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Adèle Rosenfeldt: "La sordera te permite al menos no escuchar las tonterías de esta sociedad políticamente enrabietada"

La escritora francesa debuta en la novela con 'Las medusas no tienen orejas', protagonizada por una mujer con discapacidad auditiva. Inspirada en su experiencia real, con humor, ternura y poesía, Rosenfeldt aborda la sordera en y a través de la literatura. Un espejo de nuestra indiferencia ante una discapacidad invisible, una búsqueda de la identidad a través de la imaginación

Adèle Rosenfeldt: "La sordera te permite al menos no escuchar las tonterías de esta sociedad políticamente enrabietada"

Adèle Rosenfeldt: "La sordera te permite al menos no escuchar las tonterías de esta sociedad políticamente enrabietada"

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Adèle Rosenfeld nació en 1986 y 'Las medusas no tienen orejas', publicada por Seix Barral, es su primera novela. Una historia sobre discapacidad e inclusión, cargada de humor, dulzura y poesía. La historia de Louise, con problemas de audición desde pequeña y que ha tenido que construir su identidad y su vida marcada por esta incapacidad invisible, en un entorno hostil al que hace frente con imaginación.

Portada de 'Las medusas no tienen orejas', de Adèle Rosenfeldt / Seix Barral

En primer lugar, bienvenida a La Hora Extra, gracias por atendernos. Debutas en la novela con Las medusas no tienen orejas. ¿Quién es Adèle Rosenfeld?, ¿a qué te habías dedicado hasta ahora?, ¿qué relación tienes con el mundo editorial?

Hola, La Hora Extra, muchas gracias. A tu primera pregunta, quién es Adèle Rosenfeldt, soy una autora que siempre ha escrito historias, primero relatos y cuentos, ahora una novela. Y antes de escribir Las medusas no tienen orejas, he estado diez años vinculada al mundo editorial. Primero como editora de libros, hoy como correctora. Y me metí en el mundo editorial porque en mi familia tuvimos un tipógrafo comunista, al que no conocí pero que me impactó mucho su historia, marcó mucho mi imaginario y quise seguir con esa labor artesana, y ahora soy escritora y correctora

¿Cuándo empezaste a escribirla?, ¿cuál fue la pulsión que te llevó a pasar de un lado al otro del mundo editorial?

Comencé a escribir Las medusas no tienen orejas justo después de la pérdida auditiva, no pensé que escribiría nunca sobre orejas en absoluto. Y empecé a escribir el libro justo antes de empezar un curso de escritura creativa. Me llevó dos años escribirlo.

Es en parte autoficción. Escribes al final de la historia que "si uno piensa en la realidad, se deprime". ¿Qué tiene Louise de ti, qué es real y qué ficcionado y cómo te ha ayudado esta novela a enfrentar esa realidad?

Este libro es autoficción. Creo que al final, si solo pensamos en la realidad, nos deprimimos. Por eso necesitaba usar un doble literario que se pudiera distanciar del material vivido. Así que Louise comparte conmigo una experiencia sensorial común, ambas enfrentamos una pérdida auditiva, hemos tenido problemas de audición desde que nacimos, pero Louise es un personaje por derecho propio que elige ponerse un implante. Así que he representado esa experiencia desde la distancia, desde mi imaginación, encarnándola en un personaje que no soy yo. Podría haber dado el paso de ponerme un implante como ella, pero no lo hice. Así que Louise es un personaje que me ha permitido domar una realidad que era dolorosa, la de perder los sonidos que percibimos.

A propósito de la realidad, lo acabas de mencionar, desde el primer capítulo se hace patente el poder de la imaginación, la fuerza de la imaginación. "Lo que nos distingue de los animales y las plantas es la imaginación. La vida es un teatro simbólico". ¿Cómo le ha ayudado a ella la imaginación? ¿Es la poesía el mayor exponente de a imaginación? Es muy poético el libro. ¿Qué metáforas son el perro, el soldado y la mujer botánica o herborista?

