Las sílabas

Barcelona

Más que un hombre de palabra, fui un niño de sílabas. Aprendí a leer con sílabas, en la cartilla Palau, donde las palabras se representaban con dibujos y se descomponían silábicamente. Quizá venga de ahí mi afán por los tebeos y por la música. Las sílabas no tenían significado, pero tenían ritmo. Escribo de esa manera, dejándome arrastrar por el ritmo de la frase sin saber hasta el final qué estoy diciendo. Casi siempre me conformo con el resultado, porque confío más en las sílabas que en las palabras. Aunque quizá no sea así. A saber. ¿Recuerdan aquella frase del PP? La que decía: ¡Váyase, señor González! Separada en sílabas suena como: ¡Bah! ¡Ya sé...! Y hay mucho de verdad en esta interpretación. Porque siempre sabemos cómo va acabar todo. O cómo acabamos todos. Bah, ya sé. Era Aznar quien la decía a diario lo mismo que la vieja Radio Nacional daba todos los días la hora del Ángelus. Sin embargo, esto no relaciona a Aznar con la pintura francesa. Me refiero al Ángelus, de Millet. Salvador Dalí sostenía que, inicialmente, en ese cuadro de Millet estaban enterrando a un niño, y parece que pudo demostrarlo haciendo radiografías del lienzo. A su manera de razonar la llamó método paranoico-crítico. En realidad, era pensar. Como la gente habla seguido, las sílabas pasan desapercibidas, y así no nos dimos cuenta de lo que realmente le estaba diciendo Aznar a Felipe González: ¡Bah! ¡Ya sé! De ahí la importancia de José Luis López Vázquez. Nadie ha silabeado en España como José Luis López Vázquez cuando decía, por ejemplo: ¡Es usted un monumento! Cada época tiene sus monumentos. Los monumentos son las sílabas del tiempo, y por eso hablan solos, por sí mismos. A veces, creen que la gente les escucha, pero sólo se comunican entre ellos