La soledad no deseada es un teléfono que no suena

Barcelona

Ana pasa las horas sentada al lado del teléfono. Hay días que no habla con nadie, espera una llamada o que suene el interfono anunciando una visita. Tiene 87 años y tras la pandemia ha perdido la poca red social que le quedaba y su salud tampoco le permite tejer una nueva. “Todo ha cambiado mucho, hoy la escalera parece muerta, no se oye nada, los vecinos te saludan educados, pero nada más” nos cuenta. Antes había bullicio de familias con niños, o charlabas un rato en la escalera con alguien. Ahora todo el mundo va a la suya. Sus hijos la llaman y la visitan cuando pueden, pero piensa que una llamada al día no cuesta demasiado y a ella le hace sentir que está viva.

Mercè tiene 75 años y rebosa energía. Es voluntaria en varias asociaciones, pero también le pesa la soledad. Vive sola, ayuda a su hijo con las nietas, pero a veces también se siente aislada entre las cuatro paredes de su casa. “Hay que salir de las cuatro paredes, es tan gratificante ver cosas nuevas, comunicarse con otras personas. Te abre el alma” y para eso muchos días coge el autobús cerca de su casa “el V15 que tiene una ruta preciosa, puedes ir desde el Tibidabo hasta el hotel vela en el paseo marítimo”. Y eso es lo que hace Mercè, se sube al bus y disfruta “como un bus turístico, pero más económico, te sientes relajada viajando en autobús” y luego la gente, como está también sin hacer nada, se comunica “el otro día una niña que bajaba del Tibidado se puso a hablar conmigo” le contó su visita al parque de atracciones “y luego, cuando bajó, me tiró un beso. Ella quería contármelo y yo quería escucharla”. Se sabe las mejores rutas de los autobuses urbanos porque para ella es una opción para sentirse menos sola. Como ella muchas personas mayores dedican parte del día a viajar por la red pública de transportes, así ven gente y tienen la posibilidad de entablar una conversación.

El acompañamiento afectivo, nuevo derecho universal

Es lo que reclaman desde la asociación “Som Base”, somos base, que lidera el abogado y activista social Mau Blancafort. Quieren llegar hasta dónde sea para que se reconozca el acompañamiento afectivo en la carta de derechos humanos de Naciones Unidas. Quieren que, por primera vez, se tengan en cuenta las relaciones sociales como un derecho universal. Con este reconocimiento se puede trabajar en la necesidad de educar a la población, obligar a poner en marcha políticas activas, justificar inversiones, exigir responsabilidades, eliminar injusticias y generar organismos para consolidar el Derecho al Acompañamiento Afectivo. "Conseguir cambiar la perspectiva de las leyes, como por ejemplo el Código Civil, conseguiría que todas las políticas sociales tuvieran en cuenta la salud emocional de las personas", porque la soledad es uno de los detonantes de enfermedades mentales que se podría mejorar.

Según las estadísticas la soledad no deseada afecta más a mujeres que a hombres. En toda la Unión Europea se estima que hay unos 30 millones de personas que se sienten solas con frecuencia. Y se estima que la mayoría llevan unos 6 años en esa situación. Estudios más recientes revelan la sorpresa que no tan solo es un problema de la tercera edad. Cada vez es más frecuente en grupos jóvenes y de mediana edad. Nos rodeamos de una tecnología que facilita el contacto a grandes distancias, pero nos aísla de los más cercanos. Por no olvidarnos de colectivos como las personas cuidadoras, o los inmigrantes y refugiados que no tienen a nadie con quien compartir su día a día. Las redes sociales, y también la precariedad, y el individualismo de nuestra sociedad hacen que cada vez más y más personas se sientan solas.