Las tijeras de poder

Barcelona

Dicen que va a volver el Verano azul; pero lo que se acerca es La frontera azul. Era otra serie. Ahora está olvidada, pero hizo mella en la gente. Antes, las cosas influían de otra manera. Sucedían dentro de nosotros y salían para enredarse con la vida. Ahora no calan. Hace tiempo que la cultura popular no deja poso, ni se convierte en conciencia colectiva, o en imaginario de toda una sociedad. Va por barrios. La gente ha llevado en el tuétano al Coyote, a Heidi o a Braulio, el cartero de Crónicas de un pueblo. Este personaje lo interpretaba el actor Jesús Guzmán. Hoy, hace un mes que Jesús Guzmán cumplió 97 años. Es genial. Ahora vemos una serie buena, o que nos gusta mucho y, en vez de sentir que se incardina en nosotros, que formamos socialmente parte de ella, la convertimos en postureo. Ha cambiado nuestro metabolismo cultural. Como en La frontera azul salían muchas peleas, a los barrios pobres empezaron a llamarlos Liang Shang Po, que era un sitio con agua donde batallaban los guerreros de la serie. A esto me refiero con incardinarse. A cómo las cosas toman el nombre de lo que llevamos dentro. Cada ciudad tenía su Liang Shang Po. Cada ciudad tenía su barrio conflictivo. Cada ciudad tenía su puñado de esperanzas. Hoy, a las esperanzas se las llama proyecto de futuro. Por eso ya no hay escritores como Dickens. Nadie puede titular una novela Grandes proyectos de futuro. En los barrios de las afueras de Barcelona, en vez de dragones, había huertos y, por los alambres, trepaba la correhuela, que florecía en mayo. Daba unas florecillas blancas, pero también las había violetas, casi rosa. Si la cultura es una enredadera que trepa por nuestros brazos, la censura son las tijeras de podar, también llamadas tijeras de poder.