Sociedad

Dos puertas que no se abrieron a tiempo, pero les salvaron la vida: la historia de una familia que se salvó por segundos de morir por la DANA

La vida está llena de casualidades que deciden por nosotros. Las historias de los que por minutos consiguieron salvar la vida, a pesar de la fuerza del agua que les arrastraba, también

Dos puertas que no se abrieron a tiempo, pero les salvaron la vida: la historia de una familia que se salvó por segundos de morir por la DANA

Dos puertas que no se abrieron a tiempo, pero les salvaron la vida: la historia de una familia que se salvó por segundos de morir por la DANA

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Madrid

"Salimos por segundos de aquí". Patricia tiene en brazos a su hija Matilde, una niña de dos años que juega con un coche musical de color rojo que le han regalado unos vecinos del pueblo. La DANA, "el tsunami", se lo llevó todo, también sus juguetes. "Porque fue un tsunami" como repiten todos los vecinos del municipio madrileño de Villamanta que sufrieron la fuerza del agua de un arroyo, que apenas tenía caudal.

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Ella está convencida de que fue una sucesión de casualidades la que hizo que lo puedan contar: ella, su niña, su pareja Roberto, su madre y su vecino Pedro. Dos puertas que no se abrieron, el sonido de la notificación de un mensaje de WhatsApp y no haber dejado para otro día la poda de un seto de arizónicas que ya estaba demasiado alto.

"El domingo no paraba de llover, mi madre había venido a echarnos una mano con la niña porque empezaba esa semana el colegio". Dejaron a medias la partida del Monopoly que estaban jugando para comprobar, si la gotera que les había quedado en el salón después de la reforma que acababa de terminar, aparecía de nuevo.

La casa de Roberto y Patricia después de la DANA. / Isabel Salvador

Un mensaje de WhatsApp a Pedro, su vecino desde hace un año, para comprobar cómo llevaba él la suya, también tenía problemas con las goteras. Mensaje, no llamada, no era urgente y eran las once de la noche. Pero la notificación de ese mensaje fue suficiente para despertarle, "si no, la ola me hubiera cogido durmiendo". Ahora, con el paso de los días, hablan de un "zumbido que les recuerda al que se escuchaba durante la erupción del volcán de La Palma".

"Cierro los ojos y sigo escuchando el agua"

Se fue la luz y Roberto, la pareja de Patricia, pudo ver con una linterna como el agua empezaba a anegar el jardín, de manera instintiva cogieron a la niña que dormía y cuando quisieron darse cuenta, una primera ola entró por la ventana del salón. "El agua ya nos llegaba por la cintura". Intentaron en ese momento salir por la puerta de atrás, desde la cocina, pensando que sería más seguro. "Pero afortunadamente no se abrió, porque ahora sabemos que hubiera sido una ratonera sin salida". "La fuerza del agua nos hubiera golpeado contra el muro" que sigue intacto a poco más de un metro de esa primera puerta que no se abrió.

El paso de la DANA provoca destrozos. / Isabel Salvador

Consiguieron salir de la casa por la puerta de la entrada. Para entonces, una segunda ola ya había reventado el muro de su parcela. Imposible salir en esa dirección. Llegaron a la mediana de la parcela de su vecino que les llamaba desde el oro lado, afortunadamente sin la pared de arizónicas que lo hubiera hecho imposible. Lanzaron a la pequeña a los brazos de Pedro y saltaron los tres.

"De noche, desorientados, no sabíamos hacia dónde ir". Decidieron salir a la carretera. Tres pequeños escalones y una puerta en el extremo del muro de la casa de Pedro. Este seguía intacto. Pero esa puerta, tampoco se abrió. Mientras lo intentaban, el agua reventó la pared que cayó al suelo a plomo. También esta vez, una puerta que no se abría, pero que fue lo único que quedó en pie, les protegió. "Nos hubiera matado a los cuatro" asegura Pedro. La luz de la linterna de Lolo, otro de los vecinos, les orientó para poder salir de allí.

Restos de los billetes del Monopoly al que jugaban antes de la DANA. / Isabel Salvador

Matilde pregunta a su madre por las guitarras que había colgadas en la pared. "Las guitarras no están, se las ha llevado el río". La puerta en pie del muro de la entrada y el rastro de los billetes de colores del Monopoly que asoman entre el lodo días después, recuerdan aquella noche en "Agua Mansa" el nombre de la casa de Patricia, Roberto y Matilde que todavía se puede leer en los azulejos de color azul y blanco que quedan en el suelo del muro.

La fachada de la casa "Agua Mansa". / Isabel Salvador

 
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