En primer lugar, como lectora, me absorbe el poder de la imaginación y luego como escritora quise mostrar su fuerza, pero también sus límites, porque hay varios elementos importantes que quise abordar. Con la imaginación, con las palabras, la escritura y el hecho de contar historias en este teatro simbólico, podemos salir de nosotros mismos y transformar una historia dolorosa. También quería mostrar cómo la narradora, por ser sorda, su lenguaje está lleno de agujeros, que también es mi día a día. Y este doble literario mío tiene que llenar sus vacíos con la imaginación, imaginar las palabras que escucha mal, imaginar una realidad distorsionada por palabras que desaparecen, huecos en las frases que completa con imaginación. Y en esos huecos aparecen personajes imaginarios y sin sentido, como el soldado. Cada personaje simboliza un estado emocional de la narradora. El perro representa la rabia, el soldado la guerra entre sordos y oyentes y la lucha por mantenerse en pie. La mujer botánica representa ese archivo de sonidos desaparecidos y cómo la imaginación llena esos vacíos. Pero estos compañeros de viaje imaginarios también encierran a la narradora, hay una tensión entre realidad e imaginación hasta que toma la decisión de ponerse un implante.

Hay una descripción de muchos sentimientos. La vergüenza que sienten los sordos, ciegos, viejos o enfermos mentales. La sensación de miedo. El sentirse rara, el perder la confianza en una misma. La angustia recorre las páginas del libro. Hasta llegar al borde de la depresión. ¿Un alegato a favor de la salud mental?

En el texto hay muchos sentimientos, toda una paleta de sentimientos y sí, la vergüenza que sienten los sordos es uno de ellos. También la sensación de miedo ante lo desconocido, es decir, cuando pierden la audición, quedan completamente indefensos, ya no reconocen el mundo en el que se encuentran, es un sentimiento próximo a la locura, a perder el contacto con la realidad. Y la sensación de miedo también vinculada a la idea de ponerse un implante, ¿qué efectos tendrá el implante? Es el sentirte diferente al resto y tratar de encontrarse a una misma y su lugar en el mundo. Así que sí, es un alegato a favor de la salud mental, es un libro que muestra la resiliencia y la capacidad de los humanos para enfrentar problemas complejos, extremadamente complejos.

Le han faltado referentes? El no conocer a una persona sorda, el no leer historias de sordos y sordas. ¿Qué libros leía y qué libros ha leído a raíz de la enfermedad?

Sí, echaba en falta no conocer a personas con discapacidad auditiva o a medio camino, con problemas muy similares para intercambiar impresiones. Cómo enfrentarse a un grupo cuando no les entiendes, cómo advertir en el colegio que no oyes, cómo enfrentarte a las personas que olvidan que tu discapacidad existe en la infancia. No sabía en absoluto cómo lidiar también con el sentimiento de indiferencia y exclusión, cómo deshacerme de la imagen que enviamos al resto de alguien estúpido porque no entendemos, porque nos da vergüenza, qué estrategia han seguido las personas que han experimentado todo esto.

Esto lo reflejo en ese encuentro de Louise con otra persona sorda a través de su logopeda, ella quiere conocerla para conocerse a sí misma. Pero se da cuenta son dos realidades muy diferentes y que cada una se enfrenta de manera diferente a las cosas, tiene otras formas de aprender, se sentía como dos especies de un mismo pájaro, que construyen su vida de forma diferente. Así que ella entiende que tiene que emprender sola su propio viaje.

Hay libros que me han acompañado, como el de un poeta muy poco conocido que se llama Thierry Metz, que habla de una relación con el lenguaje que no pasa por la palabra, es algo que se le escapa, sino que habla de complicidades, lazos imperceptibles que se tejen, por eso quise citarle en el libro. También hay otro texto que apareció poco antes de publicar Las medusas no tienen orejas, es La Extranjera, de Claudia Durastanti, que cuenta la historia de una mujer cuyos padres son sordos y no hablan el lenguaje de signos. Navega entre dos países, Italia y Estados Unidos y establece una relación muy singular con el lenguaje, un sentimiento de extrañeza implícito en el título.

A propósito de literatura, recogeré las citas de Miles Davies y Víctor Hugo. Dos preguntas a raíz de este último: ¿la auténtica sordera, la sordera incurable es la de la inteligencia? y ¿merece esta sociedad realmente ser oída? ¿Hemos dejado de escucharnos los unos a los otros, nos falta empatía?

