Sofonisba Anguissola: abrió el camino a otras pintoras
Nacida en Cremona dentro de una familia noble, recibió junto a sus cinco hermanas una amplia educación artística que incluía estudios de dibujo, pintura, música y otras muchas artes. En sus comienzos, la joven se formó en el taller de Bernardino Campi y más tarde con el maestro Bernardino Gatti, donde fue descubierta por Giorgio Varsari que reconoció en ella la calidad como artista
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Self-Portrait, 1560-1561. Found in the Collection of Pinacoteca di Brera, Milan. (Photo by Fine Art Images/Heritage Images/Getty Images) / Heritage Images
![Self-Portrait, 1560-1561. Found in the Collection of Pinacoteca di Brera, Milan. (Photo by Fine Art Images/Heritage Images/Getty Images)](https://cadenaser.com/resizer/v2/YFYHM6RJ3NGZJKRRFNECC2QCGI.jpg?auth=0b68c924142d106c5460580ba1c7c78bb72ae1a03428bc116aa88c1ae0332f78)
Su trabajo llegaría a oídos del Miguel Ángel, que quedaría sorprendido en Roma por las dotes de esta joven pintora. Sabemos que Vasari la menciona en su obra diciendo de ella: “Anguissola ha mostrado su mayor aplicación y mejor gracia que cualquier otra mujer de nuestro tiempo en sus empeños por dibujar; por eso ha triunfado no sólo dibujando, coloreando y pintando de la naturaleza, y copiando excelentemente de otros, sino por ella misma que ha creado excelentes y muy bellas pinturas”.
Formada como retratista, Sofonisba viajó a la corte española de Felipe II gracias a la invitación del duque de Alba. Su estancia duró 13 años, desde 1560 a 1573. Llegó a Madrid para convertirse en dama de compañía de la nueva reina, Isabel de Valois, la tercera esposa de Felipe II. El monarca admiraba la obra de la pintora italiana y le encargó varios trabajos, convirtiéndose por entonces en profesora de pintura y retratista de la corte. Recibió una pensión de 100 ducados anuales y su padre, Amilcare Anguissola, 800 liras imperiales de renta. Un buen negocio. Fue una pintora de estilo clásico cuya obra estuvo centrada, sobre todo, en los retratos cortesanos donde gustaba de colocar ciertos objetos que reflejaran el carácter del retratado. Además, tiene una buena colección de autorretratos de los que se han conservado 16 lienzos. En ellos aparece demostrando su formación artística (pintando o tocando la espineta) y vestida con lujosos ropajes propios de la nobleza.
A la muerte de la reina, siguió manteniendo el favor del rey que le encargó la educación de las pequeñas infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela. Tras abandonar la corte española, casó y enviudó en un par de ocasiones estableciendo su residencia en Génova y, finalmente, en Palermo (Sicilia). Es allí donde tenemos las últimas noticias de ella gracias al joven pintor flamenco Antón Van Dyck que pudo verla y retratarla en 1624, a la edad de 96 años. Según nos cuenta, no veía bien, pero tenía buena memoria y seguía siendo una mujer vigorosa y “que mantiene la mano todavía firme, sin temblor alguno”.
Nunca dispuso de un taller oficial, como sí tuvieron pintores masculinos del momento, y su posición social le impidió firmar la autoría de muchos de sus lienzos. A esto se añade que varios de los retratos que hizo se perdieran en el incendio del Alcázar de Madrid, en 1734. Sólo se conservan unos pocos, entre ellos el famoso retrato de Felipe II (conservado en el Museo del Prado) y, tras su muerte, algunas de sus obras fueron atribuidas a otros pintores de la época, como “El retrato de la niña con el enano”, asignado a Alonso Sánchez Coello, o el retrato de “Isabel de Valois con marta cibelina”, que desde el siglo XVII se creyó erróneamente realizado por Juan Pantoja de la Cruz.