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Maite Alberdi firma la historia más bonita de la temporada: "El cuerpo siempre recuerda el amor"

La directora chilena estrena 'La memoria infinita', una historia de amor que ahonda en la memoria histórica de Chile y en la complejidad del Alzheimer

Fotograma de 'La memoria infinita' / BTEAM Pictures

Fotograma de 'La memoria infinita' / BTEAM Pictures

Madrid

Lo íntimo y lo político no son dos cosas diferentes. Son la vida misma. Lo decía Aristóteles que hablaba de animal polikón, una cualidad que daba a los humanos, diferencia de los otros animales, de poseer la capacidad de relacionarse, crear sociedades y organizar la vida en ellas. Esa capacidad política está en lo más íntimo de una pareja, como muestra La memoria infinita, documental de la chilena Maite Alberdi, a quien conocimos en España gracias a esa maravilla que fue El agente topo, con la que logró nominación al Oscar, hazaña que puede repetir este año. Con un cambio estilístico bastante significativo, debido en parte a las restricciones de la pandemia del Covid, nos cuenta ahora la historia de amor de una pareja que lleva 25 años junta y que se topa con un cambio en sus vidas, el diagnóstico de alzheimer de él en La memoria infinita, un documental que es la mejor historia de amor del año. "Yo partí desde esta historia de amor", reconoce Alberdi, en una entrevista en la Cadena SER.

"Llegué a la historia a esta pareja porque ellos son muy conocidos en Chile. Son personajes que admiré y me tocó verlos en un contexto laboral, que me sorprendió mucho. Ya sabía que él tenía Alzheimer, pero ellos siguiendo mostrándose como pareja, decidiendo ser parte del mundo y no aislándose de la sociedad, como toca ver a muchas personas con demencia. Me llamó la atención que ella decidiera ir a trabajar siempre con su pareja con Alzheimer y que él estuviera dispuesto a estar ahí acompañándola todo el día y buscando formas de ser pareja. Y eso me pareció muy excepcional y sentí que era una gran historia de amor la que estaba ahí, en esas escenas que yo estaba viendo en el cotidiano". Habla Alberdi de Augusto Góngora y Paula Urrutia. Él fue periodista, trabajó en la televisión donde entrevistó a políticos, escritores y actores, como a Javier Bardem, que sale unos segundos en el documental. También fue víctima de la dictadura de Pinochet, como muchos de sus amigos, y un activista por recuperar la memoria histórica. Ella es actriz, profesora y fue ministra de Cultura durante el gobierno de la socialisa Michelel Bachelet.

La memoria, por tanto, centra este documental que es, ante todo y sobre todo, una bella historia de amor y cuidados, lejos de la toxicidad que suele mostrar el cine en dramas y comedias románticas. "No empezó siendo una película sobre la memoria, es algo que fuimos descubriendo en el camino. Yo les decía a los dos que había que hacer una historia de amor. Yo les vi en una clase en la universidad donde trabajaba Paulina y allí estaba Augusto sentado en la clase. Había visto la enfermedad en otras personas, pero no lo que no había visto nunca era una relación como esa. Me sorprendió el cariño y que lo pasaban bien, que era una pareja que seguía disfrutando de lo cotidiano y todo el mundo alrededor está cómodo también con la situación", explica la directora chilena, que presentó su corto por vez primera en Sundance. De ahí, tras las buenas críticas, saltó a Berlinale. Allí nos atendía la directora, junto con Paulina Urrutia. "Nos fuimos convenciendo poco a poco, porque fue una decisión también compartida con los hijos de Augusto. Teníamos miedo, obviamente, yo especialmente, pero luego fuimos descubriendo que era un modo de vida, y fuimos registrando todo y haciendo memoria también, con valentía, con transparencia, en el sentido en que nunca quiso ocultar el Alzheimer y, luego, es todo más fácil con el cariño y con la lucidez de la Maite".

Augusto murió un año después del rodaje del documental, que coincidió con la pandemia. De hecho, Alberdi tuvo que dejar en manos del matrimonio las cámaras y los micrófonos para rodar en ese tiempo. Paulina llamaba a la directora para preguntarle cuestiones técnicas que solventaron con audacia y naturalidad. "La pandemia fue una obstrucción, pero luego acabó siendo un regalo, porque creo que el material de la Paulina yo, incluso con todo el acceso del mundo, jamás lo abría logrado. Tiene un nivel como de profundidad y de intimidad que sólo una pareja puede tenerse estando sola". De hecho, el trazo tembloroso o la falta de luz en algunas escenas, lejos de ser un problema para el filme, lo enriquece más, le da más verosimilitud y cercanía, una cercanía que no rompe nunca la dignidad del protagonista. "Fueron muchas conversaciones con los dos, sobre qué filmar o no. Me acuerdo que les pregunté si podía filmar una comida donde le costaba coger el tenedor. Él siempre me decía que sí. Dejé de filmar cuando ya la enfermedad no permitía que Augusto mantuviera su identidad", explica la directora chilena.

En el documental, Augusto Góngora es todo lo contrario al Funes el memorioso de Borges, ya saben, aquel personaje que recordaba absolutamente todo, perdido la facultad básica de la memoria, olvidar aquello que nos sirve. Augusto ya cada vez recuerda menos cosas. A veces tiene momentos de lucidez, otros de terror y otros de vacío. Pero siempre está Paulina con él. Y los libros. “¿Dónde están mis libros?”, pregunta rodeado de todos ellos. Sin embargo, su cuerpo si recuerda cosas importantes. Recuerda el acto de amar. "El cuerpo siempre recuerda el amor. Quizás él no sabe decir racionalmente cuántos años llevan juntos, ni dar informaciones de sobre su relación, pero él tiene claro que es amor. La trata con cariño siempre, como incluso en las circunstancias más duras".

