A vivir que son dos díasLa píldora de Leila Guerriero
Opinión

Una pequeña criatura mitológica

Yo me tomo al bebé muy en serio pero nadie más parece tomarse en serio al bebé: hablan de él como si no estuviera o como si fuera un poco lelo. “Hoy se miró el pie”, dicen, celebrando cualquier estupidez, y yo pienso: “Lógico, está vivo, se deja crecer”

Una pequeña criatura mitológica

Una pequeña criatura mitológica

04:09

Compartir

El código iframe se ha copiado en el portapapeles

<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1676191368624/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>

Buenos Aires

Así que salgo con el bebé al patio en el que crecí. Lo llevo en brazos, una diminuta máquina de carne y cartílagos, su corazón palpitando contra mi corazón. No debe pesar más de seis kilos. Tiene pocos meses. Casi no nos conocemos. Nunca podemos estar solos, siempre nos rodea mucha gente que observa cómo nos comportamos: si él se queda tranquilo o si llora, si le hablo como a un bebé o como si fuera una asombrosa persona recién hecha, un signo de preguntas, un misterio. Yo me tomo al bebé muy en serio pero nadie más parece tomarse en serio al bebé: hablan de él como si no estuviera o como si fuera un poco lelo. “Hoy se miró el pie”, dicen, celebrando cualquier estupidez, y yo pienso: “Lógico, está vivo, se deja crecer”. Podría pasar con él muchas horas como si fuéramos dos simios o dos yacarés, durmiendo y combatiendo las moscas sin decir nada, entregados al hambre, o al calor, o al sueño. Así que ahora salgo con el bebé al patio en el que crecí. Él me apoya la cabeza sobre el hombro, como si confiara. Le digo que aquí su abuela, que es mi madre, recogía los higos para hacer dulce, que aquí su bisabuelo arrancaba uvas de la parra y las colocaba en grandes canastos de mimbre, que aquí su bisabuela caminaba alzando los ojos al cielo y agradeciendo por los pájaros y las naranjas, que allí había un horno de barro y ahí una planta de jazmines y allá una de duraznos, y que todo estaba lleno de calas y que ese rosal lo compramos en un vivero cuando yo era muy chica aunque a nadie más le gustaba el color té desvaído de sus rosas. El bebé es liviano y curioso. Se mete las manos en la boca, gorjea. Me tira del pelo. Está bien caminar así, sin que nadie nos mire ni vigile si hay ternura. El patio es un estanque de oxígeno y de luz, y el bebé podría ser una criatura mitológica con esa piel ajustada a él como una vaina dulce. Le digo que acá, por este mismo cielo, cuando yo era muy pequeña vi pasar a Papá Noel. Que tiene que tener fe en las historias. Que la verdadera soledad es la desconfianza. Que el verdadero dolor es la incredulidad. Tiene poco pelo, ojos de un azul que seguramente será intenso. No le pido que me quiera. No le doy palabras de cariño. Le digo que está bien que estemos juntos y solos, porque sin intimidad no hay amor. Le digo que no le voy a pedir que me quiera, que nunca le voy a pedir que me quiera. Pero que me gustaría mucho que siempre tuviera ganas de estar conmigo.

 
  • Cadena SER

  •  
Programación
Cadena SER

Hoy por Hoy

Àngels Barceló

Comparte

Compartir desde el minuto: 00:00