'Fuerte bochorno': un libro sobre la estupidez y esos escritores que masajean sus testículos de célebres literatos
Hablamos con Rafalé Guadalmedina, un autor emergente ante el ruido y fuerte bochorno de la literatura actual. Nos presenta un conjunto de relatos, llenos de humor inteligente, que desnudan el éxito y el fracaso, la precariedad en una sociedad piramidal, desigual y cada vez más idiotizada
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Rafalé Guadalmedina nació en 1989 en Castril, una pequeña localidad de Granada que no llega a los 2.000 habitantes. Se crio entre pastores, ganaderos, artesanos, parados, fisgones, vagabundos, aficionados a la zoofilia y gente de bien en general. Como en la fábula de Esopo, este ratón de provincias fue a probar suerte en la gran ciudad, la del lujo y la abundancia, la de los Mario Vaquerizo, Esperanza Aguirre, Miguel Ángel Revilla, Mónica Carrillo, Risto Mejide o Juan del Val. Con calor sofocante y encendimiento pasajero del rostro, según el Diccionario de la Real Academia, Rafalé volvió al campo. Pero ya nada es lo que era, nadie puede escapar de Rosalía, nos resignamos y dejamos sucumbir por las modas. Con la globalización, los influencers y la estupidez humana llegan hoy a todos los rincones, provocando fuerte bochorno. Bochorno, según la RAE, es ese desazón o sofocamiento producido por algo que ofende, molesta o avergüenza.
Guadalmedina lleva más de diez años escribiendo relatos y presentándolos a concursos. Debutó en la literatura con La cuarentena de los necios (Nazarí, 2022), una epopeya disparatada contra la estupidez. Ahora cambia de editorial y con Niña Loba nos presenta Fuerte bochorno, una recopilación de todos esos relatos que retratan con humor el barro en el que nos movemos. Un humor ácido, inteligente, surrealista ante el que hemos sucumbido, no hemos podido escapar, saoko, papi, saoko. Al igual que Quentin Carapepino micciona y evacúa sobre Hollywood, él lo hace sobre el mundo editorial y nos encanta. "Dicen que la carrera de todo artista tiene un momento de esplendor creativo máximo, llamado culmen, que precede al declive paulatino, el fuerte bochorno y la muerte. No necesariamente se suceden en ese orden."
El consagrado escritor necesita inspiración, escribes. Son relatos autoficcionales, dices que deformaciones de tu experiencia. ¿Cuáles son tus musas, Juan A Medias?
Hay mucha autoficción y autoficción encubierta en la mayoría de relatos. Quizás es un tópico, pero mi inspiración es el día a día. Desde que salgo de casa con mi hija a la guardería, hasta que me meto en el metro y empiezo a ver a toda esa marabunta de gente absorta con sus redes sociales. Me da un poco por pensar hacia dónde estamos caminando. Mi musa es todo lo que me ocurre alrededor y todo lo que de alguna forma me duele, porque creo que soy una persona bastante intensa. Y para que ese dolor o para que esa rabia mitigue, intento disfrazarla de humor, de surrealismo. Porque realmente este libro se titula Fuerte bochorno, pero podía haberse llamado, viniendo de Granada, malafollá o vergüenza ajena. Saco la vertiente más hilarante, por salud, porque ya tenemos una cierta edad, probablemente este mundo no lo cambiemos, pero vamos a celebrar también ese camino hacia ningún sitio donde parece que va la sociedad.
A propósito del camino: "de todas las compañías posibles, quizá la frustración sea una de las más fieles", escribes. Imagino que el camino hasta conseguir ver publicado tu primer libro habrá sido un camino lleno de obstáculos o de frustraciones. En el relato Lo de la Feria del Libro, el protagonista intenta colocar su novela en una editorial de prestigio, alguna de las de Planeta o Penguin, por ejemplo. ¿Es todo a lo que un escritor puede aspirar, a publicar con una gran editorial? ¿Cómo ha sido tu encuentro con el mundillo editorial, con estas dos otras editoriales, Nazarí y Niña Loba?
