
Sí, de la cultura y del país. Lo que está pasando es que hay mucha pobreza. Ha aumentado mucho y es muy difícil pensar en la cultura, La gente que lo votó estaba desesperada y bueno, lleva muy poco tiempo en el gobierno. Es cierto, lleva solo seis meses. A mí me parece como una vida por momentos, con todo lo que pasa. Creo que es preocupante y más preocupante es que tengan comida para repartir en comedores, pero la dejen guardada en unos depósitos para que se venza. Supuestamente un gobierno que viene a desarmar la casta y su burocracia. Es extraño.
¿El mundo es y seguirá siendo de los jefes capaces de no escuchar las alarmas y estrellar el buque contra el hielo o de viajar apiñados en un huevo de cristal hasta el fondo del océano para ver si explota?
Sí, y va a seguir siendo de los hombres por mucho tiempo. No sé, yo creo que faltan muchísimos años, no sé ni si nuestros nietos van a ver algo parecido a la igualdad. Cada vez que el feminismo da un paso para adelante, me doy cuenta de que retrocedemos tres para otro lado, porque la contraofensiva es peor. Bueno, en Argentina lo estamos viendo literalmente. Conseguimos un derecho al aborto y este Gobierno lo quiere poner en discusión de nuevo. Nunca nada está ganado con el feminismo para las mujeres. Y sí, son los dueños del mundo y lo van a seguir siendo. Pero se tienen que preocupar, no se descuiden, vamos a conseguirlo.