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Antropología del Olivo

Cuenta la leyenda que Atenea y Poseidón se disputaban la soberanía de una ciudad griega y la decisión fue llevada al tribunal de los dioses que decidieron concederla a quien produjera la mejor obra

SER Historia desde Linares con motivo de la Fiesta del Primer Aceite de Jaén. / Cadena SER

Poseidón clavó su tridente en una roca de la que brotó un manantial de agua salada (otras versiones hablan del nacimiento del caballo) y estuvo a punto de inundar la ciudad. Atenea, por su parte, golpeó la roca con su lanza y apareció un regalo más práctico, brotó un olivo con el que obtendrían aceite para alimentarse, para iluminar y hacer perfumes. Ganó la disputa y entonces pusieron su ciudad bajo la protección de la diosa. Es por ello que se llama Atenas y su patrona fue Atenea.

En el año 776 a.C. se iniciaron los Juegos Olímpicos, en Olimpia, en honor a Zeus. A los vencedores no se les entregaba medallas de oro sino coronas hechas con ramas de olivo silvestre (llamadas “kotinos”) cortadas por un adolescente de 12 años con una hoz de oro de un olivo silvestre sagrado (Kallistefanos) que crecía en la Acrópolis. Además, esos triunfadores eran honrados con cantos, poesías y honores de todo tipo. En las fiestas Panateneas, aparte de kotinos, se les concedían toda la cosecha de aceite que se obtuviera en las plantaciones del Ática, consagradas a Atenea.

El olivo ha sido considerado un árbol sagrado por muchas culturas y religiones del Mediterráneo y tiene, por todas las cualidades que reúne, una gran riqueza simbólica reconocida desde hace siglos. Por una parte, la inmortalidad al ser de hoja perenne y renovarse desde hace miles de años. Y también es símbolo de la paz, junto con la paloma, desde la época de Noé al ser el olivo el árbol que no pudieron dañar las aguas tras el Diluvio Universal. En “La Eneida”, Virgilio también lo utiliza como símbolo de paz y de acuerdo. Y en el Nuevo Testamento, Jesús de Nazaret entra en Jerusalén y el pueblo judío sale a su paso con ramas de olivo poniéndolas a sus pies.

Y no olvidemos las supersticiones que se asocian a este árbol. Los antiguos navegantes se protegían de las iras de Poseidón colocando una rama de olivo entre las manos de su dios tutelar. Para los venecianos, por ejemplo, una rama de olivo puesta en la chimenea, aleja el rayo en las tormentas y en la puerta de la casa no deja entrar a brujas y demonios. Los curanderos lo utilizan para saber si una persona está hechizada o le han echado un mal de ojo.

En España, los ramos bendecidos del Domingo de Pasión (Domingo de Ramos) se siguen colocando en muchas ventanas y balcones de las casas con fines apotropaicos.

El aceite de oliva comparte con el olivo los mismos atributos simbólicos, legendarios, mágicos, míticos y sagrados. Tiene unas propiedades indudables y reales en gastronomía, en cosmética, en medicina y en iluminación y, por todas estas razones, se ha convertido en símbolo de sabiduría, de luz, de inteligencia, de paz y de bienestar. Y hoy de prosperidad, pues el “oro verde” está al alza.

 
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