Cuando nos golpea una enfermedad o una deformación sensorial, nos hacemos preguntas sobre qué significa y cuál es la mitología de nuestra discapacidad. Buscando referencias di con Víctor Hugo y esa frase de que la verdadera sordera o la única sordera incurable es la de la inteligencia. Eso me permitió recordarnos la diferencia importante entre entender y oír. Una referencia literaria que me permitió cambiar un poco el significado de la palabra sordera. Y en cierto modo, también la pregunta de Miles Davis sobre si el silencio y el sonido la cara y cruz de una misma moneda, me permitió expresar la necesidad de silencio para apreciar el sonido o que el silencio va antes que el sonido. Son dos citas que me permitieron abrir la cuestión de la sordera, abordarla de manera diferente. Y también está la idea de que la sordera nos permite no escuchar tonterías, si la sociedad realmente merece ser escuchada en esta especie de rabia política en la que estamos y que en mi novela encarna la mejor amiga de la protagonista, que se llama Anna. Cómo la sordera permite también extraerse del mundo y de una sociedad, la nuestra, que ya no funciona. Así que cuando me preguntas si hemos dejado de escucharnos y si nos falta empatía, sí, es verdad que yo también hago esta pregunta en la novela y en la vida. Cuando pedimos a nuestro interlocutor que repita porque no entendemos bien las cosas, suele entrar en crisis, atrapado en su propia incomunicación. Parece que las personas con discapacidad auditiva molestamos, no hay empatía en nuestra sociedad, somos incapaces de adaptarnos los unos a los otros. Y me parecía importante plantear esas preguntas ahí de forma explícita.

Habla mucho desde el principio y hasta el final del silencio. También desde la cultura y en un mundo tan frenético y ruidoso se reivindica mucho la cultura del silencio, la importancia del silencio en nuestras vidas. ¿Cómo lo ve usted? ¿Para disfrutar del silencio hay que percibir primero el ruido?

Las medusas no tienen orejas es una novela sobre un diario del oído, por lo que es una cuestión de sonidos, pero también de silencio. Y el silencio en la literatura a menudo no está muy presente y cuando está presente, a menudo se percibe negativamente, como ausencia de ruido, algo bastante mortificante. Y quería precisamente en esta novela controlar ese miedo al silencio, que es la sordera total. Quería mostrar todo lo que tiene el silencio, encontrar la paz en ese silencio, invertir la tendencia a imaginar el silencio como algo que esconde algo muy oscuro, negro, oculto, cuando el silencio puede estar lleno de consuelo. No sé si para disfrutar del silencio primero hay que percibir el ruido, porque nadie oye el silencio de la misma manera, ni siquiera los sordos escuchan igual el silencio, no es el mismo silencio para todos. Y me pareció importante describir la redondez de un silencio absoluto en oposición al ruido, algo complicado, pero quería describirlo como algo positivo.

"Solo la lectura podía calmar la angustia de la desaparición, ver las palabras intactas, palpables, entintadas", dice la protagonista. Cómo le ha ayudado la lectura, qué importancia tiene. También afirma que el trabajo le evitaba pensar demasiado, le ayudaba a mantener a raya la angustia. ¿Qué ayuda más, el trabajo o la lectura?

Solo la lectura podía calmar la angustia de la desaparición, el ver las palabras intactas. La lectura, leer ha sido muy importante para mí, era el lugar que podía controlar y entender. No había palabras que se me escaparan, en la lectura siempre podemos volver a la palabra, descifrarla, no es como leer los labios, que hay códigos indescifrables. Por eso para mí la lectura, especialmente en los niños, es un soporte para dominar el mundo, para encontrar un lugar de descanso. El trabajo sin embargo no nos deja pensar con claridad, la narradora tiene un problema de concentración, absorbida por el trabajo, algo muy común hoy, que cuando estamos perdidos, nos refugiamos en tareas y tareas repetitivas. El trabajo permite mantener a raya a la ansiedad, pero creo que la lectura tiene prioridad porque te permite viajar, olvidarte de ti misma. Marcar tu propio ritmo, controlar el tiempo y esto también es muy importante.

Hay otros sentimientos que me han parecido interesantes. El de duelo, la sensación de pérdida, y el de desarraigo. "El desarraigo del lenguaje. Nuestra lengua era más rica cuando carecíamos de lengua materna. Al volverme sorda del todo, al olvidar mi lengua materna, quizá recuperaría ese fondo lingüístico universal". Si nos puede desarrollar un poco esta idea...

