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Viaje a la fábrica del lápiz perfecto

De los misterios de la caligrafía al lugar donde nació la primera marca de lápices del mundo: un recorrido histórico de la escritura en el cine

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Stein (Alemania)

De todos los avances de la humanidad, el desarrollo de la escritura tiene muchas probabilidades de ser uno de los que mayor impacto ha tenido en la sociedad. Hacia el siglo XIV, el pupitre de un copista ubicado en un gran centro religioso, como el que se recrea en el El nombre de la rosa, tenía todos los instrumentos que se utilizan para escribir con las manos. Un hito revolucionario que el cine ha reflejado en multitud de tramas y escenas y, que ha resignificado para retratar a sus personajes o añadir tensión a algunos desenlaces. Ramón Nogueras Pérez, psicólogo clínico y divulgador, aclara una ficción recurrente en las pantallas: la escritura no revela nuestra personalidad o nuestro carácter. De esta forma acaba con la idea romántica de creer que la anchura de las letras, los trazos del final de las palabras y, la presión aplicada definen cómo somos. Nogueras afirma que "no hay base científica que sustente ninguna de esas lecturas".

Para llegar tan lejos en la personalización de cada escritura hubo que alfabetizar y crear nuevas herramientas. Ya sea para colorear o para aprender a juntar las primeras letras, el lápiz se empieza a usar desde la infancia. A pesar de todos los modelos actuales, la primera marca de lápices del mundo surgió en un taller de carpintería en Stein, al sur de Alemania. Ahora Faber-Castell distribuye lápices por todo el mundo y mantiene la esencia del proceso. "Fabricar un lápiz sigue siendo hacer un sándwich con dos tapas de madera y una mina de grafito en medio", explica Marta, guía en la fábrica alemana.

Lápices Faber-Castell en la fábrica alemana de Stein. / Toni Cuart

La pérdida caligráfica con el paso al teclado y las pantallas táctiles es general. Isabel Padilla dirige su propia academia para ayudar a otros a mejorar con la escritura. Según cuenta "existen cursos universitarios para aprender a reproducir la letra itálica del Renacimiento". Casi como si fuera una disciplina artística que requiere horas de práctica. Las fuentes que ofrece Microsoft Word son infinitas, pero para la especialista "siempre será más especial cualquier dedicatoria firmada a mano".

 
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