En esa intimidad, había también un peligro, romper la dignidad del enfermo y de su familia. Dice Urrutia que la decisión de participar en el documental la tomaron después de muchas conversaciones, donde también participaron los hijos. Alberdi insiste que fue difícil ponerse límites, porque quería estar todo el tiempo con ellos, simplemente porque lo pasaba bien. "Siempre digo que iba a verlos a ellos y yo quería quedarme allí, quería estar con ellos. Me encantaba conversar". El rodaje duró cinco años y fueron encontrando la manera de rodar entre todos. "Los tres éramos capaces de ver qué funcionaba y donde nos sentíamos cómodos. Yo quería estar hasta el último día, pero tuve que preguntarme cuál era para mí ese último día. Hay una escena clave para mí en la que él dice que ya no es él. Esa fue la primera vez en cinco años que yo me sentí incómoda, porque él se estaba sintiendo incómodo. Después de diez años con la enfermedad, tuvo esa claridad de que no quería seguir. Para mí ese fue el límite".

En ese cruce de lo íntimo y lo político, de lo público y lo privado, se cruzaba también la memoria histórica. "En ellos dos se ve una coherencia en la toma de decisiones en lo personal y lo privado, que está en lo público. Teníamos que entender quién era este personaje para entender esta relación de amor", explica Alberdi sobre cómo llegó a introducir el tema de los recuerdos de la dictadura y el pasado político de Augusto. "En el camino de conocerles y seguirles fue cuando empezó a aparecer todo ese material del análisis. Pedimos el material a la televisión, de cuando fue periodista. Encontré material grabado por él del 99 a 2002. Siento que así fui testigo de una historia de amor de 25 años. Lo que más me golpeó fue cuando vi que hace 20 años se miraban igual que se miran ahora. No podía creer que existiera una relación así a lo largo del tiempo". Entre esos materiales aparece la dedicatoria que él le escribió a ella en un libro sobre memoria histórica que escribió. O el vídeo con el discurso de la presentación de ese libro. "Apareció muy a última hora. Ya había cerrado la película, pero llegó ese archivo y me hizo cambiar el final. Tenía otro cierre, pero creo que ahora dejo el punto de vista de él. Augusto me está diciendo, desde la experiencia, cómo ha ejercido su vida. Era casi como un aviso. me avisaba".

Góngora escribió Chile, la memoria prohibida. Un libro que no habla de memoria individual, esa que busca cada día, desde que se levanta hasta que se desvela en mitad de la noche pensando que vive encerrado, sino sobre la memoria de un país, de su país. Como periodista fue activo contra la dictadura de Pinochet, como cuenta él mismo en la película. Relata las torturas que sufrieron amigos y conocidos. La censura que vivieron. Esos recuerdos, como los del amor, también permanecen en el cuerpo de Augusto. "Recordó sus dolores históricos de la dictadura. Como el dolor, aunque no recordara los hechos exactamente, estaba ahí en su cuerpo. Además, fue un hombre que luchó por preservar la memoria histórica, eso es muy excepcional y creo que lo fui entendiendo a medida que lo fui conociendo".

Al igual que en España no ha sido fácil en Chile superar una dictadura y todas las torturas y las violencias que el régimen de Pinochet generó dese el golpe de estado al gobierno democrático de Salvador Allende en 1973. Sin embargo, es significativo que el cine y la literatura chilena hablen desde muchos géneros y puntos de vista de aquello. Lo hizo Lemebel, lo hizo Patricio Guzmán casi en el mismo momento en que ocurrían las desgracias, y lo ha hecho una nueva generación, a la que pertenece la directora y también el productor de esta película, el cineasta Pablo Larraín. "En Chile ha sido un proceso que se ha demorado muchos años, se ha tardado en poder hablar sin miedo. Era difícil hacerlo en los canales oficiales donde trabajaba Augusto, en ese noticiero donde casi de manera clandestina se pasaban las cintas a mano. Cuando el país se sintió en libertad, los creadores también sintieron que era el momento de comunicar libremente. Se han cumplido 50 años del golpe de Estado y creo que esta película, desde otro lado, también contribuye a este proceso. Es algo que ya decía Augusto, que podemos hacer actos conmemorativos, pero si no recordamos el dolor de lo que nos pasó, nunca vamos a vivir realmente un duelo histórico, y por supuesto, se van a volver a repetir los hechos. El acto en sí mismo no sirve", incide la directora.

"El ejercicio de recuperar la memoria es un ejercicio permanente. Es una tarea ciudadano, una tarea del estado también, pero el estado debe tomar las pequeñas historias para no olvidar", recuerda Paulina Urrutia. Esas pequeñas historias están en el cine y en la literatura que hoy llega a todos los rincones del mundo. "Creo que es un momento para el cine chileno, todos hemos crecido juntos, en un cine en el que nos hemos empujado colaborativamente. La gracia es que tiene estilos muy variados, distintos puntos de vista, de enfrentar las mismas temáticas, que es completamente distinto. Y esa versatilidad creo que le ha hecho crecer mucho, como que uno no dice eso de 'mira, hay otra película chilena', porque en realidad no tiene nada que ver una con la otra". Una de las formas es contar que el amor puede ayudar a solventar juntos las injusticias del pasado político, pero también el amor puede permanecer a pesar de la enfermedad, como muestra esta pareja que, tras 25 años cuidándose, sabe también cuidarse con alzheimer mediante.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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