Prevaricación

Madrid

Nos equivocamos. Hoy, el misterio no es lo que decidirá Pedro Sánchez sobre su futuro, el de su Gobierno y el de su partido. El misterio es por qué el juez que ha encausado a Begoña Gómez, la esposa del presidente, todavía no da marcha atrás en su decisión de abrir diligencias previas para investigarla.

¿Por qué? Supongamos, como debemos suponer por respeto al poder judicial, que adoptó esa decisión creyendo que era honesta, adecuada y obligada. Lo cual es mucho suponer. Porque los materiales de la acusación particular encarnada por la organización mafiosa Manos Limpias no eran siquiera indicios, sino un manojo de recortes de prensa, publicados por medios digitales que no suelen contrastar ni verificar. Y bulos como que Gómez había vehiculado subvenciones oficiales a la entidad donde trabaja… lo que era cierto, solo que era otra Begoña Gómez, una persona distinta, hostelera de Cantabria.

Pues resulta que el Tribunal Supremo en distintas sentencias indica que no debe abrirse nunca un procedimiento basado solamente en informaciones periodísticas. Y que los mafiosos han reconocido que solo hicieron un “recorte y pego” de esos medios poco dignos de confianza.

Así que verde y con asas. Si el juez quiere que los ciudadanos sigan confiando en la imparcialidad “bona fide” que obligatoriamente debe atesorar, sería muy entendible que anulase las diligencias que abrió, seguramente por error. Y si lo hace inmediatamente, igual no hay que esperar al lunes. No sea que convierta el falso caso de Begoña Gómez en una caricatura del falso caso Dreyfus y que él mismo sea susceptible de ser investigado por presunto delito de prevaricación: ese que consiste en dictar resoluciones a sabiendas de que son injustas. El más grave, para un juez.