En ese relato intentó recrear una ocasión en la que tuve que atravesar la península, siendo muchacho de provincia, y tuve una parada de dos o tres horas en Madrid. Pensé en acercarme al Retiro a pasear y, de repente, encontré aquellas casetas, aquella gente corriendo, aquella gente enloquecida porque estaban todos sus escritores favoritos. Y yo, que era un poco ajeno a eso, que ya estaba escribiendo y leía, me encontré la sorpresa de cómo funcionaba el mundo de la literatura patria. Me encontré, por ejemplo, a Eduardo Mendoza, que es uno de mis autores de referencia, que prácticamente estaba solo en su caseta. Y enfrente el último triunfador o el último influencer, y me pregunté cómo está funcionando la literatura. No me gustaría ponerme muy pesimista, porque me encanta reírme un poco de todo este fracaso, pero cuando vi aquello dije: algo raro está pasando. Tampoco quiero desanimar a los que vengan, pero efectivamente, el tema de la publicación está muy complicado. Parece que para publicar en una grande, ahora te dicen que tienes que hacer de agente literario. Hay una cosa que me interesa y creo que recurro varias veces en el Fuerte bochorno, que es en el concepto de éxito. Muchas veces mis personajes, estos que son totalmente patéticos, el Juan A Medias, el Salustiano, el Arístides, todos son un poco presa de la definición de éxito. Y en el mundo literario parece que éxito, efectivamente, es publicar con una grandísima editorial. Y eso es complicado, ¿eh? Yo estoy encantado tanto con Nazarí, una editorial de aquí de Granada, que tiene una repercusión bastante buena a nivel provincial; y Niña Loba, un poquito más orientada al relato. Estoy encantado porque veo humanidad, veo gente que trabaja, veo gente ilusionada. Voy asumiendo con el tiempo, que quizá el éxito no sea tanto en el cual embarran mis personajes, sino que a lo mejor el éxito puede ser estar satisfecho y yo estoy satisfecho de presentarte Fuerte bochorno y de que venga una editorial humilde como Niña loba detrás.
"Hay escritores legendarios de la altura de Shakespeare, Cervantes, Virginia Woolf, García Márquez o Patricia Highsmith. Luego están los Juan Gómez-Jurado, Mario Vargas Llosa o Arturín Pérez Reverte de medio pelo, escritores que masajean suavemente sus testículos de célebres literatos". ¿Cómo ves la literatura hoy? ¿Cuál es tu concepto de literatura, de lo que se vanagloria, de los superventas?
Bueno, está esa pirámide, probablemente cada vez más empinada, donde en la cúspide están estos nombres que mencionabas y que te miran desde el cielo. Hay algunos que incluso te dan una una palmadita muy gentilmente. Y luego estamos todos los demás, abajo de la pirámide y miramos hacia arriba, intentamos escalar con ilusión. Con ilusión o con el engaño de pensar que tú vas a llegar arriba. Intento no amargarme, por eso intento disfrutarlo. Lo que me interesa retratar en Fuerte bochorno es que esa construcción de esa pirámide, de alguna forma es un análogo de cómo se construye la sociedad. La desigualdad y ver que los ricos son cada vez más ricos, los pobres son cada vez más pobres y lo que hay entre medias no existe. Los escritores más comerciales, que lo petan, están en todas las librerías, sean independientes o sean comerciales. Y todos los demás al final estamos un poco luchando y un poco autoparodiándonos, con la venta a cuesta y esperando que por lo menos me lea el vecino. Es un poco patético, pero no nos queda otra.
¿No nos queda otra? En Las ignominiosas desventuras del Profesor Molón, este profesor universitario, como tú, dice: "no quiero desanimaros chicos, pero el futuro está muy chungo. Cada vez hay menos trabajo y las condiciones que encontraréis ahí fuera, rozan la esclavización y la degradación más absoluta del ser humano". ¿Es imposible combatir la desigualdad, transmitir optimismo a las nuevas generaciones?