En efecto, cuando digo que nuestra lengua era más rico cuando nos privaron de nuestra lengua materna y la narradora continúa diciendo que tal vez al quedarse totalmente sorda y al olvidar su lengua materna, se encontraría con este trasfondo lingüístico Universal, tenemos que ponernos en el contexto de la narradora. Está tratando de abrir las posibilidades, de percibir la sordera de manera positiva, lejos de la reparación que la sociedad moderna le ofrece a través del implante e imaginar que la sordera puede ser un retorno a la naturaleza, lejos de la civilización, de esa sociedad que, como decíamos antes, no merece ser escuchada. Así que Louise tiene la idea de que al volverse sorda, perdería su lengua materna, el francés. Y la lengua materna es de hecho una construcción civilizatoria que hace que se pierdan potencialidades. De hecho, me fascinó mientras investigaba, la idea de que los bebés tienen la capacidad de vocalizar todos los idiomas y que al aprender un idioma, por ejemplo el francés, pierden la capacidad natural de usar todo el aparato fonador, con todos estos matices y, por tanto, todos los idiomas posibles. Lo que explica que cuando intentamos aprender un idioma más tarde, nos resulta más difícil formar ciertos sonidos, tesituras específicas de otras lenguas porque no las hemos usado. Hay habilidades fonatorias que no hemos practicado. Me fascinó esa idea y la exploto aquí a través de Louise que piensa que al volverse sorda y perder su lengua materna, encontraría ese fondo lingüístico universal, un estado anterior al idioma, a su lengua materna y que perdió aprendiendo francés. Yendo más allá, es la idea de encontrar una cuna de la humanidad, antes de la Torre de Babel, es decir, de que las lenguas dividieran a los hombres. Un estado primitivo antes del lenguaje, el estado de un bebé.

Es la lengua de signos más creativa, más rica?, ¿le ha ayudado a la hora de escribir una historia tan poética y llena de metáforas? ¿Ha enriquecido su lenguaje a raíz de la sordera?

Yo no hablo la lengua de signos, hablo el francés. Aprendí conceptos básicos de la lengua de signos, pero me interesó mucho mostrar cómo es también un lenguaje por derecho propio, un lenguaje de imágenes y que propone un abanico de formas de pensar completamente diferentes a la lengua francesa. Y el lenguaje de signos no está en absoluto presente en la literatura, así que quise darle un lugar, convertirlo en un material literario envidiable, una lengua envidiable. Pero no me ayudó a escribir porque no lo practico. Mi lenguaje sí se ha enriquecido como resultado de la sordera, ya que tengo problemas de audición desde que nací y he tenido una relación muy fuerte con la lectura, que llenó esos agujeros que no entendía del lenguaje oral. Me ayudó sobre todo a adquirir mucho vocabulario, a llenar muchos espacios en blanco. Y luego la sordera, por los malentendidos, te da una capacidad imaginativa que que hace al mundo muchas veces muy poético.

Habla mucho de la discriminación social y laboral. Qué experiencias ha recogido para manifestarlo.

Quería que fuera también un texto que planteara la cuestión de una discapacidad invisible en un entorno profesional, un entorno violento, donde es muy difícil aceptar la diferencia, donde se cuestiona constantemente tu rendimiento y plantea muchas preguntas sobre cómo vivimos en una sociedad donde hay mucho desempleo. Son entornos muy, muy competitivos y quería escenificar lo que significa tener una discapacidad como esta, que está evolucionando, una discapacidad en evolución y lo complicado que es para una empresa manejar esta situación y cómo el sujeto que está experimentándola, tiene una gran dificultad para explicar lo que le está sucediendo. Y para explicarlo en los términos propuestos por la empresa, un poco cínico, porque cuanto más audición perdía la narradora, más la degradaban. Quería mostrar también cómo las soluciones proporcionadas por las empresas a estas personas, son percibidas con recelo por el resto de empleados, más en un momento de crisis económica y paro, enseguida se instala una desconfianza, porque consideran a estos empleados con discapacidad que están protegidos, el resto se siente en desventaja frente a ellos. Hay mucho cinismo en esta situación que describo en la novela, al final la narradora se encuentra en un sótano del ayuntamiento, trabajando con personas apátridas que no tienen identidad o cuya identidad ha sido hecha añicos. Me divertí señalando las situaciones de angustia del lado de la empresa y del empleado que tiene una discapacidad.

Cómo maneja el humor. Porque es una situación dura, de angustia, como describe. Pero hay situaciones disparatadas, muchas fruto de la imaginación, y diálogos imposibles. ¿Había intención de usar cierto humor para destensar la situación?

El humor es fundamental para escribir un texto como este, porque al ser un tema tan personal, no podía abordarlo sin humor, fue la puerta de entrada al libro. Además, en su primera versión, en los inicios era mucho más humorístico, fui mucho más lejos con cierto cinismo o humor absurdo. Pero a medida que avanzaba en la escritora, lo abordé más frontalmente, poniéndome a mí misma, desnudando al personaje, explorando cosas más íntimas. Y el humor era el resguardo de todo eso.

Adèle Rosenfeld, muchas gracias por tu tiempo y suerte.

Muchas gracias por todas las preguntas, muchas gracias por esta entrevista, adiós.

 
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