Bueno, es complicado. Las nuevas generaciones vienen preparadísimas en aspectos que nosotros ni soñábamos, pero la universidad replica el modelo que estábamos hablando de literatura. Y en ese relato intento también introducir esa pirámide, donde la gente que está dentro de la universidad, a nivel docente, va escalando. Cuando empiezas la pirámide, ves la desigualdad, las muchas carencias de los alumnos. Pero a medida que vas ascendiendo en la pirámide, se te olvida un poco, como que ya eres devoto de la pirámide y no quieres cambiar las cosas. Como docente, te diría que me resulta complicado no engañarles también, es decir, no caer en el desánimo.
"Eres joven, quieres comerte el mundo y un día te das cuenta de que no te has comido nada y que estás rodeado de idiotas", dice una madre en otro de los relatos. La superficialidad, la banalidad, el consumismo, la inmediatez, la estupidez y la ignorancia es algo que ya abordaste en La cuarentena de los necios. ¿Es una de tus preocupaciones, que estamos rodeados de idiotas y cada vez más idiotas?
Sí, para mí es el tema capital y es, de hecho, de donde nació la idea de hacer este Fuerte bochorno. Es el tema estrella de todos mis escritos, un poco retratar la sociedad al nivel del fango, al nivel de la idiotización, es decir, señalar que bueno, estamos desarrollándonos a nivel tecnológico, que cada vez tenemos acceso a más herramientas, pero que también estamos generando una especie de ilusión en que el infinito existe y eso nos puede llevar a la frustración. Es decir, como le pasa a mi personaje de Sábado por delante, quiere comerse el mundo, quiere hacer un montón de cosas, pero la realidad es que el tiempo es finito. La realidad es que no podemos hacer tantas cosas y que hay que asumir la finitud del ser humano. Cuando llegué a tener como unos 20 o 25 relatos que me parecían interesantes, veía que la estupidez de nuestra sociedad estaba cada vez más presente, que la banalidad, la superficialidad, la acumulación sin ningún tipo de sentido, rellenan nuestros días. Es cuando me planteé juntar los relatos que tenían ese tamiz, para mí es el tema central. Con todas las cosas que nuestros padres, nuestros abuelos no han tenido y que nosotros sí tenemos, cada vez somos más estúpidos. Es algo que me encanta retratar, celebrar de una forma un poco particular.
Otro de nuestros males, escribes, es el cinismo. "Además de poco versada, vivimos en una sociedad excesivamente cínica". Los relatos están llenos de humor, surrealista, cachondo, a veces negro o irónico. ¿Cómo manejas el humor para no caer en el cinismo y para poder reírse de todo y de todos sin herir?
Es una pregunta que me hago constantemente. El humor muchas veces tiene un cariz de ofensa que, evidentemente, a la persona que se siente interpelada puede no gustarle. Lo que he descubierto es que al introducirte tú en la historia, quizá puedes ampliar lo que podríamos llamar los límites de hasta dónde puedes herir o hasta dónde puedes caricaturizar, hasta dónde puedes satirizar la autoficción. Yo pensaba, de verdad te lo digo, Dani, que había inventado la panacea de la literatura. Y simplemente soy un poco ignorante, porque hay muchos autores, como Juanma Gil o Juan Pablo Villalobos, que se introducen en sus historias para retratar y caricaturizar este mundo, para no decir a la gente que todo el mundo es idiota menos yo. Creo que el recurso de introducirse ahí lo hace un poquito más verosímil y lo hace menos cínico, aunque luchar contra el cinismo en el humor es complicado a veces. Pero me gusta pensar que con todas estas disquisiciones que estábamos teniendo a nivel de retratar la sociedad, queda un poquito de poso. El lector que se acerque, creo que va a entender que hay un poquito de poso, que hay una sátira dirigida a desnudarnos como sociedad, a todos esos males del sistema económico, que inconscientemente replicamos y que nos están llevando a comportarnos casi como robots que ni sienten ni padecen. Apelo a la inteligencia del lector, en Fuerte bochorno hay una risa transformadora.